Por Nadia Fink
En el contexto del Mundial de Rusia, entrevistamos a Juan Pablo Cossutta, uno de los autores del libro Historias mínimas de los mundiales que llega desde Córdoba para sorprendernos con sus relatos sobre el mayor evento deportivo de todos los tiempos.
Historias mínimas de los mundiales es un libro para acompañar el tiempo actual de #Rusia2018, también una excusa para pensar qué significa la competencia deportiva que despierta mayor pasión (y negociado) mundial, pero, es sobre todo, un compendio de relatos sobre lo pequeño, lo cotidiano, lo profundamente humano que se desprende del fútbol.
El periodista Juan Pablo Cossutta, el escritor Guillermo Gribaudo y el ilustrador Karlo Lottersberger se lanzaron a la aventura de un libro, que terminó convirtiéndose en una serie animada. Desde la utilización de los mundiales por parte de las dictaduras (“Sentado en el vestuario, a punto de salir a jugar el partido decisivo, Doble Ancho estaba, otra vez, frente al partido de su vida. O de su muerte”, se lee en “La balada del doble ancho” sobre el Mundial de Italia 1934, durante el fascismo de Mussolini) hasta una historia de vida (“Todo pasó rápido: la embestida, el gol, la euforia y el silencio. Cuando el equipo celeste desarmó la apilada, Juan Hohberg no se levantó”, comienza “A muerte”); Historias mínimas de los mundiales abre una puerta para espiar qué hay detrás de los millones en estadios, publicidades y desandar lo cotidiano y lo extraordinario con una mirada cinematográfica, literaria y política. Conversamos con Cossutta, uno de sus autores, sobre el proyecto, sus propios mundiales y el 40 aniversario del Mundial 1978.
–¿Qué significan los mundiales para vos?
–Los mundiales me conectan con mi viejo. Creo que heredé cada una de sus pasiones, el fútbol, la historia, la política. Fijate que el libro reúne a las tres. Mi papá me contó de la “catástrofe” de Suecia, que en el 66 “nos cagaron”, que en el 70 y el 74 la selección fue un quilombo, del laburo de Menotti. Él estuvo en la cancha en el partido con Perú y me aseguraba que no vio tongo. Los mundiales son una charla inacabable con mi viejo y con amigos.
–Si el Mundial es la gran competencia del Fútbol, ¿por qué eligieron contar historias mínimas?
–Porque esas historias también son los mundiales, porque los flashes se van con los ganadores que ya conocemos y porque entre los pliegues de la historia creemos que están las historias de vida, mucho más ricas, a nuestro entender, que el dato sobre tal equipo o jugador. Puede ser que también nos gane la fascinación por los perdedores, hay un poco de eso.
–En el prólogo de Ángel Stival puede leerse: “El fútbol no es inocente y así lo reflejan los autores”… ¿Qué reflejan, entonces? ¿Cómo relacionan esta afirmación con el Mundial Argentina 1978?
–El libro parte de un punto de vista crítico sobre la corporación de los mundiales, la FIFA, hace foco en la tensión que existe entre el fútbol y los poderes políticos y económicos. El Mundial 78 es un ejemplo de lo que rescata Ángel, no hay inocencia, sino todo lo contrario. Una de las historias del libro creo que sirve para marcar esto: un periodista de El Gráfico inventa una carta de un jugador holandés a su hija de 3 años y lo hace para inventar las bondades de la Argentina gobernada por Videla. En esa historia está la tensión entre el fútbol, el terrorismo de Estado y el cinismo de los medios, en medio de la relación de un padre con su hija.
–En el camino de encontrar estas historias y estos pequeños héroes, ¿cuáles fueron las que más te gustaron/sorprendieron? ¿Quedaron algunas afuera?
–A mí me enamoró conocer la vida de Joao Saldanha, un periodista, afilado al PC, que se convierte en director técnico de Brasil. Dicen que el tipo estuvo en Normadía en el Día D, en la guerra de Corea y por la China de Mao. Todo un mito. Forma un equipazo, quizás el mejor de todos los tiempos y gana todos los partidos de las eliminarías para México 70. Pero a los milicos brasileños les agarró pánico de pensar que un comunista los lleve al tricampeonato y lo echaron a tres meses del mundial.
Hay muchísimas historias, de hecho, la reedición del libro de este año tiene cuatro nuevas respecto a la primera edición de 2014.
–¿Cómo fue el proceso de transformar un libro, hojas llenas de letritas, a cortos? ¿Qué sienten que se perdió y qué se ganó en ese pasaje de soportes?
Fue un proceso largo, muy rico porque pasamos de un debate entre dos, a una construcción colectiva de más de 30 personas, de diferentes áreas (audiovisual, ilustración, animación, sonido, música).
Creo que el libro tiene mayor trabajo sobre la construcción de los personajes, de las escenas y del punto de vista. La gráfica nos permitió explayarnos libremente. En cambio, al repensar el contenido para la serie, nos vimos ante la situación de tener que recortar los textos, por un lado, por una cuestión de presupuesto, y por otro, un formato audiovisual para web no tiene el tiempo de interpretación que brinda un libro, entonces se simplificaron algunas narraciones. Ahí creo que “gana” el libro. Quizás la serie “gane” en acercar las historias a un público que no llegaría al libro.