En Perú, colectivos feministas se organizaron para que la represión policial no afecte a quienes se manifestaban de forma pacífica en las marchas nacionales que sacaron del poder a Manuel Merino.
La lucha de miles de personas que tomaron las calles derribó el breve régimen de Manuel Merino. Las manifestaciones serán recordadas por la brutal represión policial cometida y el asesinato de Inti Sotelo Camargo (24) y Bryan Pintado Sánchez (22).
Durante las primeras protestas, efectivos lanzaron perdigones, balines y gas lacrimógeno. Por ello, durante la segunda marcha nacional que se realizó el sábado 14 de noviembre, las y los manifestantes se organizaron para resistir desde la primera línea de las marchas: crearon grupos que desactivan bombas lacrimógenas, varios de los cuales estuvieron compuestos por mujeres feministas.
“Ninguna de nosotras había desactivado antes una lacrimógena, pero vimos que otras personas se estaban organizando para la misma tarea, así que empezamos a ver videos que rotaban por redes y aprendimos desde el autoconocimiento colectivo”, contó María*, una de las desactivadoras de las brigadas feministas que se conformaron durante los siete días de protestas.
A lo largo de la historia, las mujeres cumplieron funciones importantes en las luchas populares, pero estas no siempre se reconocen en las currículas escolares.
Durante la Revolución Francesa, ellas fueron protagonistas de revueltas ligadas a la carestía de productos agrícolas y a los precios del pan. Sin embargo, en las aulas no se conversa sobre ello; se las reduce al ámbito doméstico y privado, como señala el documental Las mujeres en la Revolución Francesa.
“Empezamos a organizarnos desde el martes 10. Fuimos sin nada pero vimos la represión policial, entonces surgió la idea de comprar elementos de seguridad con nuestro propio dinero y con donaciones de nuestros amigos”, relató.
Laura*, otra feminista que desactivó bombas lacrimógenas, sostuvo que al ver estas convocatorias decidió sumarse. Nunca planeó estar en primera línea.
Represión y resistencia
Con casco, lentes de plástico, máscaras antigas y guantes que soportan altas temperaturas, María* y Laura* estuvieron realizando su labor durante la segunda marcha nacional en el cruce de la avenida Abancay y Nicolás de Piérola, una de las zonas donde la Policía Nacional del Perú (PNP) atacó de forma violenta a los manifestantes.
Cerca de las 7 de la noche del sábado 14 de noviembre, se ubicaron junto a las barricadas que armaron las personas de la primera línea y lo que vieron durante las más de tres horas que estuvieron desactivando bombas lacrimógenas les afectó emocionalmente. “Ha sido traumático ver la violencia, el hecho que nos han estado disparando al cuerpo, ver a nuestros compañeros y compañeras que salían en camillas”, recordó María*.
Tuvieron que cruzar entre perdigones y balines para desactivar las lacrimógenas. “Una de nuestras primeras reglas era siempre avanzar en bloque, pero todas en ese momento reaccionamos en automático”, pues solo pensaban en ayudar, corriendo de un lado a otro, siempre alertas. La prioridad en ese momento eran los manifestantes que se encontraban en el choque directo con la PNP.
“Ellos tenían un montón de protección, pero nosotras no y tampoco los compañeros que estaban ahí”, explicó Laura*. Ambas concordaron en que los policías no paraban de lanzar los gases y que, si se detenían, era solo para que los protestantes avanzaran hacia ellos y de ahí dispararles directo al cuerpo.
Las dos mujeres ya habían asistido a otras marchas, pero cuentan que nunca antes vieron que los gases afectaran tanto a los manifestantes. Muchos se desvanecieron.
Las desactivadoras cuentan que incluso vieron pasar a Inti por su costado. En ese momento no sabían que era él, pero solo deseaban que sobreviviera porque se estaba desangrando. “Era como estar en una guerra”, afirmaron.
La importancia de la visibilización de las mujeres en las protestas
Así como ellas, otros grupos de desactivadoras feministas se encontraban alrededor del Poder Judicial y en el cruce del Jirón Camaná con la avenida Nicolás de Piérola, ambos puntos críticos de la represión policial.
Pasadas las 10.30 p. m., María* tuvo que salir de la zona de represión por el dolor de cabeza que le causaron las bombas lacrimógenas pese a que se encontraba protegida. “De pronto me quedé en blanco y empezaron a venirme imágenes a la cabeza de cómo sacaron en camillas a nuestros compas y empiezas a pensar cómo habrías salido de ahí: herida, parapléjica o muerta. Cuando llegué a casa me dio un shock nervioso. Mi mamá estaba llorando y entendí lo expuestos que estuvimos todos”, narró.
Pese a lo vivido, les reconforta saber que pudieron ayudar. Laura* opinó que es importante que las mujeres salgan a luchar porque es una forma de empoderamiento y de erradicar la idea de que “solo los hombres pueden ir al choque porque (las mujeres) somos supuestamente débiles”. “Vi a muchas en la primera línea apagando lacrimógenas. Es importante que se vea que no solo los hombres van a las protestas”, añadió.
Están seguras de que las secuelas psicológicas que tendrán son muchas. María* hasta ahora no logra conciliar el sueño sin tener pesadillas de bombas reventando a su costado. “Lamentablemente ese es el costo que estamos dispuestas a soportar porque creemos en la lucha del pueblo y en la autoorganización colectiva y ciudadana. Vamos a seguir apoyando en primera línea”, finalizó.
(*) Publicada originalmente en La República de Perú