Por Lucas Abbruzzese. El fútbol se contaminó hace décadas Dante Panzeri fue el primero en criticar y desnudar hipocresías. De conceptos de juego erróneos y de mentiras que le sirven al negocio y la publicidad, no a la gente.
¿Existe la velocidad en el fútbol? Claro que sí. Pero no la que se acostumbra a escuchar por parte de directores técnicos o futbolistas o periodistas, quienes, la mayoría, no todos, hacen creer que se es rápido cuando se corre grandes distancias y con una aceleración impresionante. Todo insignificante para el fútbol, que necesita volver a tener rebeldes dentro del campo de juego, llenos de conceptos e inteligentes para tomar las decisiones correctas.
No se es veloz en el fútbol quien corra decenas de metros sin parar. No. Eso es lentitud. Velocidad en el deporte de la número 5 es el pique corto, frenar, volver a picar. Retroceder para volver a empezar. Saber cuándo, dónde y cómo hacerlo. Dar la vuelta para encontrar espacios, la profundidad. Se confunde el traslado con la rapidez. Se equivoca el tocar hacia atrás con la lentitud. Un pase hacia atrás puede significar tres hacia adelante. Siempre hay excepciones, como cuando se mal interpreta esa jugada para que quien recibe el cuero le pegue a cualquier lado.
“Ni todas largas, ni todas cortas. Todas cortas es fulbito. Todas largas es rugby”, explicaba Dante Panzeri en su Dinámica de lo Impensado.
Aquellos que aún piensan, o repiten, que el fútbol necesita de veloces para que el juego sea rápido, se confunden. Lo hacen porque hablan de la velocidad del recorrido, no de la del balón. Si no, ¿cómo se entiende lo que practican jugadores como Riquelme o Iniesta? Una vez, Pep Guardiola, quien ya había pasado por la clínica conceptual de Johan Cruyff, le aconsejó a Sergio Busquets acerca de la función del volante central: “Si juegas a un toque, eres el mejor del mundo; a dos, muy bueno; a tres, bueno”.
La pelota debe correr, no el futbolista. No hay mayor velocidad que la del control y el toque rápido buscando superar líneas contrarias. “La velocidad tiene que ver con la precisión, con ver antes la jugada”, expresó una vez Ángel Cappa. Y allí radica la diferencia de los grandes intérpretes con el resto: ya saber qué hacer con la redonda antes de que les llegue. Mayor velocidad que esa no existe.
Lo que otros sugieren es formar atletas. Lo ejemplifican en los métodos de entrenamiento: corren carreras de 400 metros, suben médanos, hacen pesas o buscan fortalecerse físicamente. No se trata de entrenar la fuerza, sino con una pelota. Las consecuencias están todas las semanas en las canchas, donde se ven más choques y jugadores tropezándose. Quizás haya escasa, o nula, idoneidad de quienes transmiten el fútbol. El argentino entró en una etapa de aparente crecimiento futbolístico. “Nosotros no arrancamos subiendo montañas, sino con una pelota”, dijo Javier Bustos, preparador físico del cuerpo técnico de Diego Cocca, cuando realizó la pretemporada con el plantel a mitad de año. “El control y el pase es la madre de todo”, contó Hernán Buján, ayudante de Marcelo Gallardo en River.
Mientras tanto, el negocio y la publicidad necesita vender -mintiendo- botines con la excusa de que con ellos se correrá más rápido o bebidas para mayor resistencia.
Se necesita volver a las fuentes. Es necesarios que por los medios de comunicación se exprese gente idónea en el tema. Es fundamental retomar a las raíces del fútbol nacional, a la década de oro de 1940, esa en la que predominaban los directores técnicos que jugaban, el pase, la gambeta y la velocidad bien entendida.
Mientras más se corre, más se choca. Mientras menos traslado haya, más tiempo para pensar. Mientras más se use la cabeza, mejores decisiones se tomarán. Esas mejores decisiones serán las causales de un fútbol rápido, veloz, de pelota que va de un lado hacia otro. Porque hay que desterrar mitos instalados como que el físico es más importante que el conocimiento del juego. Porque es imprescindible entender que a más futbolistas veloces, el juego más lento será.