Por Ramón Raggio, desde Bogotá.
Claudio Benítez, cantante de Onda Sabanera, marcó un antes y un después en la cumbia argentina con una frase: “Yo soy el campanero, soy de la costa norte de Colombia”, tema clásico. Una de esas cumbias que uno aprendió de pibe bailando en asaltos y matinés. La frase de Benítez refuerza una idea común: la ubicación históricamente privilegiada de Colombia en el mapa de la cumbia latinoamericana. Pero la cosa no fue tan así.
La cumbia tuvo un auge en la industria cultural colombiana, y en popularidad, hasta la década del ’70. A partir de ahí, junto a otros ritmos que venían con raíces en la cultura africana y campesina del Caribe, desapareció del mapa, empujada por las producciones de vallenato comercial. Se la dejó de escuchar en busetas (colectivos), en fiestas o bares. Fue cerca del año 2005 cuando en Bogotá, y con el aporte de músicos de otras regiones radicadas en la capital, surgió una nueva generación sonora que rompió barreras y hoy se muestra orgullosa en varios puntos del globo, con diferentes grupos que rescataron y renovaron la cumbia colombiana.
Mario Galeano es melómano y forma parte de esa generación. Vive por y para la música. Compone, interpreta diferentes instrumentos, la baila y la investiga. Su búsqueda está movida por una cosa: el rescate de la “salud musical”. Y eso se nota en sus propuestas, que son varias y todas en simultáneo: Ondatrópica, Los Pirañas y el Frente Cumbiero, que comenzó como un cuarteto en vivo y desde el año pasado es un experimento unipersonal con computadores y sintetizadores.
-¿Qué pasa que acá no se escucha cumbia?
-Aquí se perdieron por completo las ramas comerciales de la cumbia. Desde lo finales de los setenta, fue el vallenato el que entró a ocupar ese espacio comercial. Típicamente la gente que viene del exterior, con un ambiente cumbiambero fuerte, llega acá y dice: “Wow, ¿dónde puedo ir a ver las bandas? ¿Dónde puedo prender la radio? ¿Dónde puedo comprar los discos?”. Y se van a encontrar que no existe eso. Básicamente se conserva solamente una rama más bien folklórica de la cumbia, que son las familias costeñas cantadoras, de las tamboras, la rama de la gaita y campesina, pero no hay experimentos como los hubo hasta la década del ’70: meter guitarras eléctricas, órganos, baterías electrónicas, y todas las cosas que sí pasan fuera y que además se dan en un ambiente comercial, no de una elite pequeña haciendo eso.
–¿Y por qué te parece que fue así aún con esa influencia del ritmo en otros géneros, como la salsa o el vallenato?
– Estamos en Bogotá y aquí es el centro político y económico del país que tiene un gobierno basado en lo que dejó el poder colonial. El poder colonialista y sus élites, desde muchos niveles, siempre pusieron a las musicas populares de las costas, de los campesinos, y la música popular en general como algo de mala calidad, algo inmoral, algo mal interpretado con instrumentos mal fabricados. Digamos, toda esa cosa del mal gusto que muchas veces las elites quisieron imprimirles a la cultura popular. Hoy siento que eso es algo en lo que se tuvo un cambio significativo en los últimos 25 o 30 años. Por ejemplo, hay mucha gente que por el deber ser tendrían que ser rockeros, como lo éramos a finales de los años ochenta y noventa. Hubo un cambio de discurso que se ha construido dentro de mi generación, obviamente gracias a una gran cantidad de gente que aportó para cambiar ese discurso. Eso se nota en que hoy la gente de la ciudad empezó a admirar esa propuesta musical distinta que venía del interior y de las regiones desde aquí.
Frente Cumbiero, OndaTrópica, La Mojarra Eléctrica, La Mamba Negra, los proyectos de Sidestepeer, Bomba Estereo, Dani Boom, Sistema Solar y más. Todas bandas que están hoy proyectándose a la escena internacional renovando los sonidos colombianos y cumbiamberos. Pero, ¿Qué tienen en común todos esos nombres? Se trata de una generación que pasó de la década del ’90 al 2000. Hoy tienen entre 30 y 40 años y casi todos salieron del mismo circuito de la ciudad. No vienen de Medellín, ni Cali, ni de Cartagena ni de Barranquilla: son la escena bogotana.
-¿Son la generación cumbia?
-Es que es una cosa generacional seguro, pero ¿sabés lo que es interesante? Fue muy bonito ver la forma en la que ha logrado progresar y seguir. De pronto puede ser que sea algo de nuestra generación y que allí quede. Porque siento que, aun cuando el público nos acompaña y está, falta un poco un apoyo de una nueva generación que traiga nuevas cosas. Se quedó un poco en las mismas bandas. Pero aún si nos quedamos solo en nuestra generación, creo que somos varios que vamos a continuar por algunas décadas haciendo y buscando en este camino.
