En distintos puntos del territorio platense, se delinean vidas que se atreven a ser y nombrarse por fuera de los estereotipos binarios. En este contexto transfeminista en alza y con una marea verde incontrolable, las voces de quienes vienen a romper los estereotipos de una masculinidad normativa que mata y abusa.
Fotos y texto por Ariell Carolina Luján / Ilustración: Loto Mutante
Cuando comencé a pensar en las masculinidades contrahegemónicas, no violentas y no abusivas, y a la feminidad no víctima y no callada, me encontré con lo trans como toda una filosofía de vida. Una perspectiva que se vive en primera persona y se transporta a la cotidianeidad rompiendo todos los binarismos y las concepciones hegemónicas de la realidad. Fue cuando emergieron las voces de Eidan, Valentine y Yoseph, quienes nombran otras formas de habitar la masculinidad, esa que hace de lo personal una profunda transformación colectiva.
Eidan Logan Matelica toca el timbre y pasa a mi hogar, “Casa Taller A(r)marse”, y como tantas otras veces, nos abrazamos y reímos. Hay una complicidad acuariana en nuestra amistad, de esa que te lleva a estar charlando durante horas y a construir nuevos pensamientos y formas de accionar. Tiene 27 años y se autopercibe como una masculinidad contrahegemónica trans-disidente y mutante. Admite que va cambiando el rótulo para nombrarse, aunque aclara que siempre es desde lo trans. Creció en una familia numerosa y reconoce que, más allá de las violencias padecidas, -“lo único bueno”-, fue que no le hayan impuesto un rol de género, así que en su casa pudo vestirse como le daba la gana.
Se educó en una escuela católica donde le obligaban a usar uniforme con pollera, entonces, pelear para ir con pantalones fue de sus primeras resistencias y activismos. Recuerda el bullying de sus compañerxs y maestrxs como algo traumático y sustancial en la conformación de su identidad y con solo 10 años ya olfateaba un futuro donde las opciones eran o el empoderamiento o el closet del silencio.
Valentine Bruno tiene 19 años. Conocerle significa adentrarse en la adolescencia de estos tiempos, completamente distinta a la que vivimos quienes la pasamos hace varios años. Con muchas más herramientas para nombrar al mundo que le rodea, me cuenta en el living de “Trolosa” que la transición en la adolescencia le resulta conflictiva e incómoda, y que el adultocentrismo es uno de los principales factores. La duda y la infantilización constante que el mundo adulto confiere sobre él le resulta insoportable.
Valentine creció en una familia marcada por una fuerte presencia materna que lo acompañó en su proceso identitario, pero reconoce que el terreno se ponía hostil cuando no respondía al rol bio asignado femenino. A sus 16 años se fugó de la heterosexualidad obligatoria hacia el lesbianismo y a sus 18 se reconoció como una identidad transmasculina no binaria. Para elle salir del binarismo es un mundo de posibilidades donde la feminidad y la masculinidad no son estereotipos estáticos, sino que confluyen y fluyen más allá de lo que la heteronormativa intenta encasillar.
Yoseph Bartolomé es docente, de 27 años, y se autopercibe como una masculinidad trans. Nos conocimos en Jujuy hace varios años, es mi primer amigo trans, quien me acercó a este mundo del renombramiento identitario y su enorme importancia para la transformación del mundo. “Si no somos libres para ser quienes deseamos y sentimos ser, ¿qué libertad buscamos?”, suele decir. Su transición no puede contarla como algo lineal, con un principio y desenlace, básicamente, expresa, porque le negaron la identidad. Luego, con dulzura y paciencia explica que fue muy difícil historizarse y que transicionar le permitió hacerlo.
Este proceso no comenzó cuando Yoseph se hormonó por primera vez, fue un devenir introspectivo que el transfeminismo y la proclama #YaNoNosCallamosMás le abrieron, para habitar el silencio con palabras y preguntas sobre qué era la masculinidad. Porque reconoce que los referentes masculinos de su crianza eran los hegemónicos: biovarones que debían ser fuertes y que jamás mostraban sus emociones: “Yo soy una masculinidad, pero no de ésas”, dice.
