Por Matías L. Marra, desde Mar del Plata. Con un balance positivo en términos generales, finalizó ayer el 27º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
La organización del festival anunció que este año fue récord de espectadores, y la crítica en general coincide en la notable calidad en la programación, a lo que este cronista no adhiere tan fácilmente.
A pesar de contar con películas como la última de Jorge Sanjinés, Insurgentes, sobre los diferentes revolucionarios bolivianos a lo largo de la historia, pudimos acceder también a otras que dialogan con lo más conservador de la política y las formas de hacer cine. Un ejemplo es Después de Lucía, del mexicano Michel Franco, que trata sobre el bullying escolar. La mirada que propone sobre la juventud, y el alivio que intenta generar a partir de la justicia por mano propia, son de lo más aberrante que se ha visto en el festival.
Esto es importante mencionarlo, en tanto cada quien hace la película que quiere, pero hubo detrás del festival de Mar del Plata una serie de personas que eligieron que esa película se proyecte en el festival, y encima formando parte de la Competencia Latinoamericana.
La ganadora de la Competencia Internacional fue el film rumano Beyond the hills, de Cristian Mungiu, de quien ya habíamos visto su notable 4 meses, 3 semanas y 2 días. Rumania es uno de los focos mundiales de cine más interesantes y que hace ya algunos años viene estando en el centro de atención.
En la Competencia Latinoamericana resultó ganadora Las cosas como son, del chileno Fernando Lavanderos, y en la Competencia Argentina Hermanos de sangre de Daniel de la Vega.
En tanto, en la Competencia Argentina de Cortos resultó vencedor Hotel Y de Geraldine Barón. La calidad de los cortos en general fue muy baja, destacándose sólo Guanajuato de Fernando Dominguez y Shave It de Jorge Tereso y Fernando Maldonado. Aquí nuevamente surgen preguntas sobre el criterio de selección, y el desprestigio que se le otorga a los cortos documentales (sólo uno formaba parte de la Competencia).
Sin embargo, como se expresó en “Un festival en presente“, lo mejor del festival estaba en las secciones paralelas. Como proyección especial, el estreno de la última película de Fernando Birri, El fausto criollo, generó gran expectativa. Se trata de una transposición del texto de Estanislao del Campo, con una estética que remite a los actos escolares de la primaria. Los personajes son dos gauchos, en donde uno le cuenta a otro la historia de un hombre que hizo un pacto con el diablo, desdoblando la película en lo que el gaucho cuenta, puesto en escena con actores niños.
En la sección Autores, se proyectó el último film de Todd Solondz, Dark Horse. Como suele pasar con este director, las cosas no son como parecen a simple vista. La estética y el tema en general de la película, un hombre de 35 años que no encuentra su rumbo, remiten a una comedia a la que los norteamericanos nos tienen acostumbrados. Sin embargo detrás de lo que nos puede parecer gracioso a priori, se esconde lo más terrible de ser un norteamericano hoy, que tiene consecuencias trágicas. A la salida de la película, ya pocos ríen.
Otro estreno notable de la sección Autores fue ¡Volveremos a las montañas! de Andrés di Tella. Es un mediometraje documental sobre el Centro de Altos Estudios Musicales del Instituto di Tella, que funcionó durante los años sesenta y fue cerrado por las presiones de la Alianza Anticomunista Argentina. El documental trata sobre algunos de esos estudiantes, hoy célebres en lo que sigue siendo la música moderna más nueva, que volvieron a presentar en vivo sus obras recientemente. El título del film remite a un panfleto que circuló en Bolivia luego de la muerte del Che Guevara, y es también el de una de las obras, que antes de su estreno fue censurada con la excusa de que había una bomba en el lugar. La bomba, como dice uno de los entrevistados, era la obra.
En la sección “España alterada”, la más interesante del festival, pudimos ver Mapa de Elías León Simiani. Es un documental que se problematiza a sí mismo, y donde el director reflexiona sobre sus amores, su cualidad de director de documental, y su lugar en el mundo.
Simiani no habla de los demás sino de él mismo, de su presente en particular. Mapa fue uno de los estrenos más exitosos a nivel audiencias y recepción, lo que si bien suele ser un buen parámetro, en este tipo de películas no lo es tanto. Al estar hablando de filmes “vanguardistas”, que para un espectador de cine hollywoodense pueden resultar difíciles o aburridas, el espectador debe ser muy activo y desarrollar en lo que dure la película una conciencia crítica más global que abarque todo lo que pueda ser pensado, incluso su lugar como espectador.
El Festival de Mar del Plata se consolida cada vez más y parece haber encontrado su rumbo. La dinámica de Mar del Plata es totalmente particular, y a pesar de las fisuras arriba descritas, de hacer al espectador enojar por el conservadurismo de algunas películas, resulta grato poder ver obras de todo el mundo, descubrir dónde está lo nuevo, qué es lo que está por venir.
Siempre, al final de haber vivido un festival intensamente, queda una sensación de alivio, pero también de tristeza. Que termine un festival es como un fin de fiesta.