Arqueólogo, arquitecto y médico musical
Además de la guacharaca, los sintetizadores y la máquina, en cada toque es común ver que Mario llegue con una valija de materiales históricos. Vinilos de todos los sellos, tiempos y tipos, que en su manía de recorrer tiendas, ventas de garages y vendedores privados -de Colombia y del extranjero- ha ido juntando hasta armar una discoteca refinada.
-¿Cuál es tu búsqueda musical con el Frente?
-Para mí fue muy importante tratar de entender la fibra de lo que es la música colombiana. Siempre nos dicen que los indios américanos, españoles y africanos construyeron la identidad criolla. Pero aquí no hubo inmigración fuerte de afuera y eso acotó más el aporte cultural general. Es muy diferente de Europa, porque por ejemplo uno va a la tienda y es de un turco y tiene la música a todo volumen. O el caso de Argentina, donde vas a una tienda y te atiende un chino con música china a todo volumen. Con eso tienes una pequeña posibilidad de tener un pequeño intercambio con ese mundo. Eso no pasa acá en absoluto. Entonces para mí era muy importante saber cuál era en realidad la música africana, cuál era la música europea, española y cuál la música originaria. Es fundamental saber eso porque quiero entender cómo hacer fusiones y rescatar la música colombiana para que no suene como fusión, como el típico “metámosle acá un poco de esto y de lo otro”. Quiero una especie de fusión con un paso atrás, que no sea lo último de ayer y de anteayer, sino como una fusión de hace cien años. Para tratar de entender esa fibra y ver por dónde es que uno puede meterse a encontrar diferentes cositas.
-Eso te exige comprometerte desde otro lugar con lo que haces, ¿sentís que eso está en tu propuesta como músico?
-Siempre hemos estado muy atentos a la investigación alrededor de los estilos, participando en charlas y foros, haciendo DJ sets, buscando discos y, sobre todo, muy preocupados por la salud de la cultura musical. Es un compromiso que va mucho más allá de una fiesta, de totearse el viernes y acostarse tardísimo. La cultura musical es lo que escuchas, es cómo escuchas y te relacionas con tu entorno y la apreciación de lo que escuchas en tu entorno. Por haberle dado y dedicado mucho tiempo a eso es que la gente entiende que trabajamos por una cultura musical más amplia, y todos los proyectos musicales están soportados en esa investigación y conexión con lo que es la música popular.
Las raíces
A finales de los ochenta y copiando el estilo de las bandas que venían de Medellín, Mario tocó punk. Después fue a la Universidad Javeriana. Ahí empezó oficialmente su búsqueda en los ritmos populares. En 1999, como burla al vallenato que sonaba entonces en las busetas al palo, juntó a sus amigos y armó el Ensamble Polifónico Vallenato para experimentar con la fusión.
-Hay un punto en la música donde se hace un quiebre y te metés con más compromiso o te abrís ¿El Ensamble fue eso para vos?
-Sí. Lo armamos con amigos con los que veníamos juntos desde el colegio. No solo fue como tomar un machete y abrir un camino estético nuevo para nosotros, sino que fue también lograr una unidad de combo alrededor de la idea. Eso último creo que fue algo muy importante que sí hicimos de principio. No fue mi idea o la idea de otro sino que fue algo que salió colectivamente y hasta el día de hoy lo llevamos de esa forma: todos participamos de los proyectos de todos. Ese es definitivamente el punto, fue una semilla, y forjó una comunidad. En esa etapa tuvimos un proceso de exploración: buscamos discos y sonidos diferentes, viajamos, aprendimos qué era una gaita una cañamillo, una tambora; hacer otra cosa con el computador. Fue un momento limpio y sin prejuicios para la creación.
-¿Y cómo fue la recepción del Ensamble?
-Cuando presentamos ese proyecto, en esa época en Colombia, fue algo super polémico en la universidad. Algunos profesores nos decían que era lo peor, otros que era genial. Algunos compañeros decían que qué era esa mierda, otros que querían bailar; y fue algo que terminó archivado. Era súper atonal, muy noise y experimental. Meternos con la música de Colombia era sacarnos la mierda que teníamos que comer de jazz y clásica que enseñaban en la univerisad y que no nos gustaba. Fue un statement político de que estábamos en otra cosa y desde ese momento todos lo que hemos hecho ha estado ligado a lo colombianista y latinoamericanista.
Quince años después del experimento que fue el Ensamble, el sello alemán Staubgold decidió sacar unas grabaciones inéditas que estaban guardadas desde 1999. Ese material solo está en vinilo y se consigue parcialmente por internet.
Nadie es profeta en su tierra
Ondatrópica sonó en radios -inclusive las comerciales- de muchos países, sobre todo en Europa. Con ese proyecto Mario recorrió gran parte del globo. Distinto es el caso del Frente
Cumbiero. Por sostener el proyecto de manera independiente -y no querer pagarle a empresas-, en un país donde la cultura radiofónica sigue siendo muy fuerte, el Frente quedó acotado a radios públicas, medios alternativos y proyectos web.
