Por Marina Pandolfi. Más testigos aseguraron que la ex pareja le pegaba de manera recurrente. El acusado tiene al menos una denuncia en su contra por ese comportamiento. Hoy la Fiscalía podría sumar otras dos personas que refuercen esas declaraciones.
En la segunda semana del juicio oral por el femicidio de Fátima Catán, la jóven de 22 años de Villa Fiorito que murió quemada –según se investiga- por su pareja Martín Santillán, cuatro testigos ratificaron ante los jueces que vieron golpeada Fátima, tanto en el rostro como en sus brazos. También destacaron los “celos” de Santillán hacia ella, lo cual implicará un gran desafío si pretende demostrar lo contrario. Hoy habrá otra jornada en los Tribunales de Lomas de Zamora.
Durante la semana pasada tuvo lugar una doble jornada de audiencias en las que declararon cuatro testigos por parte de la fiscalía. Dos eran compañeras y amigas del trabajo de Fátima, un amigo de la familia Catán y un policía de la Comisaría 5° de Lomas de Zamora -ubicada en Villa Fiorito- que fue quien le tomó una denuncia a la joven contra su ex pareja por violencia familiar. Todos los datos expusieron que no sólo la familia de la víctima veía a la violencia como un factor presente en esa relación.
La primera testigo en declarar fue Soledad González, una compañera de trabajo de Fátima del boliche Poupee, situado sobre Camino Negro. “Nos veíamos los fines de semana cuando trabajábamos, pero con el tiempo nos hicimos muy amigas”, aseguró. “Nosotros lo conocimos (a Santillán) un día que fue a buscarla y lo vimos un par de veces más cuando él iba ahí a bailar con ella”. En referencia a la personalidad de Fátima, destacó que era una chica muy alegre, muy sociable, que le gustaba mucho su trabajo y estar siempre arreglada. Aun así, la presencia de Santillán cuando compartía un mismo entorno con Fátima la opacaba: “ahí parecía que se apagaba. Estaba más con él que con nosotros, como para que él no se enojara. En horas de trabajo, nos llegó a contar que él era muy celoso, que no la dejaba usar polleras ni maquillarse”.
También contó ante los jueces que una vez Fátima llegó al trabajo con los ojos “muy hinchados de tanto llorar” y que tenía moretones en su rostro. Después de mucho insistirle, ella les contó que había tenido una discusión con Martín por celos y que, en un forcejeo, él la llevó hasta la ducha y le golpeó la cara contra las canillas. Después de eso, Fátima se separó y se fue a la casa de sus padres. “Nosotros le aconsejamos varias veces que lo dejara, que se separara, pero ella esperaba a que él cambie: ‘ya va a cambiar, ya se le va a pasar’”, sostuvo durante su declaración.
Cuando Fátima renunció al trabajo por pedido de Santillán, siguieron en contacto. “Ella contaba que ahora las cosas con Martín estaban mucho mejor, que ya no tenían tantos días malos, que ya no discutían tanto, pero nosotros sabíamos que los celos siempre estaban de trasfondo”. También sostuvo que la primera vez que vieron a Fátima golpeada supieron que no se trataba de “un golpe común”.
Antes de terminar, Soledad le dijo a los jueces que, para ella, “no son normales las discusiones que terminan a los golpes, pero para Fátima era cosa de un día –como de alguien que tiene un mal día y ya- y que mañana iba a estar todo mejor”, explicó, sobre cómo la víctima trataba de asimilar la violencia con la que era obligada a convivir.
Una denuncia y una separación
Horacio Videla es policía en la dependencia que corresponde a Villa Fiorito. Ante los jueces, contó que siempre le interesaron las cuestiones de género y que incluso, dentro de la comisaría, se encargaba de tomar denuncias y asistir a las víctimas. Un día, el estaba trabajando cuando llegó Fátima con una amiga a la comisaría a denunciar. Allí, contó al tribunal que la vio golpeada en el rostro y en el brazo. Videla le tomó la denuncia y le aconsejó que se vaya a vivir a la casa de sus padres, que se alejara. Es decir que, según Videla, Santillán llegó al juicio con al menos una denuncia por violencia en su contra.
El 18 de agosto, cuando Fátima es ingresada al Hospital Evita con el 85 de su cuerpo quemado, Videla fue a tomarle declaración a Santillán para ver qué había pasado. Él dijo que “a raíz de una discusión (Fátima) se había rociado con alcohol”. Pero Videla se mostró escéptico: “Yo nunca le creí. Si alguien se está quemando, cuando lo vas a socorrer te vas a quemar vos también, pero a él nunca le vi una quemadura que indicara que había ayudado a Fátima”.
Agregó también que cuando fue hasta la casa de la calle Murature con los peritos luego de lo sucedido, le llamó la atención que “varios electrodomésticos estaban arrancados” y que “había una cámara de seguridad dentro de la casa”.
Ni objeto, ni de ‘tu propiedad’
El tribunal también escuchó a Nicanor Reynoso, un amigo de la familia Catán, que fue quien la ayudó a Fátima a mudarse a la casa de sus padres la vez que se separó de Santillán. “Yo le ayudé a llevar las cosas desde su casa en Murature hasta la de sus padres. En el trayecto me contó que se separó y que era porque Santillán le pegaba. Yo le aconsejé que se separara, que no podía estar con un hombre que le levantara la mano. Cuando se separó, estaba muy convencida de querer hacerlo”, describió.
Reynoso trasladó ese día a Fátima y una amiga, que también era compañera de trabajo. También expresó ante los jueces que la había visto golpeada en el trabajo y señaló la personalidad “celosa” de Santillán para con Fátima.
Esta semana, si la Fiscalía logra contactar a la pareja que vivía delante de la casa de Fátima y Santillán, podrían sumarse dos testigos clave que continuarían con el lineamiento de la acusación que pesa sobre el imputado. En la jornada de hoy podría haber novedades.
Hasta aquí, las distintas formas en que la violencia se puede hacer presente en una relación: ya sea física o verbal, también es por medio de los celos y el afán del control. ¿Cuánto odio cabe en una persona para golpear a otra contra las canillas? ¿Cuánto considerás ‘de tu propiedad’ a alguien como para dictaminar sobre su forma de vestir o instalar una cámara de seguridad dentro de tu casa? Puede que a las ‘cosas’ se las use y se las tire. Pero a las personas, y especialmente a las mujeres, no, porque no somos objetos.