Por Manuel López Mateo
Próximo a conmemorarse otro Día Mundial contra el Trabajo Infantil, se rescataron a más de veinte niños y niñas explotados laboralmente en quintas del Parque Pereyra Iraola. Consultamos a Clarisa Gambera, de la organización Niñez y Territorio y trabajadora de Niñez de CABA, sobre el trabajo infantil en nuestro país.
Apenas si alcanzó a limpiar el pizarrón escrito del día anterior, cuando notó las heridas en las manos de su alumna. Mientras el curso tomaba asiento, la maestra le pidió que se acerque al escritorio para preguntarle. La nena de solo diez años tenía las manos quemadas por pesticidas. Aunque el imaginario social puede representarnos una escuela rural en un yerbatal de Misiones, ocurrió en el cinturón hortícola del sur del conurbano.
La docente denunció en la fiscalía de Berazategui que su alumna trabajaba después de la escuela en una quinta, usando químicos peligrosos que lastimaban su piel. De esta forma empezó la investigación de la UFIJ Nº 1 descentralizada a cargo del doctor Daniel Ichazo, que logró descubrir una red de trata de personas y explotación infantil para tareas agrícolas.
La Jefatura Distrital de Berazategui realizó la semana pasada cuatro allanamientos en quintas de la zona del Parque Pereyra Iraola, donde descubrieron a familias bolivianas que fueron traídas para ser explotadas laboralmente y reducidas a la servidumbre. La producción se vendía en un puesto del mercado de frutas y verduras de las avenidas Varela y Dardo Rocha de esa localidad.
Se detuvieron a tres administradores de las quintas, quienes estaban encargados de la explotación de los trabajadores bolivianos. En total, se logró rescatar a veintiuna personas mayores de edad y a veintidós niños y niñas explotados laboralmente. Por trabajar con pesticidas, los niños habían puesto en riesgo su vida y sufrido lesiones físicas.
Las escuchas telefónicas descubrieron que las familias fueron captadas en Bolivia ofreciéndoles trabajo digno, pero cuando llegaban a Argentina terminaban esclavizados juntos con sus hijos. Con un sistema perverso, los engañaban ofreciéndoles obtener el 50 por ciento de las ganancias de los cultivos. Sin embargo, nunca lo cobraban porque les descontaban los pasajes, los alimentos, los agroquímicos y el transporte de la producción.
Vivían en condiciones infrahumanas, hacinados en casillas destruidas, con piso de tierra y letrinas afuera. Los niños y niñas trabajaban a partir de los seis años haciendo el desmalezamiento. Los más grandes cumplían jornadas de entre doce y catorce horas. Estaban intoxicados y tenían erupciones en la piel porque usaban peligrosos agroquímicos, sin siquiera disponer de la ropa adecuada para manipularlos.
Día Mundial contra el Trabajo Infantil
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estableció el 12 de junio como el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, para visibilizar el flagelo que vulnera los derechos de 150 millones de niños, niñas y adolescentes alrededor del planeta. Particularmente, en la agricultura los números son cercanos a 108 millones de niños según la F.A.O. (Organización para la Alimentación y la Agricultura de la ONU).
Con motivo de esta fecha, consultamos a Clarisa Gambera, trabajadora de Niñez de CABA, integrante de la organización Niñez y Territorio y de la mesa de capital de la CTA. Preocupada por el contexto de ajuste, desempleo y retroceso de derechos laborales, considera que este es el peor momento para los 715 mil pibes y pibas que trabajan nuestro país.
Para Gambera, “hablar de trabajo infantil requiere evitar las simplificaciones y ver los contextos, es fundamental distinguir los casos de explotación de los poderosos que usan a pibes en las plantaciones y los envenenan con glifosato, que cuando una familia se organiza para no morir de hambre. En esa organización se incluye a sus hijos e hijas”, sostuvo.
Se encuentra mayor explotación infantil en los sectores más desprotegidos del trabajo en términos de derechos; “donde hay trabajo sin derechos y con ausencia de organización sindical, las chances de explotación laboral de chicos y chicas es mayor”. De nuevo aclaró que “no es igual cuando los pibes caen en manos de mafias que los hacen trabajar, que las estrategias de supervivencia familiar, las cuales requieren de políticas públicas concretas que les permitan generar recursos económicos”.
Consultada sobre los casos de explotación infantil en la zona del Parque Pereyra Iraola, Gambera expresó que la explotación de niños y niñas forma parte de la realidad del sector rural de nuestro país, porque este sector está desprotegido respecto de derechos laborales y el capital busca maximizar sus ganancias usando a los pibes. “Las condiciones en el campo son de super explotación y los pibes son rociados con veneno en los pueblos fumigados” expresó.
Las condiciones de explotación se potencian cuando el gobierno destruye el empleo de sus padres, ataca las economías populares y persigue la migración, empujando a esas familias a la clandestinidad y dejándolas a merced de las mafias, opinó Gambera.
“Mientras el gobierno genera nuevos pobres, desmantela las políticas públicas universales de niñez, educación y salud, el Ministerio de Trabajo dice que se indigna con el trabajo infantil y se compromete a erradicarlo. ¿Cómo pueden decir que les preocupa el trabajo infantil? Si no hay niñez digna con familias pobres y sin trabajo” se preguntó.
“Resulta difícil creer que existe una preocupación por el trabajo infantil en un país con un rumbo político-económico que ha generado 8 millones de niños, niñas y adolescentes pobres. Y la hipocresía de una prohibición que no prevé subsanar la situación en la que el trabajo es una estrategia de subsistencia. No por esto se puede dejar de denunciar que el sistema productivo se aprovecha de la pobreza, la falta de empleo y usa la mano de obra más barata para maximizar ganancias”.
Por otro lado, desde las organizaciones de Niñez se rescata la idea de trabajo como proyecto de vida y el valor del contexto pedagógico; “es importante rescatar la potencia pedagógica del trabajo, en experiencias de trabajo solidario y cooperativo, como el que realizan muchas organizaciones de Niñez. Se trata de trabajo que propone otra forma social de organización y que tuvimos que defender y explicar cuando se lo pretendió homologar a la explotación de pibes que hacen los dueños de los campos de soja o de yerba”, comentó.
Gambera explicó que la Ley Nacional 26390 (de Prohibición del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo Adolescente), en su primera versión no contemplaba el trabajo como estrategia pedagógica. “Podían ser denunciadas por trabajo infantil por ejemplo las experiencias de una escuela agrotécnica, o el taller de muebles. Por suerte se pudo incluir esta excepción a pedido de las organizaciones de Niñez. Se pudo traducir en un artículo en la ley que protege esta experiencia.”
Finalizando, recordó que “hubo provincias en las que gracias a la AUH, muchas familias pudieron correr a sus pibes del campo. Pero para eso fue necesario contar con un salario que permita que todos coman. El momento más feliz en términos de proyecto de vida digna fue cuando en este país se habló de pleno empleo y de redistribución de la riqueza. Cuando los trabajadores avanzaron en derechos de niñez digna” concluyo.