Por Carla Perelló y Laura Salomé Canteros / Foto por Julieta Lopresto
El vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, dio una clase magistral el viernes pasado en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Luego brindó una conferencia de prensa a la que Marcha accedió.
Habla pausado, genera tensión y atención. “Soy un convencido de que América Latina sólo va a poder convertirse en dueño de su destino en el siglo XXI si logra constituirse en una especie de estado continental plurinacional que respete las estructuras locales y culturales de cada país”, afirmó, y arrancó la ovación de todo el auditorio. La frase fue del vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Álvaro García Linera, tras la clase magistral que brindó el viernes pasado, en el marco del lanzamiento de la Fundación Germán Abdala, en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Con un discurso que se basó en la lectura del momento actual que atraviesan lo que él considera gobiernos progresistas y revolucionarios y en los errores que se cometieron desde los gobiernos y permitieron el avance de la derecha en la región, García Linera encendió luces de alarma pero también trajo calma para las bases: “No debemos asustarnos, debemos prepararnos”, afirmó. Y citando a Lenin, a Antonio Gramsci y a Carlos Marx, leyó los procesos actuales como oleadas, con flujos y reflujos que consisten en el ascenso, la estabilización y el repliegue, iniciadas a fines de los 90´, “No estamos en un buen momento, tampoco es un momento terrible, es un momento de inflexión histórica”, afirmó.
“Luchamos por la democracia, la igualdad de oportunidades, la justicia y la revolución de nuestro continente. La revolución es continental o mundial o es caricatura de revolución”, dijo, y sostuvo que “no hay proceso revolucionario que no se consolide si no avanza, las revoluciones no se consolidan protegiéndolas, las revoluciones se consolidan avanzando, profundizándose. La revolución es un tipo de institución o de relación social mejor que sólo puede vivir si se profundiza. Hay otros seres, otras instituciones que viven si se las preserva, si se las resguarda. La revolución, no. Si quieres resguardarla, profundiza; si quieres protegerla, radicaliza. Y en esos pasos estamos”.
En el análisis de García Linera no estuvo ausente la mención al golpe institucional contra la Presidenta Dilma Rousseff, y definió a la derecha como las “fuerzas conservadoras que están dispuestas a usar mecanismos no necesariamente democráticos para retomar el poder”, y que “simulan la participación, pero en el fondo son autoritarios, son déspotas, son rosqueros, son oligarcas”.
Al finalizar el encuentro, Marcha participó de la conferencia de prensa donde accedieron sólo algunos medios. Allí, el rol y las tareas de las bases y de los movimientos populares en resistencia fue uno de sus temas de reflexión.
Las claves para la resistencia y una segunda oleada de gobierno progresistas y revolucionarios
-En el camino a esa segunda oleada de gobiernos progresistas y revolucionarios en América Latina, ¿cuáles considera que deben ser las tareas y las estrategias de los movimientos populares y de las bases tanto en los países en resistencia como en los que cuentan con el poder político?
Es necesario un proceso de rearticulación en oposición. Porque una cosa es articularse en gestión de gobierno o acompañando gestión de gobierno y otra cosa es articularse en oposición y, ahí: mucho tacto. No arriesgarlo todo en una batalla, saber acumular fuerzas, ser audaz, ampliarse, movilizarse, saber habilitarse a los nuevos lenguajes que tiene toda una nueva generación de personas que han sido educadas de otra manera que ya no vienen de los tiempos de la dictadura, que su experiencia política es el fin del neoliberalismo y de los gobiernos progresistas y que, por tanto, traen otras sensibilidades en el cerebro y en el espíritu que no siempre sabemos entender.
Ésta puede ser una batalla de largo aliento y uno cree que puede cambiar el curso de la historia en una sola batalla: cuidado. Si no calculas bien toda tu fuerza se pasa al adversario. Todo lo que acumulaste en uno o en dos años por un mal cálculo lo entregas gratuitamente a tu adversario.
-En países como Argentina existe una gran división en los movimientos del campo popular, ¿cuál es su lectura?
