Por Hugo Huberman*. La palabra no es inocente, como tampoco los productos culturales. Un repaso sobre cómo en México y Argentina el cine y la televisión fueron la pantalla de los “modelos de mujer” que el machismo definía.
Las palabras nombran, designan, connotan. Como especie somos eso: lenguaje y acción. De acuerdo con el mexicano Octavio Paz, la palabra macho “resume la agresividad, impasibilidad, invulnerabilidad, uso descarnado de la violencia”y la frase “‘yo soy tu padre’ no tiene ningún sabor paternal, ni se dice para proteger, resguardar o conducir, sino para imponer una superioridad, esto es, para humillar ”[i]. Este influyente escritor sostiene que estos rasgos tienen su origen “en la violenta, sarcástica humillación de la Madre y en la menos violenta afirmación del Padre”. Entonces, ¿cómo surge y se difunde el término ‘machismo’?
Sería necesario remitirnos al sistema de relaciones entre los géneros que se forjó durante el período colonial, que se habría caracterizado por la vigencia de múltiples códigos morales para ordenar la relación de los varones españoles con cada una de las diferentes ‘categorías’ de mujeres: españolas, mestizas, nativas y esclavas. Parece ser que antes de 1930, el vocablo ‘macho’ o ‘machismo’ no aparece en el folclore mexicano[ii] y se usaba sólo como una cruda vulgaridad para referirse a virilidad u hombría.
En el México de 1940, se consolidó el Estado Nación, el aparato del partido en el poder y se construyó una identidad nacional moderna. En este periodo, el Estado emprendió una intensa labor de propaganda en torno a la construcción de la identidad nacional. En este contexto, el guerrero revolucionario se convirtió en el ícono de la nueva mexicanidad.
Esta imagen fue ampliamente difundida por el arte popular y por los medios de comunicación. Estos fueron los principales órganos de propaganda del partido en el poder. Como es sabido, la música y el cine mexicanos se difundieron en todo el continente y contribuyeron a construir una identidad latinoamericana centrada en sus héroes populares. Ahora bien: el guerrero se caracteriza por vivir en un mundo homo-social apartado del ámbito doméstico y por representar de manera extrema ciertos rasgos de la masculinidad asociados a la fuerza y la competencia.
Registramos cómo el carácter sociopolítico de la categoría ‘hombre’ está íntimamente relacionado con la cultura en que encuentra los recursos, toma los insumos para construirse desde una sola versión, sin otras opciones de validación social. Hagamos un viaje imaginario desde ese México a Argentina. Casi de manera contemporánea puedo registrar dos periodos de masculinidades diferentes como ejemplo de contexto político relaciones dinámicas entre el mismo y la subjetividad masculina, que el cine argentino plasmó.
Machismos made in casa
Durante la década infame, en Argentina nace la idea del cafisho, del burdel, de las polainas y el traje blanco, de armas tomar y de relaciones jerárquicas fuertes, donde la política formaba parte del trabajo asalariado y las mujeres hacían al jolgorio como instrumentos de “diversión”.
Otro hito plasmado en el cine nacional ocurre durante el gobierno peronista: la relación entre deportes y el poder político, una gran solidaridad entre ellos y un fanatismo por los colores de su equipo se hicieron carne en la fabulosa película con Enrique Santos Discpolo “ el Hincha”. En este período, la mujer es la madre abnegada, la que resignadamente espera y calla la vuelta del marido o del hijo los domingos. Por otro lado, está la chica del barrio, la que los sábados se prepara y alista para las luces del centro (http://youtu.be/6XCs58fFA3M).
Este período tuvo otra marca cinematográfica grande muchos años después con el Gatica del genial Leonardo Favio (http://youtu.be/sbOkiEfry9U. Dos períodos políticamente contrastantes, formas masculinas aliadas casi necesariamente a esas estructuras, las diferencias jerárquicas por un lado, lo popular por el otro. En el medio, Juan Carlos Chiappe y los radioteatros Colgate Palmolive hacían lo suyo de la mano del omnipresente Oscar Casco y su ‘cucurruchito mío’, acompañado por el tango como eje central de una época de conflictos sin resolución masculina y madres idolatradas, y las “otras”, yira, yira.[iii] (http://youtu.be/Th9FMlgCW1s).
Este muestreo es parte de la relación directa entre el machismo y la estructura social y política que nutre a los hombres y las mujeres para su desarrollo y validación. Sin embargo las contradicciones se van escapando de esta realidad.
Así por ejemplo, la potencia sexual y la capacidad de seducir mujeres es una cualidad que en ciertos momentos o espacios puede ser festejada, en otras puede ser considerada como un rasgo de falta de hombría. Asimismo, la figura femenina no se percibe necesariamente como pasiva o asexuada. Ella puede ser más fuerte que el varón en ciertos terrenos y usar su sexualidad para sus fines.
Parecería, pues, que no se trata de que el llamado machismo no exista sino que la difusión de esta imagen distorsionó nuestra comprensión de las masculinidades en América Latina porque enfocó solo ciertos aspectos e ignoró que incluyen muchas facetas.
Queda claro que los aspectos que fueron remarcados son los que validan un tiempo y un espacio político y social. ¿Cómo, entonces, se explica la coexistencia de todos estos elementos? Y, sobre todo, ¿cómo contribuir a entender las identidades de género masculinas en América Latina sin caer en el estereotipo ni en el victimismo?
Ardua tarea que de a poco venimos emprendiendo es entender que donde hay poder hay resistencia, y donde nacen los modelos únicos debemos mirar con lentes de género muy cerca de ellos, donde se ubican la multiplicidad de sobrevivientes del mismo modelo, que generan otras opciones, diversas.
Desde el punto de vista legal avanzamos bajo profunda presión de los tratados internacionales ¿Generamos, también, una transformación cultural de las visiones sobre las relaciones de poder? ¿Qué insumos o recursos tenemos los hombres de hoy desde nuestra cultura para repensarnos, y repensar nuestros vínculos con nosotros mismos y los demás?
Un instante: prendo la tele, todos los canales están pendientes de si nuestro Dios Supremo se va a Dubai con su ex contrincante mediática, Tinelli asoma y Rial sigue su ruta misógina, Lanata bastardea a Florencia de la V. Caen al baile sus seguidores y detractores. Todos los días la caja boba reproduce las violencias producto de este modelo alienante y bastardo, desde la niña en el lavarropas hasta la discusión bizarra sobre la edad de la que niña de12 años que se escapó de su casa y fue abusada sexualmente.
De casualidad, paso al plano político y todo se resume en una frase: quién la tiene más larga. Sólo eso esconden los palabreríos que oigo. No soy optimista, si sé que todos los días aporto -como muchos y muchas de ustedes- para que esta situación abra sus construcciones hacia otras relaciones. Es complejo, pero no queda otra que seguir preguntándonos: si no es ahora, ¿cuándo? Si no lo hacemos nosotros y nosotras, ¿quiénes?
[i] Paz El laberinto de la soledad 1974 Fondo de Cultura Económica México.
[ii] Gutman M The Meanings of Macho: Being a Man in Mexico City.Universidad de California Press 1996
[iii] Voz lunfardo, argot porteño nombra las mujeres explotadas sexualmente.
(*)Coordinador de la Campaña Lazo Blanco de Argentina y Uruguay (www.lazoblanco.org) y director del Instituto de Género Josep Vicent Marques.