Por Juanma Olarieta/ Después de cinco años de guerra, ayer por vez primera, el ejército de Estados Unidos anunció al gobierno de Siria que en dicha guerra asume la condición de fuerza enemiga de ocupación.
El anuncio lo llevó a cabo a través de Rusia, aunque se entiende remitido también a cualquier parte beligerante que apoye al gobierno de Damasco, como Irán.
No cabe llamarse a engaño respecto a lo que realmente está ocurriendo en Siria. Si no utilizara eufemismos tendría que reconocer que se trata de una declaración formal de guerra, clara y rotunda como pocas.
Estamos ante una ocupación militar porque así lo reconoce expresamente el ejército de Estados Unidos en su declaración, es decir, que mantiene tropas estacionadas en un país extranjero, sin su consentimiento. En ella establece claramente las coordenadas geográficas de sus posiciones, una franja de territorio en el norte de Siria.
La declaración advierte al país ocupado que, además, ha impuesto una zona de exclusión sobre una parte de su espacio aéreo, de tal manera que amenazan con derribar cualquier avión (sirio o ruso) que sobrevuele dicha zona.
Dicha zona de exclusión aérea comprende el territorio kurdo de Siria, lo que supone un intento de dividir a Siria en dos entidades soberanas diferenciadas e imponer un protectorado de Estados Unidos sobre una de ellas: la kurda.
El teniente general al mando de las tropas de ocupación estadounidenses en Siria e Irak, Stephen Townshend, ha manifestado a la agencia Reuters lo siguiente: “Hemos informado a los rusos de dónde estamos… Ellos nos han dicho que han informado de ello a los sirios y todo lo que tengo que decir es que nos defenderemos si nos sentimos amenazados”.
El simulacro de los intermediarios, como el Estado Islámico o el Frente Al-Nusra, se ha desplomado, sobre todo tras el avance del ejército regular sirio y sus aliados en Alepo, donde han logrado cercar a las huestes terroristas, así como el fracaso del golpe de Estado que patrocinaron el 15 de julio en Turquía.
Ante la nueva situación, los portavoces mediáticos del imperialismo ya han preparado los nuevos “argumentos” que van a servir de coartada, en donde los kurdos van a desempeñar el papel que en 2011 desempeñaron los sirios para justificar un nuevo reparto de las zonas de influencia en el corazón de Oriente Medio, como ya ha ocurrido en Irak.
El sueño de acabar con el gobierno de Bashar Al-Assad ha terminado; ahora comienza el sueño de arrancarle -siquiera- un pedazo de tierra, lo que ha volteado el posicionamiento de Estados Unidos, que inicialmente se opuso a que los kurdos participaran en las conversaciones de paz de Ginebra y ahora se ha convertido en su mayor aval.
Por el contrario, Rusia trata de mediar con el gobierno de Damasco para que reforme su constitución y conceda la autonomía a las regiones kurdas.