Que ésta es una gran debilidad. Si algo ha enseñado América Latina en los años 2001, 2002, 2003 y 2005, en Bolivia, por ejemplo, es que si hay unidad, hay victoria. Cuando hay división nos va mal. ¿Qué tiene el pueblo? El pueblo no tiene medios de comunicación, no es rico, no tiene bancos, no tiene papeles off shore en Panamá. El pueblo es pueblo, solamente tiene su fuerza moral. Y cuando está dividido esa fuerza moral está fragmentada. Entonces va a ser siempre objeto de la dominación de los poderosos. ¿Cómo vencer la fuerza del dinero? Estando juntos. ¿Cómo vencer la fuerza de los medios de comunicación que forman todo un conglomerado oligárquico de información? Con la unidad de los trabajadores. Bolivia, y creo que también Argentina, ha mostrado que no es posible avanzar si no hay una unidad.
No debemos separarnos en función de lo que diferimos, que eso muchas veces hace la izquierda. Se trata de unirnos en función de lo que nos une, no en función de los planes estratégicos para el año 3005, porque ahí nunca vamos a encontrar unidad.
Entonces, hay que cambiar de actitud: generar unidad, tener capacidad de acumulación de fuerzas y capacidad de articular con otros sectores. Hay otra juventud que tiene otros lenguajes, que habla de otra manera, que usa otros sistemas de comunicación que nosotros debemos saberlos incorporar, entender y aprender y siempre avanzar en función de acciones tácticas y para llevarla a cabo no es necesario hacer un gran acuerdo programático: deja el acuerdo programático para de aquí a dos años, ahorita avanza en función de la táctica. Ahí, conoce a tu amigo, comparte con tu amigo que no es tu adversario, es tu compañero.
Ahorita es un momento de avanzar en acciones concretas convergentes entre distintos sectores y no arriesgarlo todo todavía, no es tiempo de arriesgarlo todo. Hay que acumular más fuerza, más organización, más unidad y luego se verá si se da una gran movilización que se arriesgue todo, pero ahorita no estamos con la suficiente fuerza para ello.
-¿Qué se hace, entonces, para sacar de la apatía, del aislamiento y quizá de la frustración a los sectores populares para que vuelvan a confiar en un proyecto político y que cambien nuevamente los tiempos en esos países en resistencia?
Los procesos revolucionarios tienen momentos de ascenso, estabilización y repliegue. Cuando llega el descenso, es un descenso emotivo, corporativo, de desánimo o de individuación, eso es normal. Lo anormal sería un proceso ascendente ininterrumpido, infinito. Y eso nunca pasa, ni siquiera en la teoría sucede, porque las personas después de hacer la asamblea, la movilización, después de haber arriesgado la vida, tienen que llevar al hijo al colegio, limpiar la casa, cocinar, preocuparse del abuelo y de la abuela, vuelven a su cotidianidad. Ahí lo importante es saber trabajar las redes propias de comunicación de esos momentos de reflujo.
Cuando estás en ascenso los sindicatos son los grandes emisores de sentido común, de propuesta y de proyecto, pero cuando hay reflujo hay otros mecanismos de diálogo: está la televisión, la radio, están los comentaristas, las telenovelas, las series, están las redes sociales, el grupo de amigos, el teatro, el cine y tú tienes que tener la habilidad de desplegar de manera multiforme tu presencia en cada uno de esos escenarios. Todo eso es político, porque el acto cultural es político. Y tú tienes que tener presencia discreta, no exagerada, no mediante un vanguardismo abusivo, sino como decía Lenin, hay que estar un paso y solamente un paso más adelante que el resto de la gente. Y en los momentos de reflujo social hay que saber utilizar cada uno de estos mecanismos culturales y cotidianos, no despreciar ninguno.
En el descenso social, son éstas redes capilares las que tienes que poner en funcionamiento y eso requiere de un trabajo paciente. Hay que ser gramsciano en estos momentos, luego vendrá el tiempo de ser leninista. Pero ahorita, mucho Gramsci: mucha cultura y mucha capilaridad en las cosas sencillas, cotidianas de lo que hacen e interesa a los jóvenes y la clase media. La música, el teatro, la literatura, el pequeño debate, la artesanía, los recursos naturales y el medioambiente, por ejemplo. Tienes una infinidad de vasos capilares de construcción de sentido común y ahí hay que estar presente. No sé cuánto durará ese proceso, pero tienes que estar presente.
-¿Y cómo define “sentido común”?
