Por Victoria Sfriso* y Patricia Messa Castany.
El 13 de abril falleció Eduardo Galeano, pero su letra sigue viva. En esta nota, se rescata su búsqueda por generar un relato alternativo al de la Historia, como institución hegemónica y con mayúscula. Específicamente respecto de un grupo segregado: las mujeres.
Hace exactos diez días fallecía aquel que articulaba una voz alta y clara que para los nadies nunca dejará un silencio sino un continuo eco que resuena en las experiencias colectivas latinoamericanas. Eduardo Galeano fue un escritor comprometido con su tiempo y su realidad que denunció con beligerante tenacidad genocidios y dictaduras cuando ese acto le podría haber costado la vida. Puso en crisis esa Historia escrita por los vencedores, los colonizadores, al subvertir la noción de que el protagonista siempre es hombre, blanco, civilizado y yanqui o español. También cuestionó el relato oficial sobre las mujeres, otro grupo invisibilizado. En esta nota, Marcha construye una semblanza sobre ese testimonio.
Supo desmontar los peligros de una historia única que con alardes de creerse “oficial” pretendió silenciar la multiplicidad de mundos que habitan, luchan y conviven en América Latina y el Caribe, o que alguna vez lo hicieron. Es decir, a Galeano le debemos un relato que puja por descolonizar nuestro imaginario popular, uno que queremos seguir contando, profundizando.
La agudeza de su pluma comprometida con la dignidad de los nadies rescata una memoria que nos fue secuestrada, recupera y renombra las historias invisibles, negras, mestizas, originarias. Y las de las mujeres también.
Si ahondamos en las figuras femeninas retratadas a lo largo de sus páginas, percibimos dos aproximaciones bien distintas. En sus crónicas, relatos, poemas y ensayos se detuvo tanto a reconstruir las biografías de mujeres célebres como a mostrarnos heroínas anónimas que sortean el paso del tiempo sirviéndose de las leyendas y los mitos como vasijas donde conservar sus historias. En este doble registro dialogan las vivencias, reivindicaciones y luchas de un continente que camina hacia delante, sin perder la vista atrás ni la memoria.
Sin ir más lejos, en su penúltimo libro, Mujeres, Galeano hace posible que las protagonistas brillen por su luz propia. En esta antología, el autor recoge sus textos más preciados y nos ofrece una dosis de dulce veneno que intoxica a aquellos que desdibujan y silencian las presencias femeninas como protagonistas de nuestra historia. ¿Qué hubiera sido de Cochabamba sin sus mujeres?
“En Cochabamba, muchos hombres han huido. Mujeres, ninguna. En la colina, resuena el clamoreo. Las plebeyas cochabambinas, acorraladas, pelean desde el centro de un círculo de fuego. Cercadas por cinco mil españoles, resisten disparando rotosos cañones de estaño y unos pocos arcabuces; y combaten hasta el último alarido.
La larga guerra de la independencia recogerá los ecos. Cuando la tropa afloje, el general Manuel Belgrano gritará las palabras infalibles para devolver templanzas y disparar corajes. El general preguntará a los soldados vacilantes: ¿Están aquí las mujeres de Cochabamba?”
1812, Las caras y máscaras, Memoria del fuego
Galeano se sirvió de la poesía, en el sentido político de la palabra, para tender hilos de hermandad y sororidad con los que seguir tejiendo una Nuestra América que despierta y brinda cobijo a luchas emancipadoras. No solo puso palabras, sino también el cuerpo, como aquella vez, en 2007, cuando acompañó la campaña “Yo aborté” en Uruguay contra el injusto procesamiento de una joven que desafió el mandato de la maternidad cinco años antes de que se despenalizara la interrupción voluntaria del embarazo.
Para Galeano, permitirnos la posibilidad de pensarnos de otra manera también pasa por impugnar la realidad en clave feminista.
*Integrante de la colectiva diversa y antripatriarcal Desde el Fuego y de Cabaret Literario.