Por Pablo Potenza.
Los que llegan, los que vuelven, los que esperan, los que se juntan y se extrañan, los que pelean y se distancian, las amenazas, la paranoia, las alusiones, la naturaleza y su poder venenoso, la muerte. Todo se da cita en la obra Disparo de aire bajo un marco helado y poético.
Una familia dispersa vuelve a juntar algunas de sus partes tratando de reencontrar lo que alguna vez se desarmó, llámese convivencia, confraternidad, amor, contención, juego, confianza, sostén o complicidad. Es un intento que lucha por consumarse, sin embargo, las amenazas están latentes y presentes aunque no las veamos: todo conspira desde afuera para desnaturalizar cualquier proyecto y todo desestabiliza desde adentro para diluir los posibles enlaces. Disparo de aire, la obra de Eugenia Pérez Tomas, que se presenta en el Centro Cultural Ricardo Rojas, juega su drama entre lo visible y lo invisible, lo que permanece y lo que se deshace, lo que se percibe y lo que se presume. La trama sencilla se hace inestable hasta estallar, a través del juego de alusiones externas y el poder de un lenguaje que huye del coloquialismo para asentarse sobre los límites móviles e irresistibles de la poesía.
El lenguaje está presente en la obra como una línea de sentido más, un registro que invita a percibir la materialidad de las palabras y las letras más allá del contenido que comunican; aunque detrás del ritmo, las pausas, los ataques, las alturas, las frases largas y las marcas cortantes, se llega a la enunciación de sintagmas definitorios que invitan al espectador a querer recordar la precisión de lo dicho. Como si fueran poemas, dan ganas de repetir el texto varias veces para fijar en la memoria personal algunos versos: “encontré el amor, pero no la calma”, o “lo íntimo es un gesto”.
En consonancia con el clima real de la Ciudad de Buenos Aires en el mes de julio, la puesta toma el frío invernal y aprovecha el espacio helado de la sala del Rojas para acentuar todavía más la oscuridad y desolación de esta familia que se mueve en el patio de una casa amplia, cubierto de restos de hojas caídas en otoño. Hace frío, es de noche, alguien llega “desde otro continente” sin que sepamos nunca cuál es “este continente”. Solo se nos informa de la ciudad que tiene un aeropuerto, y el que arriba allí es invitado a usar un barbijo –que oficia de máscara y barrera– para protegerse de alguna amenaza de la naturaleza.
El barbijo que separa es la cifra de este drama. No hay unión posible cuando se ignora lo que funciona por detrás como amenaza –el aire envenenado, la niebla, una espalda con marcas de heridas que no podemos ver–, a la vez que se conoce la historia propia imposible de desatar y llevar al olvido. ¿Qué relaciones hay entre los hermanos? ¿Por qué se fue el padre? ¿Qué pasa entre el padrastro y la hija? ¿Qué se juega la madre entre seducción e indiferencia?
El drama teje redes hacia adentro y hacia afuera: roza lo económico y lo político (una casa que debe venderse o conservarse; un barbijo que no alcanza para todos poniendo en evidencia la escasez y la selección social) mientras se hunde en las profundidades de toda relación familiar. Para el espectador quedan incógnitas, insinuaciones y un clima inquietante.
Disparo de aire invita a pensar porque no da respuestas, mientras se paladean las palabras rescatadas entre la masa de texto; palabras para combatir el frío.
Disparo de aire. Centro Cultural Rector Ricardo Rojas: Av. Corrientes 2038.
Dramaturgia y dirección: Eugenia Pérez Tomas.
Elenco: Andrea Strenitz, Candelaria Sesin, Julián Cabrera y Mario Bodega.
Funciones: sábados 11, 18 y 25 de julio a las 21:00 hs.