El sentido común son los preceptos íntimos morales y los preceptos íntimos lógicos con los que uno organiza su vida, la vida familiar, la vida escolar, la vida diaria. Hay que llegar a esa intimidad del ser humano y eso es a través de la cultura, del debate, de los medios de comunicación. Entonces uno tiene que utilizar todas las herramientas a su alcance, sin discriminar una sola. Es tan importante estar en un debate televisivo en la red más importante como estar en un debate académico o en una reunión de asamblea de algún sindicato. Todos son importantes y en todos ellos tiene que estar el proyecto revolucionario difundiendo sus puntos de vista, creando sentido común, difundiendo preceptos lógicos, en el fondo la política es eso. La política es la lucha por el sentido común de una sociedad.
Las limitaciones y la esperanza de los gobiernos progresistas y revolucionarios
Álvaro García Linera sostuvo en su disertación que hace al menos 10 años que el continente vive su momento de “mayor autonomía y soberanía desde la construcción de los Estados”, y basó esta reivindicación de los gobiernos en cuatro pilares que consideró fundamentales: la participación los pueblos en la política, el Estado presente, la economía con carácter de redistribución de las riquezas y la integración política regional.
Sin embargo, también enumeró las que considera fueron y son las limitaciones de los gobiernos progresistas y revolucionarios de América Latina: la falta de importancia de la economía en las gestiones de gobierno para ampliar el crecimiento; la disonancia entre los discursos políticos y las acciones y la débil reforma moral; la falta de gobernar para todas las personas pero con opción de beneficiar a la clase trabajadora; el error de empoderar políticamente sin empoderar económicamente y el de redistribuir las riquezas sin politización social; la falta de construcción de liderazgos colectivos para dar continuidad a los procesos revolucionarios y la débil integración económica regional.
“Somos el futuro, somos la esperanza, hemos hecho en diez años lo que ni en cien se atrevieron ni dictadores ni neoliberales, hemos reconstruido la patria latinoamericana, la unidad, la esperanza, la movilización, la sociedad civil”, “ellos tienen eso en contra, son el pasado, el retroceso, nosotros estamos con el tiempo histórico”, dijo García Linera cerrando la disertación que a esa altura contagiaba emotividad. “Idea, organización, movilización”, arengó, “cuando hay lucha siempre es un bien tiempo, o en gestión de gobierno o en oposición, el continente está en movimiento, y más pronto que tarde celebraremos esta gran internacional de los pueblos revolucionarios y progresistas con la democracia, la igualdad, la justicia y la revolución en nuestro continente”.
Y para confirmarlo, una vez más, en conferencia de prensa, respondió:
-¿Qué herramientas políticas hace falta crear para consolidar una segunda oleada de gobiernos populares y revolucionarios desde los espacios que sí cuentan con el poder político?
Lo fundamental: una sociedad civil muy vigorosa. Las oleadas democráticas de este siglo están marcadas por la presencia de una sociedad civil activa. Es la derecha la que busca desmovilizarla. En la unidad, en la movilización y en el proyecto de la sociedad civil -sindicatos, opinión pública, medios de comunicación alternativos, profesores, comentaristas, líderes sociales y populares, asociaciones gremiales y barriales- es que radica el poderío para reconstituir una segunda oleada de gobiernos progresistas.
Que ello tendrá de venir acompañado de estructuras políticas, también es cierto, pero lo interesante que se ha dado es que lo social se ha vuelto político. La vieja separación de los años sesenta y setenta que plantea que por un lado está la política y, por otro, lo social, es una falsa escisión. Lo político viene acompañado de lo social y lo social de lo político. Entonces, si tenemos una sociedad civil reconstituida, fuerte, capaz de incorporar a las nuevas clases medias que han sido favorecidas por las políticas sociales de los gobiernos progresistas y revolucionarios, que sepan entender la nueva sensibilidad, los nuevos discursos, las nuevas rutas de construcción de sentido común, la cosa está garantizada.
Un acompañamiento político, una estructura política, multiforme, flexible y un fuerte liderazgo arman la arquitectura necesaria para una iniciativa popular. Si ello lo enmarcamos en un proyecto de revitalización de la democracia, de ampliación de derechos, de reducción de desigualdades, estaríamos en la antesala de una segunda oleada de procesos progresistas y revolucionarios.
Pero lo importante a la vez es que en el camino de resistencia y de propuesta se sepa corregir las cosas que no hicimos bien en la primera oleada. Como, por ejemplo: más importancia a la economía, más importancia a la revolución cultural para politizar las acciones, una articulación internacional más intensa. Se trata de elementos que para la segunda oleada de acción colectiva y de gobiernos progresistas y populares se tendrán que saber superar para que sea más duradera la presencia del pueblo en el Estado.