-¿Creés que al Frente se lo conoce y se los valora más afuera que adentro de Colombia?
-No lo siento así. Lo que pasa es que la gente que le gusta las cosas que nosotros hacemos es un porcentaje pequeño en comparación a los grandes públicos, por decirlo así. Si nosotros hacemos un toque de Frente Cumbiero acá, sé que van a caer de 200 a 300 personas. Para nosotros es importante que esa escena, que es pequeña, se autosostenga. Y eso sirve para que no tengamos ni necesitemos entrar en alianzas con los medios comerciales. Si nosotros hubiéramos empezado 15 años atrás, cuando obligatoriamente dependías de la radio, estaríamos en otra historia, no sé qué nos hubiera pasado. Pero nosotros logramos generar conexiones directas con la gente. Si uno hiciera una sumatoria, por decir algo para ejemplificar, de cada 100 personas que buscan a la música del Frente… tenemos 15 de Colombia, 10 de Argentina, 8 de Chile, 12 de México, 10 de Estados Unidos. Es una comunidad alternativa y la gente de Colombia es parte de esa comunidad.
El mapa cumbiero
-¿Qué pensás de la cumbia peruana?
-Perú es una maravilla del siglo veinte. Lo que sucedió allí fue genial. Nos mega encanta, nos parece super interesante y nos ha nutrido mucho. Tengo ahí mi resto discos de 45 de chicha. Por ejemplo, el guitarrista del Frente… ha sacado mucha influencia de esos guitarristas, estudiando ese estilo, que por mucho tiempo fue de muy mala clase para los oídos de mucha gente. Pero es muy interesante ver la conexión del rock y ese estilo chichero que se dio ahí. La chicha es un género que puede romper estereotipos. Recuerda lo que pasaba a principio de la década cuando los rockeros argentinos, por ejemplo, hablaban de que la cumbia era lo peor que podía pasar para el rock y la cultura musical. Y, sin embargo, uno escucha chicha y dice: “Esto es la mezcla perfecta entre lo tropical y lo rockero”. El sonido, los efectos, la cultura inspirada en la experiencia psicodélica del uso de la ayahuasca. En Perú hoy hay poquitas bandas que están haciendo cosas. Fue por culpa de la dictadura y es una lástima porque Lima fue una de las potencias musicales del continente. En la década del ’70, en Perú había bandas más evolucionadas en cuanto sonido que en la Argentina. Se cerró rápido y no tuvo continuidad.
-¿Otros aportes que veas a la ruta cumbiambera?
-En México la movida fue en los años ochenta. El boom en Argentina fue más durante la década del 2000. Hay otro aspecto relacionado, ya que hablamos de lo histórico: la invisibilidad de Panamá dentro del panorama. Panamá fue, igual que Colombia, la cuna de la cumbia. Éramos un mismo país. Hay una cultura fuerte de cumbia en Panamá que no ha logrado encajar en el imaginario latinoamericano. Lo que hicieron en las décadas del ‘50, ‘60 y ‘70 es algo importante y no se tuvo en cuenta. Tampoco surgieron bandas nuevas que estén explorando el género. Es importante que los metamos en el mapa junto a Argentina, Colombia, México y Perú. Esos son los puntos del mapa cumbiambero.
Los proyectos hoy
El primer disco de Ondatrópica mezcló a 45 músicos de diferentes edades, regiones y estilos en un estudio para grabar un experimento. A fines de junio Ondatrópica entró a grabar el volumen dos del proyecto. Las sesiones van a ser entre Bogotá y Providencia, la isla paradisíaca del Caribe. En este segundo trabajo, el proyecto se financiará enteramente con crowdfunding.
Con Los Pirañas estarán lanzando en un mes un nuevo 7 pulgadas, con un total de 14 nuevas canciones entre los formatos digital y físico. Tienen planeado una gira en Europa durante agosto y septiembre.
Como Frente Cumbiero, Mario estuvo en mayo en África. En tres semanas, participó de diferentes toques, talleres en escuelas y charlas sobre música. También fue al estudio y grabó con músicos de varios países del mítico continente. Ese material va para el nuevo disco del Frente.
-¿Estás en un círculo virtuoso con la música?
-A veces es mucho trabajo, es cierto, pero lo importante es que los tres proyectos siempre van caminando juntos. Y a mí me ha funcionado muy bien tenerlos engranados en paralelo. Esa es la manera en la que puedo mantenerme viviendo de esto y hacer lo que más me gusta: música.
LINKS
https://www.youtube.com/watch?v=VqOaJZdhlUM OndaTropica Vol. 1
https://www.youtube.com/watch?v=07IybflqvRg Frente Cumbiero meets Mad Professor
https://www.indiegogo.com/projects/ondatropica-vol-2–3#/story Crowdfunding de Ondatropica Vol 2.