Por Lucio Garriga Olmo
En las últimas semanas aumentaron las tensiones entre la Unión Europea -bajo el brazo militar de la OTAN, junto a Estados Unidos- y el gigante ruso, la nueva potencia que busca hegenomonía en el mundo. Maniobras militares de ambos lados y las sanciones aprobadas recientemente son algunos ejemplos de esto.
Esta lucha entre ambos gigantes desencadena discrepancias que pueden terminar en problemas mayores teniendo en cuenta la capacidad militar y armamentística de cada uno. Un dato es llamativo: según el anuario Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), el volumen de las ventas de armas en los últimos cinco años es “el mayor desde el fin de la guerra fría”. Es decir, la pólvora sólo necesita que alguien la encienda.
El aumento de las peligrosas tensiones son tanto militar como diplomáticas. Durante el pasado mes de mayo, la OTAN activó un puesto de defensa en la base rumana de Deveselu, a una distancia de 600 kilómetros de la península de Crimea, región que Rusia se anexionó en 2014 y fue totalmente rechazada por Europa, Ucrania y Estados Unidos. En respuesta a esto, el gigante ruso movilizó y desplegó sistemas de misiles S-400 con capacidad nuclear en el enclave estratégico de Kaliningrado. Según el presidente del comité de Defensa del Consejo de la Federación Rusa, Viktor Ozerov, este despliegue fue “forzado”.
El avance militar entre ambos continúa y seguirá aumentando. Desde el 20 de noviembre y hasta el 3 de diciembre, la OTAN realiza las maniobras “Espada de Hierro 2016” en Lituania, es decir, en la frontera de Rusia colocó a más de 4.000 soldados procedentes de 11 países y, además, está realizando ejercicios militares en el mar Egeo con corbetas, barcos patrulla, cazaminas, aviones de combate y vehículos submarinos no tripulados. Ante esto, el ministro de Defensa ruso, Serguei Shoigu, anunció que realizarán un despliegue militar cerca de la frontera con Ucrania y Bielorrusia en las regiones de Belgorod, Voronezh y Smolensk. Además, Ucrania ha empezado su ensayo y ha disparado misiles cerca de la península de Crimea lo cual, obviamente, trajo las críticas de Rusia que ya amenazó con derribar todos los misiles que sean disparados y ha enviado varios buques de guerra de la Flota del Mar Negro.
En el ámbito diplomático también se toman medidas. Esta semana, la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó una medida que estipula que “los trabajadores acreditados de las delegaciones diplomáticas de Rusia en EE.UU. podrán no obtener permiso para desplazarse a más de 25 millas (40 kilómetros) de sus oficinas”. Este documento entrará en vigor si es aprobado en el Senado y por el presidente Barack Obama. Nuevamente Rusia no se quedó de brazos cruzados. La representante oficial de la Cancillería rusa, María Zajárova, aseguró: “Impondremos restricciones equivalentes a los diplomáticos estadounidenses presentes en Rusia”. Ambos bandos se mueven constantemente y parecen no poder sacarse una ventaja clara el uno sobre el otro.
En este escenario de alta tensión, este jueves el presidente Ruso, Vladímir Putin, pronunció su discurso anual ante la Asamblea Federal y aseguró: “Rusia no busca ni nunca buscó enemigos, pero no acepta la presión”. Además, manifestó que Moscú y Washington comparten “la responsabilidad de mantener la seguridad y la estabilidad” mundial y que “los intentos de romper esa paridad estratégica pueden conducir a una catástrofe global”. Por su parte, el canciller ruso, Serguéi Lavrov, ayer afirmó: “Se crea la firme impresión de que EE.UU. y la OTAN siguen aumentando deliberadamente el grado de tensión”. Ambas partes saben que la tensión aumenta y utilizan sus mejores cartas para sacar el máximo provecho.
A este panorama se le suma lo que dijo el presidente de China, Xi Jinping, en julio pasado: “Actualmente, somos testigos de acciones agresivas de EE.UU. tanto hacia China como Rusia. Creo que Rusia y China pueden crear una alianza ante la cual la OTAN sea débil”. China, el otro gigante e imperio mundial, se suma a estas disputas. La situación parece un juego de mesa entre varios jugadores, donde un competidor realiza un movimiento y el otro responde automáticamente para superarlo. La diferencia, y el gran problema, radica en que no se juega con fichas, sino con vidas humanas.