Por Irupé López / Fotos por Dagna Faidutti
Imágenes y testimonios de las que no volverán a ser las mismas luego de haber vivido su primer Encuentro Nacional de Mujeres.
Cada año miles de mujeres se suman por primera vez al Encuentro Nacional que se realiza desde hace 31 años. Cada año, cada octubre, una fibra dentro del cuerpo de esas mujeres comienza a temblar y se vuelve difícil encontrar palabras que describan las sensaciones. Sin embargo, eso no es tanto problema, el tiempo dirá qué nombre tomarán, mientras tanto, todo se transforma en acción, en abrazos, en amor de amigas, hermanas, compañeras, que comprenden y comparten las vivencias y las intenciones de luchar contra las opresiones, las propuestas y las ideas que las reúnen con un sólo propósito: vivir y ser libres de decidir. Antes de llegar la expectativa es incertidumbre que un rato después se transformará en un camino de fuerza y lucha.
“Antes del Encuentro pensaba que mi grano de arena era algo que se volaba con el viento y la verdad es que hay un montón de granos de arena a lo largo de nuestro país trabajando por cuestiones que nos preocupan y eso te hace sentir que no estás sola”, reflexiona Yanina, oriunda del sur de Gran Buenos Aires, que se organizó con compañeras trabajadoras de prensa para poder asistir y participó del taller de Mujeres y medioambiente. Le tiembla la voz al hablar y hace énfasis en lo “movilizador” que es tantas mujeres juntas debatiendo sobre temas en común. “El ENM es un llamado de atención para que la sociedad vea que las mujeres no estamos solas, estamos todas juntas y dentro de lo heterogéneas que somos, hay causas comunes por las que peleamos. Todas tiramos para el mismo lado”.
La marcha de cierre convocó a 120 mil mujeres que caminaron más de 40 cuadras por toda la ciudad de Rosario. Allí, junto con las aborteras, las putas, las piqueteras, las negras, las latinoamericanas y muchas más, estaba Eli, de 25 años, también del sur bonaerense, con la piel estremecida. “Ver tantas mujeres unidas bajo una misma consigna, con una misma idea de libertad y de reclamo de lo que nos pertenece, me llenó de emoción y sobre todo me inspiró. Me dejó muchísimas más ganas por seguir peleando por todo lo que nos deben y todo lo que nos corresponde”. El aborto legal, seguro y gratuito, afirma, es la principal bandera que lleva a cada rincón.
Ana, tiene 27 años, y el lunes por la tarde, recién llegada del Encuentro a la Ciudad de Buenos Aires no aguantó. Largó el llanto en el medio del subte línea B mientras hablaba con una amiga. “Antes de salir para Rosario sentí la ansiedad de querer llegar y la incertidumbre de no saber lo que me estaba esperando y finalmente viví la experiencia hermosa que me mantuvo la cabeza a mil revoluciones durante días. Fueron días de anécdotas, risas y vínculos cada vez más fuertes. Sentí que nos conocemos más entre nosotras y que tenemos el lugar para seguir conociéndonos a nosotras mismas”, escribió con el corazón en las manos, en la yema de los dedos.
Al final, en el subte línea B, identificó la razón de las sensaciones: “Pude ver con toda la claridad y transparencia los lazos que tejemos y nos mantienen fuertes, cada vez mas empoderadas. Y cuando creí que había terminado el viaje y que había que esperar otro año para volver a vivir lo mismo entendí que recién había comenzado todo. Es un proceso que recién empieza y espero haya muchos encuentros y oportunidades más para seguir abrazándonos, construyéndonos y deconstruyéndonos juntas”.