Territorio Trans
Eidan, Valentine y Yoseph viven en la misma ciudad. La Plata se caracteriza por la diversidad y juventud que atraen las distintas facultades. En sus calles se ven cientos de graffitis de protesta y denuncia, son lxs cientxs que en la última marcha #NiUnaMenos llenaron la calles con frases como “Aborta tu feminismo blanco y transodiante”.
Hasta los 13 años, Eidan era una niña lesbiana que intentaba ser lo más femenina posible. Sentía una fuerte presión social que no le permitía seguir su deseo. Aquellos años de represión y contínuo esfuerzo le dejaron un manojo de ansiedad y angustia que tuvo que regular con psicofármacos. A los 16 años fue el quiebre que lo trajo hasta este momento. Conoció a Candy, su actual compañere, quien lo percibió de inmediato como una masculinidad. Un tono de fortaleza y una sonrisa se le dibuja en el rostro cuando recuerda haberle compartido su incomodidad con su género bioasignado. La respuesta fue el acompañamiento y un camino en el cual se encuentran deconstruyendo y nombrándose hace 10 años.
“Les trans abortamos, existimos y resistimos”
Para Valentine la identidad es una trinchera de resistencia y transformación.
“Generar un espacio separatista en el colegio era imposible”, cuenta. “Las pocas veces que leíamos feminismo, se hablaba de cómo se construye el ser mujer, pero nadie te decía que podías ser otra cosa, que se podía romper esa norma”. Para Valentine, salir de la secundaria le permitió crecer en todos los sentidos. “Entendía que eso era por lo que debía luchar. Era ser mujer y las opresiones del ser mujer, pero yo no me reconocía en ese rol y ese feminismo cisexista no me leía a mí”. “Incluso cuando se habla de #NiUnaMenos, la primera identidad que tiene la agenda en la cabeza, es la mujer cis; y si nos remontamos a observar la historia y la cotidianeidad, a las travestis, trans y toda identidad disidente nos matan en serie y seguimos sin ser nombrades aún estando muertxs”, agrega.
Yoseph comenzó su transición social en el instituto de formación docente. “Me pude nombrar trans cuando encontré a mi niñez trans, y eso fue gracias a Luana. Cuando conocí su historia y a su mamá, me di cuenta que a mi lo que me faltó fue un referente adultx que me escuchara y cuidara”, cuenta. Yoseph era una chonga, una identidad que le fue cómoda por un tiempo, hoy observa que fue en respuesta a lo que debía ser, para él la educación es su espacio de militancia.
“Antes de entrar a estudiar, trabajé un tiempo en el kiosco de una escuela primaria, en ese contexto observé la opresión que desde los estereotipos lastiman a las niñeces, como una tarde que dos nenas jugaban y una le dijo a la otra que se comenzaría a llamar Sofía, su amiguita lo tomó con total naturalidad, y no les costó aceptar su deseo”, y sigue, “en cambio la maestra le dijo que llamaría a una reunión de madres y padres para hablar del tema. Esa situación me llevó a decir “yo quiero estar con ellxs todos los días” y me anoté a estudiar el profesorado en educación primaria. Fue hermoso comenzar las prácticas, ellxs nunca se equivocaron conmigo, siempre me vieron como un varón y fueron muy respetuosxs. Elijo construir a partir de la educación que acompaña y comprende, no que señala y silencia”.
“Elijo construir a partir de la educación que acompaña y comprende, no que señala y silencia”
Eidan cree que la aplicación de la ESI, Ley Nacional 26.150 de Educación Sexual Integral, es urgente y necesaria para educar a la población y contener a las niñeces que no se autoperciben en el binomio bioasignado. “Si vas a jugartela por buscar tu identidad tenés que saber que hay que armarse. Ante la sociedad que nos repudia y ante quienes nos tienen lástima o se ven obligadxs a respetarnos solo porque ahora tenemos una Ley de Identidad de Género que nos resguarda y debemos cuidar entre todes”.
