El libro Carolina Muzilli. Obrera, socialista y feminista, recientemente editado por Marea, consiste en una investigación acerca de esta luchadora social y política, oradora, escritora, editora y periodista a favor de los derechos laborales, sindicales y culturales de la mujer trabajadora- así como de las infancias- de principios del siglo XX. Reproducimos a continuación un fragmento del libro, en el cual se aborda uno de sus perfiles menos conocidos que fueron su afecto y camaradería con Alfonsina Storni.
Por Mabela Bellucci
Carolina Muzilli (1889//1917) se unió a otras pocas pioneras que fueron sus compañeras de militancia y amigas inseparables: Alfonsina Storni, Gabriela Laperrière de Coni, Adelia Di Carlo y Julieta Lanteri. El lema que guiaba su accionar era: “Ayudémosnos las unas a las otras”. No obstante, con quien mantuvo una estrecha amistad fue con la poeta, cronista y escritora Alfonsina Storni (1892/1938). Ella era también socialista y feminista así tan consciente como Carolina de la magnitud de la lucha de clases durante ese contexto histórico. Ambas se adelantaron a su tiempo: escritoras vigorosas, militantes socialistas y feministas. Desde estas ideas, con el ejemplo de sus propias vidas de esfuerzos, atacaban a la sociedad machista y del mismo modo al orden jerárquico social.
Rompían los prejuicios y por medio de la escritura, se hacían un lugar de privilegio en las revistas literarias, en los periódicos pequeños y de tirada nacional así como en las mesas de tertulias. Usaban las tribunas para manifestar y defender sus ideas y al periodismo como forma de intervenir en lo público, pero además como un modo de sociabilización. Otro dato significativo que las vinculaba fue la soltería, aunque Alfonsina su audacia la llevó a cruzar los límites de su época: tuvo sola un hijo y acaso amantes, como fue con el escritor Horacio Quiroga, pero no se sabe a ciencia cierta la duración y el tenor de la relación. A diferencia de la amplia mayoría de sus pares, convertidas en esposas diligentes, eficaces y madres ejemplares, sometidas a las pautas predeterminadas por la división sociosexual, ellas no se casaron. Esta decisión tan particular, a contramano de los modelos clásicos de la época que giraban en torno a la dupla mujer = familia. Acaso una y otra no tuvieron como proyecto personal el de formar un matrimonio, ser ama de casa y, en el caso de Carolina, ser .madre. Todo lleva a intuir que además no habrían querido. En sus escritos u oratorias no manifestaban mayor preocupación por sus solterías ni tampoco por su condición de madre sola sin complejos, como lo hizo Alfonsina en su poema «La loba».
En consecuencia, se diferenciaban de manera excepcional del resto de sus correligionarias quienes sí sostenían un modelo de pareja y familiar tradicional y burgués por más que fuesen casi todas universitarias, docentes, escritoras, periodista o activistas. A la vez, debieron ganarse el sustento desde muy joven para colaborar económicamente con sus familias. Cuando Alfonsina era una niña comenzó a lavar platos y atender mesas en los bares. Luego de adolescente fue costurera, de la misma manera que Carolina que trabajaba como obrera a destajo con una máquina de coser, pero ella en cambio lo hacía en una fábrica de gorras a los catorce años. Si bien no participó en comités o sindicatos, más que brevemente en su primera juventud, que difiere de la intensa militancia de su amiga a lo largo de su corta vida, lo mismo, apoyó las revueltas proletarias y difundía el ideario socialista.
Otro punto convergente era que no creían que el sufragio bastara para arreglar los problemas de las mujeres, de hecho, consideraban que la política iba mucho más allá del derecho al voto. Opinaban que las propuestas eran más abarcadoras y que después de alcanzarlo, seguiría una reivindicación de otras conquistas fundamentales como la estabilidad laboral, la igualdad salarial para el mismo trabajo, la ayuda a las madres responsables de familia, el divorcio vincular, la igualdad de derechos civiles y jurídicos entre el hombre y la mujer, la supresión de la discriminación de los “hijos naturales”, la educación laica, así como los derechos de la niñez y múltiples temas de debate contemporáneos que esbozaron con una admirable anticipación.
Carolina aparte de su prolífera producción periodística, de ensayo e investigación, editó el periódico quincenal Tribuna Femenina (1915-1916) sin otra ayuda más que los precarios recursos económicos que disponía como modista. Para apoyar su salida se organizaban festivales a beneficio en la calle. En distintas ocasiones se escuchaban poesías recitadas por Alfonsina Storni y números musicales asistiendo a los militantes socialistas, simpatizantes, mujeres intelectuales reunidas allí para exteriorizar sus simpatías al primer periódico que defendía los intereses de las mujeres en general y de las obreras en especial
El 9 de mayo de 1916, convocadas por José Ingenieros, Carolina y Storni asistieron a un banquete con más de cincuenta escritores de importante prestigio. Lo organizó la revista cultural Nosotros con motivo de la publicación del libro de Manuel Gálvez, El mal metafísico. Se celebró en el restaurante Génova, ubicado en la calle Corrientes esquina con Montevideo. Ellas fueron las únicas mujeres presentes y se convirtieron en las primeras concurrentes de los cenáculos literarios de Buenos Aires. Desgraciadamente, esta habría sido una de las últimas apariciones públicas de Carolina ya que se encontraba delicada de salud.
Terminó refugiándose en las sierras de Córdoba, en un pueblo llamado Juan Bialet Massé. Su clima seco era beneficioso para las personas con tuberculosis. Su hermano José la acompañó cuando decidió instalarse ahí por prescripción médica. Había contraído esa grave enfermedad a causa del agotamiento físico por la intensidad de su trabajo sindical, político e intelectual. Esta luchadora murió, el 23 de marzo de 1917, siendo aún una joven de 28 años. Al año siguiente, en la mañana del 24 de marzo, para no olvidar su nombre y su vertiginoso recorrido como obrera, socialista y feminista se realizó un funeral cívico en el Cementerio de la Recoleta, donde aún se encuentran sus restos. Para esta ocasión, su querida amiga Alfonsina Storni, le dedicó este poema:
A Carolina Muzilli
Fue amando el verano,
Sol de mediodía,
Bosques en aromas,
Madreselvas, lilas,
Viajes sobre mares,
Tierras nuevas,
Crujas,
Hombres siempre vivos,
De justicia fueran,
Te apagaste un día,
Triste como el viento,
De las rosas grises,
Triste como pía,
El ave que tiene sus alas heridas,
Los ojos en sombras,
Y el nido entre ruinas,
Triste como el agua,
Que a gotas palpita,
Como el árbol fuerte,
Que es horno y espinas,
Como el fuego muerto,
Que es frío y cenizas,
Como las campanas,
Qué con lengua fina,
Dicen la palabra,
Que madre descifra,
Misterio y tristeza,
Bajo las cenizas,
Misterio y tristeza,
Bajo el agua fría,
Misterio y tristeza,
Entre las espinas,
¡Ay, amiga! fiera,
Te atrapó la vida,
Cazadora fúnebre,
Te siguió en silencio,
Por selvas y villas,
Te robó las carnes,
Te robó energías,
Te robó hasta el alma,
Eras elegida,
¡Ay, amiga triste,
¡Eras elegida!
De la tierra saben,
Rosas purpurinas,
Botones dorados,
Árboles, semillas,
La tierra es un vaso,
Química de vida,
Debe devolverte,
Hoy duermes, respiras,
No obstante, del cosmos,
Sustancia infinita,
Debe devolverte,
Te aguardo, mi amiga.
*Archivista, activista, periodista y escritora feminista LGTTBI.