Asumió Gabriel Boric Font como presidente de Chile y más allá de los gestos simbólicos de una transmisión protocolar, se espera de su mandato transformaciones profundas. Tras el desgobierno neoliberal, un traspaso de mando que es más que un cambio de gobierno, es un comienzo de época.
Por Carla Perelló y Laura Salomé Canteros desde Santiago, Chile / Fotos: Gabriela Franchini + Prensa Senado Chile
“Esta vez, el discurso de un presidente electo se escuchó a medio camino entre Plaza Dignidad y La Moneda. Esa es la verdadera esperanza”. La reflexión se escuchó horas antes del cambio de mando tras un encuentro realizado entre activistas feministas y LGBTIQ+ por la municipalidad de Santiago. Hoy asume Gabriel Boric Font como presidente de Chile, y más allá de los primeros gestos políticos, hay quienes apuestan a que el camino que hoy inicia en el país trasandino sea de escucha, participación ciudadana y de transformaciones profundas.
La jornada comenzó temprano en el Congreso de la Nación. Allí, en una sesión que duró más de dos horas asumieron sus bancas 155 parlamentarixs para el periodo 2022-2026 y se eligió a quienes estuvieron a cargo de presidir la mesa del traspaso de mando que son, a su vez, los presidentes de las cámaras: Raúl Soto (Partido por la Democracia), en Diputados y Diputadas; y Álvaro Elizalde (Partido Socialista), para el Senado.
Soto y Elizalde llevaron al recinto las exigencias que el pueblo hizo grito en la revuelta de 2019: “Creo que la Cámara de Diputados, y el Congreso, no pueden restarse de este proceso de cambio, no podemos ser espectadores de lo que está pasando en la sociedad chilena”, sostuvo en su discurso el primero. “Si el objetivo final es la paz social, necesitamos generar condiciones de justicia social, dignidad y la libertad”. Los movimientos feministas y LGBTIQ+, sociales y populares allí estaban con figuras como Emilia Schneider, primera diputada trans; Fabiola Campillay en su banca de senadora. También estaban los carteles por les detenides desaparecides de la dictadura comandada por Augusto Pinochet y los Chicago Boys, las Wiphala y los pañuelos verdes e insignias de las disidencias sexuales.
Mientras se aguardaba la llegada del presidente, la sala se llenaba lentamente de colores y abrazos. No faltaron las selfies entre mandataries y referentes internacionales que hicieron caso omiso al llamado del locutor a sentarse en tres oportunidades. ¿Será la tan mentada tradición republicana conservada por el gobierno de Gabriel Boric? Los 30 años de terror neoliberal deberían tal vez terminar con la formalidad de cartón para dar paso a los cambios reales que desde la Plaza Dignidad se reclamaron elevando las demandas de los territorios, desde las poblas a las zonas de sacrificio.
Tampoco faltaron los gestos de desdén. “Fue la derecha, pero ya acomodamos todo nuevamente”, dijo un trabajador del Congreso que sudaba la gota gorda en la frente. Había tenido que reasignar los asientos a les invitades del ahora presidente, Gabriel Boric, porque una señora coqueta decidió ocupar el centro del palco que daba frente a la mesa del traspaso de mando a la comitiva que acompañaba al saliente Sebastián Piñera. A sus lados, quedaron ubicades referentes de organizaciones sociales, de pueblos originarios, así como internaciones. Entre elles, la escritora Gioconda Belli y Anielle Franco, hermana de la diputada brasileña asesinada Marielle Franco.
Sebastián Piñera llegó al Salón de Honor a las 12.15 y fue aplaudido de forma sostenida, principalmente, por quienes ocuparon el palco en cuestión. Inmediatamente comenzó la sesión de traspaso de mando. Antes, el ministro de Salud autorizó a presenciar el acto sin barbijos. Casi nadie obedeció. Sin corbata y con sonrisa despreocupada, llegó Boric, acompañando con la mirada a su familia, quien emocionada le devolvía los gestos con manos en el corazón y alzando la bandera magallánica.
“Ante los pueblos de Chile, sí, prometo”. De esta forma, Gabriel Boric tomó juramento. Y como clima de época que traspasa los muros, desde lo alto del Senado se escuchó el reclamo, “Viva la nación mapuche” y seguido “Verdad, justicia y memoria por las víctimas de la dictadura y de la represión de Piñera”.
Tras la firma, la entrega de piocha de O’Higgins y la banda presidencial, a las 12.30, y con puño izquierdo en alto, Boric ya era presidente. La primera en prometer fue Izkia Siches, ministra del Interior y Seguridad Pública. Luego, por cuestiones de protocolo, se llamó a les ministres entrantes unx por unx y se les tomó juramento de manera conjunta. Allí, Maya Allende, ministra de Defensa de Chile –y sobrina del expresidente Salvador Allende-, fue de las más aplaudidas en el marco de un acto que se parece bastante a la justicia poética. En derredor, estuvieron delegaciones de Argentina, Uruguay, Brasil, Colombia, Haití, Ecuador, República Dominicana, Países Bajos y España.
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Atrás quedaron los cuatro años del peor presidente de la historia. Sebastián Piñera no solo deja la banda presidencial con los más bajos niveles de aprobación de sus políticas neoliberales sino que no será olvidado por haberle declarado la guerra a su pueblo y haberlo reprimido tras el estallido que reclamó por redistribución de las riquezas y dignidad para la vida entre octubre de 2019 y marzo de 2020.
Afuera, en la calle, entre los pasajes enrevesados de Valparaíso, aguardó parte del pueblo de “Valpo”. “Tenemos presidente, no un delincuente”, se escuchó entre las consignas que traen la sensación de que el cambio de época no es algo que sólo se pronuncia, sino que se espera y mira de cerca lo que sucederá. En esa misma línea, se pronunció ante Marcha Noticias el exvicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera: “Lo que me ha impactado es la imagen que he visto ahí. Una generación de ideas, de personas y de políticas senil y encorvada; y una generación brillante, nueva, joven que se erguía para conducir su país. Creo que eso es una señal para América Latina”. En el mismo sentido, el presidente argentino, Alberto Fernández, destacó el “coraje, la fuerza y las ganas” de la generación que estará al mando los próximos cuatro años.
“Se viene un tiempo que son de transformaciones para la gente, con la gente, que es lo que nos interesa para el día de hoy. Y de reconstruir vínculos que se han perdido”, dijo ante la prensa Camila Vallejo, ministra Secretaria General de Gobierno. Es que, ese es uno de los puntos que hizo mella durante los últimos 30 años y que se pusieron sobre la mesa en 2019. Este nuevo gobierno da las pautas de que ese es el camino que pretende tomar para los próximos cuatro años. “Creemos que podemos hacer las cosas bien para que el pueblo chileno pueda sentirse representado en estos espacios que durante tanto tiempo habían perdido. Se habían perdido las ganas y la emoción de sentirse representado en los espacios políticos institucionales, desde ahí vamos a trabajar”, afirmó la recientemente asumida diputada Ericka “Coca” Ñanco.