El próximo domingo Grecia definirá su nuevo gobierno. El mundo mira hacia Atenas a la espera de la definición de un paso crucial para la definición de la continuidad del poderío europeo. La izquierda tiene grandes posibilidades.
El domingo 17 de junio será, a todas luces, un día crucial para la Unión Europea. Grecia volverá a las urnas tras el fracaso de las negociaciones para conformar un nuevo gobierno, luego de las elecciones del pasado 6 de mayo. El panorama político es complejo y está atravesado por la profunda crisis de los partidos tradicionales -los socialdemócratas del Pasok y los conservadores de Nueva Democracia (ND)- y el avance de las alternativas de izquierda, Syriza, y neonazi, Amanecer Dorado. El sistema parlamentario griego prevé que los partidos ganadores formen una coalición que detenga la mayoría parlamentaria y forme un nuevo Ejecutivo. Algo que, al parecer, sólo podría suceder en dos casos: con una victoria de los partidos tradicionales, que hoy se plantea como una posibilidad muy remota; o si los partidos de izquierda logran formar un nuevo gobierno.
Grecia ‘roja’
Las tendencias publicadas por la gran mayoría de los medios europeos arrojan resultados sorprendentes. La Coalición de la Izquierda Radical, Syriza, lidera todas las encuestas y se posicionaría como primera fuerza política griega. Se trata de un movimiento conformado por 13 pequeños partidos políticos de izquierda, liderado por el joven Alexis Tsipras, referente de las luchas estudiantiles y antiglobalización de principio de siglo XXI. Poco más abajo, en cuarto lugar, se colocaría la Izquierda Democrática (Dimar), aliado natural de Syriza que, de obtener el número esperado de parlamentarios, cerraría la confección de un gobierno de izquierda en Grecia. Ese es el claro objetivo planteado por el mismo Tsipras, que quiere evitar a toda costa volver a negociar con los partidos de centro.
El principal punto de demarcación de la política griega actual es la posición a adoptar frente al ajuste impuesto por la Troika, como se ha dado en llamar la triada conformada por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. A cambio de una serie de paquetes de ayuda, estos organismos obligan a Grecia a reducir el gasto público, fomentar despidos masivos, congelar salarios y jubilaciones y legislar en favor de grandes empresas -la mayoría transnacionales- para que éstas “motoricen la recuperación”. Desde el comienzo de la crisis las consecuencias de estas políticas han resultado en una situación social desastrosa, con los indicadores sociales más alarmantes de la historia griega desde la ocupación nazi-fascista.
La opción de izquierda es hoy la única que propone abandonar el camino impuesto por los organismos internacionales. En el programa presentado por Syriza para las próximas elecciones, figura como primer punto la auditoría de la deuda pública y la suspensión de pagos “hasta que se haya recuperado la economía y vuelva el crecimiento y el empleo”. La aceptación de las condiciones impuestas por la Troika sin embargo es una de las condiciones para seguir recibiendo la ayuda para Grecia. Para enfrentar el déficit, la izquierda plantea gravar los sectores más pudientes de la sociedad a través de la suba de hasta un 75% de los impuestos a la renta, a ganancias, a las empresas transnacionales, a la iglesia -hasta hoy exenta y principal propietaria de las tierras griegas- y generar una nueva tasa a las transacciones financieras y a los productos de lujo. Allí se retoman inclusive antiguas reivindicaciones sociales y políticas de la izquierda griega, como la nacionalización de ferrocarriles, aeropuertos, bancos, correos y agua, utilizar los edificios del gobierno, la banca y la iglesia para alojar a las personas sin hogar, crear comedores en los colegios públicos con desayuno y almuerzo gratuito, abolir los privilegios de los parlamentarios, sanidad pública gratuita, igualdad salarial para hombres y mujeres, despenalización del consumo de drogas o la retirada de las tropas griegas de Afganistán y los Balcanes.
En cuanto a la situación europea, llama la atención la propuesta de someter a referendum vinculante todos los tratados de la UE, en clara contradicción con la tendencia impulsada hoy por la conducción político-financiera alemana de la UE. Y es justamente esto lo que más preocupa a los grandes poderes europeos. La probable victoria de la izquierda griega representaría un retroceso en la política impulsada por liberales y conservadores en la Unión desde su creación y sería un avance de los países ‘díscolos’, poco propensos a seguir las férreas normas fiscales impuestas por los países centrales. Esto sentaría un precedente muy interesante para países como Portugal, Irlanda o inclusive Italia que, de funcionar el modelo griego, podrían comenzar a cuestionar las recetas europeas. Un panorama que podría enfurecer a los sectores financieros alemanes, principales inversores en los paquetes de ayuda.