Por Cezary Novek.
Aunque más conocido como editor, Alejo Carbonell se destaca también con su propia escritura. En esta reseña-entrevista te damos una mirada sobre su último poemario, Sendero Luminoso.
“La pista de baile se transformó en una polvareda,
pero aún entre el mar de piernas
y la tierra suspendida en el aire,
pude guiarme hacia el otro extremo de la noche
gracias al sendero luminoso de luciérnagas”
-José Mariátegui-
Editado en 2013 por Recovecos, se trata del último poemario de Alejo Carbonell publicado hasta la fecha. Catorce poemas en treinta y cuatro páginas conforman este libro conciso y a la vez amplio, como si se pudiera caminar en medio de los retazos de paisaje que proponen sus versos.
El sendero luminoso se construye con escenas cotidianas, cuestionamientos sociales, políticos y familiares. También hay instantáneas de momentos en los que la poesía y su medio ambiente se entrecruzan fugazmente con el realismo más cotidiano y las herencias –literarias y familiares- para construir un puente que atraviesa la brevedad del día, la noche y la palabra. La redondez de cada poema hace pensar en cartuchos de bengala disparados al cielo a mitad de la noche, alumbrando diferentes segmentos del camino con cada fogonazo.
El título del libro se desprende del epígrafe del escritor y ensayista peruano José Carlos Mariátegui, quien fue fundador del Partido Socialista Peruano (renombrado Partido Comunista Peruano después de su prematura muerte a los treinta y seis años).
“La zona imprecisa
entre la tarde y la noche provoca
un zumbido perceptible por los perros y los solos”
-Estoy harto del cielo, dijo el niño de tres años-
Los poemas del libro tienen títulos que oscilan entre la elocuencia (“Proyecto nacional y popular”, “Cada persona un poeta, ok, pero cada verso una maravilla”, “A cada Gramsci su Vaticano”) y el laconismo (“Resolana”, “Cencerro”). Con el contenido de los poemas ocurre otro tanto: algunos se pueden leer como postales de la historia familiar, anécdotas de pueblo o discusiones de sobremesa; otros son más crípticos y apuntan con el dedo a un punto lejano en medio de la inmensidad de la noche. El equilibrio entre ambos extremos aparece puntuado en algunos versos específicos, en ciertos giros sorpresivos que hacen el camino inverso a lo que se conoce como “bajar a tierra”.
“Los escritores deberían blanquear sus covers
el público se lo agradecería”
-Tiempo real-
En una pausa entre la presentación del libro Preparación para el amor, de Leticia Obeid y los preparativos del viaje al Festival Internacional de literatura de Tucumán, Alejo Carbonell se hizo un tiempo para conversar con Marcha sobre sus ideas acerca de la poesía y la edición independiente.
En la contraportada de Elena Anníbali para Sendero luminoso hay una comparación con un Cancerbero, que tiene una cabeza que habla de poesía y otra que habla de política. ¿Son prácticas que van siempre juntas en tu caso? ¿Cómo es para vos la relación entre ambas?
Me parece que sí, y también el paisaje, lo cotidiano, lo que te contó el vecino, lo que te acordaste que hacías cuando eras chico: una bolsa donde se mete la mano a tientas y sacas tres o cuatro cosas distintas, juntas.
¿Hay una intención de fusionar la poesía con la narrativa? Son bastante narrativos tus poemas. Casi que podrían sintetizar una época o una vida.
Lo que pasa es que como lector cada vez me interesan menos las categorías genéricas, si a eso le sumás que escribo poco, y que escribo como puedo… ¿para qué querría atarme a un género? De modo que no hay una intención de fusionar poesía y narrativa, más bien la necesidad de ser fiel a determinado discurso utilizando lo que tengo a mano.
En tus poemas hay mucho trabajo con la oralidad. Casi que no parecen escritos, sino nacidos del habla, a la manera de los antiguos rapsodas, encajando las palabras en voz alta. Es de suponer que lleva mucho trabajo de corrección conservar esa naturalidad. Los personajes (incluso la voz narradora) hablan como lo harían en la vida real. ¿Cómo es tu proceso de escritura y reescritura, cuántas correcciones hacés habitualmente, qué tiempo de estacionamiento le das a cada libro? ¿Esperás que aparezcan solos o escribís un poco todos los días. ¿Hay un método o trabajás de manera intuitiva, fluctuante?
En general me aparece una idea antes que un programa, pero no anoto de inmediato nada. Si la idea persiste, si más adelante me doy cuenta de que eso me quedó, creo que ahí hay algo, y se termina uniendo con otra idea y otra. Ese podría ser el germen de algo. Ahora por ejemplo unos amigos me hicieron notar que hace unos días había hablado durante un asado de tres cosas distintas pero del mismo tenor. Yo me acordaba sólo de dos, así que les tuve que preguntar por la tercera. A eso lo junté con algo que vi en la tele, y con otra que vi en las paredes de la ciudad. Con todo ese material pretendo escribir un poema de treinta versos.
Igual escribo muy poco, estoy boludeando con el poema meses hasta que me parece que le saco los bordes que no me gustan… pienso muchos los versos cuando voy en colectivo, hay algo de esa cadencia urbana que me ayuda.
