Por Gerardo Szalkowicz, desde Caracas. La revolución bolivariana entró en un nuevo ciclo tras la muerte de Chávez y la estrecha victoria electoral del 14 de abril. El diputado y dirigente popular Orlando Zambrano analiza los aspectos a rectificar en la compleja etapa que se abre.
El día que Orlando Zambrano inauguró su bancada parlamentaria, hace poco más de dos años, llovieron las burlas desde la derecha venezolana. “Este pata en el suelo en la Asamblea Nacional, ahora sí vamos en atraso”, reproducían en las redes sociales junto a una foto suya con el infaltable sombrero llanero.
Desde allí, intenta combatir la lógica de la vieja institucionalidad que no termina de morir, buscando hacer carne la consigna “el pueblo legislador” al trasladar al parlamento las inquietudes y propuestas surgidas desde abajo, en particular de las bases campesinas organizadas en la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora (CRBZ), su organización.
Marcha conversó con Zambrano, diputado del PSUV por el Estado Apure y uno de los referentes de la CRBZ. Esta es la principal organización popular venezolana, con trabajo de base en 17 Estados del país, que se ha venido caracterizando en los últimos años por su férrea defensa a Chávez y al proceso pero también por poner sobre la mesa las contradicciones internas y la lucha contra los sectores “reformistas” del chavismo.
– ¿Qué lectura hacen de los resultados electorales del 14 de abril y qué lecciones dejan de cara al futuro de la revolución?
Con la pérdida física del presidente la revolución venezolana entra en una nueva etapa, marcada por una coyuntura que se complejiza aún más a partir de las últimas elecciones, que nos permiten valorar el estado actual de la correlación de fuerzas y en la que el campo revolucionario esperaba una victoria más significativa.
Hay un primer análisis que nos parece importante: nosotros no supeditamos ni medimos la caracterización del proceso sólo por el desarrollo electoral, la revolución tiene que ver con aspectos mucho más integrales, sería un error reducirla a la medición electoral. Efectivamente, no hay en Venezuela 7,2 millones de oligarcas y fascistas, buena parte del voto a Capriles son compañeros de nuestra clase, de los sectores populares, que fueron víctimas de la estrategia enemiga a través de las operaciones de guerra psicológica, porque hay que reconocer que la derecha desarrolló una muy buena campaña comunicacional para confundir a nuestra gente.
De todas maneras, los resultados obtenidos son el reflejo de que algo no está funcionando bien, eso nos debe llamar a hacer un balance estructural y buscar los correctivos, las líneas políticas de lo que hay que ajustar, mejorar y renovar. Hay una serie de problemas que venimos arrastrando -y que nosotros venimos denunciando hace 5, 6 años- a los que llamamos “los cinco molinos a derribar”: el burocratismo, la corrupción, la ineficacia, la ineficiencia y el reformismo, elementos cotidianos que cruzan transversalmente la sociedad. Alcaldías, gobernaciones, ministerios, en todas partes estas desviaciones aparecen con naturalidad.
Esto nos ha llevado a que se produjera un desgaste en buena parte de la base social chavista. El conjunto de estos elementos nos permite comprender por qué la contrarrevolución ha logrado penetrar en franjas del pueblo más humilde: la derecha ha crecido a costa de nuestros errores y desviaciones.
Otros aspectos que impactaron en el resultado electoral fueron el triunfalismo en nuestras filas, algunas medidas económicas erradas y otros componentes de la estrategia enemiga como las campañas de desabastecimiento alimenticio y los sabotajes eléctricos.
– Pasada esta coyuntura turbulenta, tras el intento de golpe de Estado, parecen finalmente surgir las condiciones para encarar estos debates hacia lo interno que permitan avanzar en la profundización de la revolución. ¿Cuáles serían los aspectos primordiales a corregir y rectificar?
Creemos que es tiempo de hacer un profundo proceso de revisión interna, de crítica y autocrítica, que nos permita superar estas fallas y errores. En principio, es necesario renovar la dirección política de la revolución. Y revisar su organicidad. Entendemos que la dirección política debe ser plural, no hay condiciones en estos momentos para tener un partido único. Eso implica que hay que hacer una mirada de reconocimiento de todas las fuerzas políticas chavistas y revolucionarias.
Ahora, también tiene que haber un proceso de revisión interna en la izquierda, en las organizaciones sociales, los consejos comunales, las comunas, los partidos; no se trata sólo de cuestionar la dirigencia actual o al gobierno.
Toda crisis política genera un escenario favorable para radicalizar el proceso, siempre que la derecha impulsó sus planes conspirativos y desestabilizadores, como lo está haciendo ahora, los escenarios sucesivos fueron de radicalización. Así ocurrió en 2002, tras el golpe de Estado y el sabotaje petrolero. Y radicalizar significa ir a los cambios estructurales, ir a la socialización de los medios de producción, ir a la construcción de un nuevo modelo económico, reforzar el impulso, desarrollo y consolidación del poder popular socialista y la insurgencia del Estado Comunal.
Tenemos una guía que es el Programa de la Patria 2013-2019, ahí se sintetizan las aspiraciones de nuestro pueblo, también el discurso del comandante del 20 de octubre, conocido como “el golpe de timón”. De nosotros dependerá ahora con qué contundencia lo implementemos.
– Además de esas orientaciones estratégicas, ¿cuáles te parecen los principales pilares que contiene el legado de Chávez?
Uno, vital, es la importancia de la unidad cívico-militar. Otro, la construcción del poder popular, la necesidad de que el pueblo se empodere, cree y construya sus propias herramientas de participación y de lucha. Otro aspecto fue haber reivindicado nuestra condición de clase, los campesinos éramos reducidos a ser lo peor, atacados, ridiculizados, Chávez reivindicó esa categoría y hoy ser campesino en Venezuela es un orgullo. Nuestra cultura, nuestra identidad, también la reivindicación de los derechos de la mujer. Por otra parte, la necesaria construcción de una política de articulación de orden internacional para entender que la revolución bolivariana también depende de los niveles de alianza con otros países.
Chávez se convirtió en pueblo. Y hoy el chavismo es una corriente de pensamiento, es una doctrina que va a ayudar a enriquecer todas las corrientes de pensamiento que nutren las luchas de los pueblos del mundo.