Por Cezary Novek
Una lectura de Cuando amanecen inviernos, primer poemario de Dante Minervi.
He visto las tinieblas
desde tus entrañas
El primer libro de poemas de Dante Minervi es un breve recorrido sobre el dolor de la ausencia de un ser querido. Con ecos de La amada inmóvil, de Amado Nervo, y Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de García Lorca, Cuando amanecen inviernos (Pan Editora, 2018) explora el duelo por la muerte de la madre. A lo largo de sus páginas, los poemas exploran el trayecto que va desde los momentos finales hasta la instancia en que los recuerdos se van diluyendo y sólo quedan vestigios que la memoria trata de aferrar. Es un canto a los terrores de la vida adulta también, ya que no hay nada más terrible que el ser testigo, a medida que pasan los años, de cómo el universo que nos vio nacer se va desintegrando minuciosamente hasta terminar habitando la soledad de la propia conciencia.
La frialdad resultante de ser conscientes de la finitud y la separación de la materia, otro de los temas que ocupan el libro de Minervi, es expresada de a cuentagotas, en dosis homeopáticas. Los versos son breves y lacónicos, conteniendo el dolor en pequeñas vasijas que se atesoran con cuidado ya que incluso el dolor es una manera de mantener vivo el recuerdo.
No es una lectura emotiva ni que cae en golpe bajo. La tristeza se graba en el cuerpo y es la carne la que llora la carne querida. Las salas de espera, la evolución inexorable de la enfermedad, el caos del final y el silencio helado de cuando ya todo pasó son los peldaños que constituyen este breve viaje.
Cuando amanecen inviernos es una narración del dolor en forma de poemas. Nos cuenta la historia de un desprendimiento a través del recorrido por los espacios vacíos que deja ese cuerpo que ya no está. Fruto que llora al árbol. Carne que añora la carne. Y la eterna pregunta de cómo se llenará ese vacío que habita en el interior y que acompaña a donde sea que se camine. Podrás cambiar de país pero no de pozo, parece decir entre líneas, antes de sugerir que la muerte ajena nos duele pero sobre todo nos aterra porque nos recuerda nuestra propia finitud: cada deceso nos acerca un paso más al propio final. Un momento que por ser individual e intransferible, subraya la soledad de la existencia humana, eso que Diego Arandojo describe muy bien el prólogo como “el silencio que aterra”.
Dante Minervi
(Córdoba, 1982) Protesista dental y escritor. Cursó talleres de escritura con Nicolás Viglietti. Publicó poemas y microrelatos en la revista digital Lafarium y diversos sitios de internet. Participó con un poema del proyecto Bisiesto (2016) de Nicolás Lepka. En 2017 fue seleccionado por el portal literario Diversidad Literaria de España para formar parte de una antología de haikus y en 2018 participó del libro compilatorio sobre los veinte años de Lafarium.