¿Cuáles son las lecturas tempranas que te empujaron a escribir? ¿A qué autores siempre volvés para refrescarte? ¿Qué libros –que no hayas editado- te han resultado un hallazgo en los últimos años?
De chiquito me leí todos los libros de aventuras que me crucé, después hice un salto medio abrupto a la biblioteca familiar: Tuñón, Asís, Gelman, Girondo, Olivari, Juanele… de todo eso sólo vuelvo a Juanele, a lo otro lo tengo como un recuerdo confortable.
De los últimos años me gustaron: El mosto y la queresa de Mario Castells, Gracias de Katchadjián, Goebbels blues de Petula, El increíble Springer de Damián González Bertolino, por nombrar algunos, pero son muchos más. Publicados en Córdoba muchos también.
Hay en el catálogo de Caballo Negro una selección cuidada de los títulos en las diferentes colecciones. Los libros se van publicando con cierto tiempo entre uno y otro, como obedeciendo a decisiones largamente meditadas. Hay cierta heterogeneidad, temática como de estilo ¿Cuál sería el criterio que lleva a que se encuentren Cristal con Saint-Exupéry, Gandolfo con Jamandreu o Sosa Villada con Obeid? ¿Cuál es el denominador común que tienen estos autores para ser partes de ese todo que es Caballo Negro?
Hay más de un criterio, y a su vez ninguno de los libros cumple estrictamente con todos los criterios. La idea inicial es que cada libro tiene que funcionar bien como artefacto, pero que además de eso funcione bien dentro de la colección, que discuta con tal o cual libro, que vaya a la par de tal otro, que genere tensión hacia adentro del catálogo. Y Finalmente, que cada colección arme un mosaico con las otras. No publicamos nada que no nos guste porque después salimos a defender mucho nuestros libros, de modo que la primera puerta sería el gusto propio, pero eso no alcanza a ser un criterio. Hay una parte de intuición también, creo.
Tus publicaciones arrancan por la misma época que el sello independiente La Creciente, del cual fuiste coeditor ¿La escritura llevó a la edición o viceversa?
Sí, es una experiencia común a un montón de editores: en vez de salir a buscar una editorial para que te publique lo hacés vos y después te queda el gustito en la boca y ya le publicaste un libro a otro, y al tiempito estás aprendiendo de papeles y tipografías.
El autor y el editor son actores cuya imagen requiere una construcción diferente para circular en el ámbito literario. ¿Cómo conciliás estos dos roles en una sola persona? ¿Uno de los dos prevalece sobre el otro, buscás equilibrarlos o te es completamente indiferente el asunto?
Bueno, escribo poco y edito mucho, así que tengo la excusa perfecta para escribir poco. También es cierto que ya tengo algunos libritos publicados, y estoy más grande, entonces no escribo con ansiedad, tengo la energía puesta en la edición, y escribo cada tanto.
Igual, no hay que construir ni una imagen ni nada, me parece más honesto dedicarse a editar o escribir lo mejor posible para intervenir en lo que quieras desde ahí.
¿Se puede vivir de la escritura o la edición en Córdoba? ¿Cómo ves el asunto después de más de una década escribiendo y editando?
Sí, se puede, pero es rara esa fantasía de “vivir de la escritura”… Ponele que se pueda ¿y? ¿Marcharían hacia la profesionalización? Hay muy pocos que viven de sus libros, hay varios que vive de tareas vinculadas a la escritura (sus libros, talleres, clínicas, charlas, artículos, etc.), hay otros tantos que vive de hacer todo eso y además editar y también quienes viven solo de la edición. Nada de eso indica que produzcan ni peores ni mejores libros, que es lo que debería preocuparnos.
¿En qué estás trabajando hoy?
Una novela que tiene menos páginas que telarañas.
Has dictado talleres y clínicas de escritura durante años, con reputación de corrector exigente y meticuloso ¿Cuál es el vicio más frecuente entre las personas que recién empiezan a escribir? Si el cartel que Dante cuelga en la entrada del infierno dice “Lasciate ogne speranza, voi ch’intrate”, ¿qué diría el cartel a la entrada de tu taller?
No soy un corrector meticuloso. Me gusta mucho meterme con los contenidos de los textos, con las ideas, y trabajar los relojitos partiendo desde eso. Se trata de vincular la voz de un escritor a otras ideas, lecturas y escritores para que lo suyo fluya mejor, pero no soy un buen corrector, para nada. El cartel diría “traigan mate”.
Alejo Carbonell (Concepción del Uruguay, Entre Ríos, 1972) Reside en Córdoba hace más de diez años. Fue coeditor de la editorial La Creciente. Publicó Hache o cruz (2004), No nada nunca; Pescados (obra distinguida con el premio Luis de Tejeda 2006) y Rocamora (2008). Fue compilador y prologuista de la antología de nueva narrativa cordobesa 10 bajistas (Eduvim, 2008). Ha publicado en diferentes medios locales y nacionales. Desde 2009 dirige la editorial Caballo Negro, de la cual es fundador.