Por Esteban Marcioni*
Las denuncias por corrupción hacia el intendente de Cambiemos en Lanús y la amenaza de una patota la semana pasada en la puerta del Concejo Deliberante contrastan con la construcción que hizo el oficialismo en la campaña. En sólo cinco meses se pasó del discurso de niños buenos que vienen a garantizar la “pobreza cero”, a su verdadera ascendencia política: el renacimiento del modus operandi del duhaldismo como forma de manejo político en los distritos del conurbano bonaerense.
Grindetti, el barrendero de la mugre de Mauricio
Desde marzo pasado el intendente de Lanús; Néstor Grindetti, se vio envuelto en diversos casos de corrupción de gran impacto nacional e internacional. Su aparición como la firma autorizada para manejar cuentas en Suiza y Panamá vinculadas al grupo Macri no hizo más que comenzar a mover una olla a presión que amenaza con explotar.
Luego de su aparición en los Panama Papers se dio conocimiento público de que Grindetti tenía orden de captura de color rojo (el máximo en la fuerza) en la Interpol desde 2013 por una causa con la justicia brasilera.
Es llamativo que, siendo Grindetti una persona pública, ministro de hacienda en la Ciudad de Buenos Aires durante ese mismo año, no fue detenido con anterioridad. La única explicación que dio el intendente fue que esa causa estaba prescripta y la orden de detención, vencida desde marzo de este año. Lo que no desmintió Grindetti es que al momento de la postulación como candidato a intendente de Lanús –y en el momento mismo de su victoria– estaba siendo buscado por la Interpol con el mismo “grado” de búsqueda que, por ejemplo, el narcotraficante de origen mexicano Chapo Guzmán. Pese a eso, nunca fue detenido ni se dio a conocer la situación.
Pero la saga Grindetti continúa… Hace pocos días trascendió que estaba inhabilitado por la justicia comercial de la Ciudad para formar sociedades comerciales producto de una causa por quiebra de una empresa.
La denuncia de que el intendente invitó a su gabinete a un spa con gastos de más de sesenta mil pesos costeados por fondos de los vecinos y vecinas de Lanús generó indignación y bronca. Según se supo, se trató del financiamiento de una “experiencia de relax” para 12 funcionarios del gobierno de ese municipio en el lujoso Polo Hotel Resort & Spa, de Open Door.
Más allá de los escandalosos casos de corrupción vinculados al intendente, desde numerosas organizaciones populares de Lanús se vienen denunciando cuestiones que van al hueso de la gestión Grindetti y que preocupan gravemente, como el hecho de que un asesor del municipio en materia de seguridad, Rubén Baca, está denunciado por protección de “peces gordos” del manejo de prostíbulos de la zona sur de la provincia de Buenos Aires.
El control de la calle: la escuela de Duhalde y Quindimil
Poco después de la rebelión popular de 2001, el clima era cada vez más turbio y en distintos puntos del conurbano bonaerense se repetían episodios extraños: movilizaciones donde se veía a sospechosos motociclistas o conductores de autos que atropellaban y le disparaban a la gente movilizada. Así sucedió el 6 de febrero de 2002, cuando con ese modus operandi asesinaron a Javier Barrionuevo en Esteban Echeverría.
Poco después, en abril de 2002, cuando la Coordinadora Aníbal Verón se movilizó al Municipio de Lanús por el pago de los planes de empleo, se repitió la escena. En este caso, el distrito era gobernado desde hacía veinte años por un exponente de los barones del conurbano, Manuel Quindimil.
Ese día un motociclista, que después se supo que era del Servicio Penitenciario, disparó contra la movilización que se realizaba frente a la municipalidad en la avenida Hipólito Yrigoyen, ex Pavón, dejó a un militante herido de bala y sentó antecedente para el recrudecimiento de la represión a la protesta, que terminó con el asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki el 26 de junio de 2002. Eduardo Duhalde era el presidente en ese entonces. El duhaldismo todo sabía que la calle estaba en disputa y no estaba dispuesto a regalar ni medio centímetro, aun a costa de balas y muertos.
14 años después, con un gobierno amarillo en el distrito, numerosas organizaciones populares de Lanús, entre ellas el Frente Popular Darío Santillán marcharon al Concejo Deliberante el día que se iba a presentar, casi de apuro, el intendente Grindetti, adelantándoe a la interpelación dispuesta por ese Concejo sobre su vinculación con los Panama Papers.
La movilización transcurrió pacíficamente, el intendente y sus funcionarios pudieron entrar al Concejo sin problema, hasta que por una de las esquinas, una patota de veinticinco personas vinculadas al gobierno municipal apareció con gestos amenazantes y, al ver a unos manifestantes que se retiraban del lugar, abrieron la cabeza a uno de los jóvenes con una llave cruz y dispararon cuatro tiros al aire, de los cuales una habría impactado en el pie de uno de los manifestantes mientras se retiraban.
La explicación de fuentes del municipio a los medios es similar a la que dio el duhaldismo, y particularmente Quindimil en el 2000: “Una trifulca entre manifestantes”. Hoy, igual que ayer, lejos estuvo de eso. ¿Por qué? El secretario de seguridad del municipio se encontraba en el lugar, dos patrulleros de la policía local estaban en la misma esquina donde la patota disparó contra los manifestantes y se quedaron de brazos cruzados casi como si hubiera alguna orden de no meterse.
La pregunta es entonces, ¿cuál sería el interés de Grindetti de mandar a una patota a dispararle a poco más de cien vecinos que se manifestaban de forma pacífica?
Al parecer, el “control de la calle” con fuerzas de seguridad o patotas tercerizadas no fue sólo patrimonio de los barones del PJ. Al igual que hace 14 años, el intendente parece estar dispuesto a impedir que se cuestiones y ventilen los casos en los que se encuentra involucrado. Al fin y al cabo, Grindetti es Macri. Es, desde Sevel en adelante, el cajero de la familia, y las denuncias a él salpican al Presidente de la Nación.
Si en 2002 el duhaldismo no estaba dispuesto a ceder ni medio centímetro a la protesta social, hoy el macrismo –y particularmente su barón más preciado, Grindetti– no quiere enfrentar las cataratas de denuncias de corrupción que se acumulan en su contra.
Quindimil mandó a dispararle a una movilización popular. Esperemos que ese control de la calle y de la protesta no sea el que aplique, de aquí en adelante, el cuestionado intendente. En menos de cinco meses de gestión, el pueblo de Lanús quiere respuestas del gobierno, no impactos contra quienes se expresan en las calles.
*Es militante del Frente Popular Darío Santillán en Lanús