Por Mariano Pacheco. Tercera y última de una serie de notas sobre Glauber Rocha y el Cinema Novo Brasileño, un cine desde abajo que busca abrirse nuevos caminos para un nuevo arte, en un nuevo país, y un nuevo mundo.
Glauber Rocha en el siglo XXI
Los vínculos, tanto estéticos como políticos, entre Argentina y Brasil han sido una constante desde el nacimiento mismo de ambas patrias. Opacados por la supuesta distancia insalvable entre el idioma hablado por los habitantes de uno y otro suelo, muchas veces –estos lazos– han pasado desapercibidos o han sido colocados en un lugar secundario respecto de nuestras relaciones con otros países del continente, o aún de otros (sobre todo el europeo).
De los vínculos entre los Nuevos Cines de las décadas del 60 y del 70 de ambos países habría mucho para decir. Pero no ha sido el objetivo de este ensayo. Quisiera, de todos modos, realzar ahora un breve comentario, rescatando algunas de las líneas escritas por Fernando Martín peña en un artículo (“Pasos perdidos: Glauber Rocha en Argentina”) en el cual da cuenta de estos lazos. Dice que hasta 1968, si bien el público argentino no había estado muy familiarizado con el NCB, de todos modos, sí lo habían estado algunos de los más importantes realizadores del Nuevo Cine en Argentina, como Fernando Birri, Jorge Cedrón y Raymundo Gleyzer, con quien se entrevistará clandestinamente en 1975. De todos modos, en ese mismo año 1968, Dios y el diablo en la tierra de Dios fue estrenado en Buenos Aires, incluso con la presencia de Glauber Rocha, logrando así mejores repercusiones y una permanencia en cartelera durante cuatro semanas, además de una elogiosa crítica en el diario La Nación.
Horacio González (“El pensamiento de Glauber Rocha: las contigüidades de la memoria”), por su parte, ha destacado que “su cine es una investigación inconclusa sobre la realidad de las artes contemporáneas junto al demonio de la política”. Investigación inconclusa y, por lo tanto, factible de ser reactualizada hoy. De allí nuestro interés, el de los jóvenes que en el nuevo milenio buscamos también encontrar nuevos caminos tanto en el arte como en la política.
En este sentido podría decirse que hoy la figura de Glauber (y, puntualmente, su espíritu de ruptura y de lectura crítica), como hombre político y como artista audiovisual, “dos valores desagregados y disociados, en este nuevo milenio, en las artes y en el quehacer audiovisual del continente americano” –según palabras de Jorge La Forla en “Glauber Rocha y la pasión audiovisual”–, hoy –decía– la figura de Rocha se torna un ejemplo a ser reactualizado, en la perspectiva de gestar un legado crítico latinoamericano que abra nuevas interrogantes ante este nuevo escenario geopolítico continental y mundial.
Si es cierto, como sostuvo Fernando Birri (en “Exilio, sueño, poesía”), que toda cultura de resistencia es activa y crítica, entonces –hoy más que nunca– Glauber se merece un lugar –un lugar importante, diría– dentro de la amplia constelación estético-política que necesitamos en Nuestra América para avanzar en cambios sociales, políticos y culturales de largo alcance. Cambios que deberán partir de una revisión crítica del pasado (de las victorias, de las derrotas y de los fracasos) y de una apuesta permanente por gestar dinámicas de participación y creación que superen los lugares comunes del vejo recetario que las izquierdas, cada tanto, vuelven a proponernos como si nada hubiese pasado.
Antes de finalizar, estas palabras de Glauber Rocha:
“Todo un pueblo puede ser creador, artista, y este sería el sentido total de una revolución por la cual, con mi acción, me arriesgo hasta la muerte. Pero no hago de la muerte un heroísmo de autocastigo. La revolución, para mí, significa la vida y la plenitud de la existencia, es la liberación mental: esto transforma la fantasía del inconsciente en nuevas realidades revolucionarias. Es la integración de la vida en la revolución. El revolucionario no debe solamente hacer la revolución, debe ser la revolución: ésta es la gran inspiración del Che”.
Inspiración rebelde, contestataria, revolucionaria, que en este nuevo siglo recorre nuevamente el mundo.