Lleno de una fortaleza construída, me dice que si vas a transicionar tenés que buscar empoderarte. “Hay muchos espacios trans, pero es muy importante buscar y generar también los nuestros, que ante todo no reproduzcan la patologización o los estereotipos de cómo ser trans. La transformación es constante, no somos machos, no nacimos con los privilegios de los biovarones cis, ese discurso sólo invisibiliza las violencias que pasamos justamente por transicionar. Les trans abortamos, existimos y resistimos”.
Gracias a tener la información concreta que le aportaron las redes y espacios transfeministas, Valentine me cuenta la peculiaridad que atraviesa al ser de les primeres que está tramitando un Documento Nacional de Identidad con las siglas NB de No Binarie. “En el trámite del documento sentí que tenía que apresurarme, la presión social te quiere encajar en el binomio una vez que te nombraste trans”, afirma.
“Si sos una masculinidad entonces tenés que tener un DNI que exprese esa identidad. Cuando fui al Registro de las Personas, me dijeron que no había posibilidad de que en mi documento se exprese mi identidad; entonces les contesté que al menos lo hagan con mi nombre y me contestaron que para eso debía poner masculino. Entre el cansancio y la presión acepté, el problema no es con la masculinidad, yo encontré mi expresión masculina y me gusta habitarla, el problema es no tener las posibilidades de nombrar mi identidad en lo legal. Yo no soy varón ni mujer”. A las semanas salió la noticia de que en Mendoza habían aprobado el primer DNI con las siglas NB ; a partir de ese momento, Valentine tramita la rectificación de su partida de nacimiento y el petitorio para la aplicación del fallo mendocino.
“A las travestis, trans y toda identidad disidente nos matan en serie y seguimos sin ser nombrades aún estando muertxs”
Yoseph recuerda todas las veces que lo han ninguneado y violentado las instituciones. “Para nosotres la hormonación es crucial, forma parte de nuestra identidad. Hay muchas informaciones importantes para la salud de nuestras subjetividades y cuerpxs que se nos niegan”, me dice. Yoseph sabe que las leyes existen pero que la pelea para que sean aplicadas es diaria. “Por ejemplo, en cuanto a la menstruación, como “los varones no menstrúan” se nos dice que hay que tomar una alta dosis de testosterona para inhibirla. En ese momento está en juego tu vida, la ansiedad a veces juega en contra y terminamos aceptando sin tener todo el conocimiento para que sean elecciones propias, y no un corrimiento de la norma para que sigamos respondiendo a sus estereotipos”.
Yoseph recuerda con algo de enojo la relación tediosa con el sistema médico. “Cada cuerpx debe poder elegir, menstruar no te hace menos o más masculino. Tomar hormonas no te hace trans, tenemos que informarnos para tomar decisiones que no atenten contra nosotres. En mi recorrido fue necesario hormonarme, con la particularidad de ser un posible gestante, pero no es en todos los casos igual. No podemos permitir que se siga experimentando, tenemos muchos casos de malas praxis y violencias que calan muy profundo”.
Devenir trinchera
Eidan, Valentine y Yoseph cuando hablan de la ley de cupo laboral trans vuelven al mismo terreno de hostilidad donde la resistencia y el activismo se vuelven herramientas de supervivencia. Eidan comenta que muchas veces son víctimas de pinkwashing y campañas políticas que usan su imagen en una suerte de “inclusión” pero que no dudan en dejarlos a la deriva cuando se acaban los contratos. Yoseph habla sobre la precarización, y se siente privilegiado de poder estudiar y resistir desde esa trinchera. Valentine habla sobre la autogestión, pero aclara que a veces es obligada. Lxs tres tienen la certeza de que el derecho a nombrarse es irrevocable y que la incomodidad es una elección de vida en un mundo donde la norma es la cómoda violencia.
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