Por Miguel Guaglianone*. Estados Unidos no detiene su maquinaria de guerra. No sólo intenta derrocar a gobiernos díscolos, sino que de esta manera tapa la crisis hegemónica que atraviesa.
Ahora Estados Unidos, acompañado por una nueva “coalición” inventada para la situación (que incluye a varios países árabes del Golfo y que mientras esto se escribe nos enteramos que contará con la colaboración del Reino Unido), está realizando bombardeos en el norte de Siria, con el pretexto de combatir al Estado Islámico (EI). Otra vez se repite la huida hacia adelante: a los graves problemas en Medio Oriente (la mayoría de los cuales son responsabilidad de la injerencia estadounidense) se responde con una única fórmula: más bombardeos por aquí y por allá, como si las bombas y los cohetes fueran capaces de solucionar conflictos que van mucho más allá de lo meramente militar.
Mientras tanto, en la Asamblea General de las Naciones Unidas la condena a esta política exterior de guerra generalizada y sin sentido es mayoritaria, la Casa Blanca sigue con sus oídos sordos a cualquier reclamo o crítica.
Cristina Fernández, Dilma Roussef, Evo Morales, Nicolás Maduro (Michel Bachelet en forma más “ligth”) desde Latinoamérica fueron unánimes en condenar la intervención de los Estados Unidos en los críticos sucesos del Medio Oriente y Ucrania.
Por su parte, en una excelente intervención, el presidente de Irán Hassan Rouhani responsabilizó directamente a Estados Unidos por haber propiciado, junto a otros países de Occidente y algunos países árabes, el surgimiento del “terrorismo” (léase fundamentalmente el Estado Islámico). Dijo: “Ciertas agencias de inteligencia han puesto navajas en manos de locos que hoy día no perdonan a nadie”, y acusó: “Todos aquellos que desempeñaron un papel para fundar y apoyar a estos grupos de terror deberían reconocer sus errores”. Igualmente condenó los bombardeos a Siria (ya hace unos días el ayatolá Alí Jamenei, máxima autoridad de la dirigencia iraní, había explicado que estos bombardeos eran parte de una estrategia de Estados Unidos para intervenir a su gusto en Siria e Irak, y que Irán se oponía firmemente a ella).
Pero nada detiene a Barak Obama (ni a los poderes reales que están detrás de él) en su desenfrenada agresión hacia el resto del mundo. Sin tener para nada en cuenta leyes y tratados internacionales (la jurisprudencia internacional es en gran medida un mito mediático) y violando soberanías, sin tener la anuencia del gobierno de Damasco (al que -reafirmado por declaraciones de Obama en estos días- pretenden tumbar), Estados Unidos realizan bombardeos (puntuales) en territorio sirio.
Curiosamente, la mitad de estas acciones militares se efectúan sobre instalaciones petroleras que están en poder del EI, con la excusa de dejarlos sin recursos para su financiamiento, pero ¿quiénes son los mayores beneficiarios del cese de actividad de estas instalaciones? “Casualmente” las dos grandes compañías petroleras norteamericanas Chevron y Exxon que operan en la región, manejando los pozos que Estados Unidos le quitó al gobierno de Irak. De la misma forma que los bombardeos de Estados Unidos en el territorio iraquí están orientados sobre todo a evitar que el EI se apodere de las instalaciones en poder de sus corporaciones, en el lado sirio los bombardeos eliminan competidores directos.
Y lo más grave es que estos bombardeos que Estados Unidos califica de “limpios”, dejan siempre e inevitablemente víctimas civiles, de las cuales no sólo es de lamentar la pérdida de vidas humanas inocentes, sino que sus sobrevivientes se van a transformar en gran medida en futuros combatientes contra los propios Estados Unidos.
Así ha sucedido sistemáticamente en todo Medio Oriente con las agresiones militares y los asesinatos selectivos de Washington. El propio Osama Bin Laden cambió de bando y se trasformó en enemigo cuando familiares y allegados suyos fueron muertos por acciones estadounidenses. Y el recién nombrado Califa del Estado Islámico, Abu Bakr Al Baghdadi, fue diez años prisionero de la CIA, y es uno de los torturados en la famosa prisión de Abu Graib.
No solamente Estados Unidos ha creado, propiciado y financiado a grupos extremistas que luego se convirtieron en sus enemigos y llevan adelante su propia agenda, sino que han venido sembrando la región de muertos, heridos y torturados (numerosas veces inocentes), que se han convertido por esto (ellos y sus familiares) en sus más feroces adversarios.
Pero como ya analizáramos en otras ocasiones, esta disparatada política exterior sigue ciegamente adelante (sobre todo en los períodos presidenciales de Barak Obama) a pesar de dejar resultados contraproducentes a sus propias intenciones y objetivos. Hemos manejado la hipótesis que la razón de esta sinrazón es fundamentalmente la desesperación que produce la progresiva pérdida del poder hegemónico de Estados Unidos en el mundo, y el ascendente protagonismo de nuevos actores en el panorama geopolítico global que no obedecen a sus intereses ni sus órdenes. Y que quede claro que esa pérdida de poder hegemónico no es solamente una opinión nuestra (y de otros numerosos analistas), sino que el propio Henry Kissinger -al que nadie se atrevería a catalogar como adversario de los Estados Unidos- se encarga de mostrar en profundidad en su último libro.
Sea ésta o no la razón de la progresiva siembra de caos y desolación a lo largo y ancho del planeta, lo cierto es que no parecen dispuestos ni a detenerse ni a cambiar de rumbo. Sólo siguen ofreciendo más de lo mismo: guerra, devastación y muerte.
Lo del título: Estados Unidos están intentando apagar los fuegos (que ellos mismos encendieron), echándole gasolina.
*Artículo publicado en Barómetro Internacional (www.barometrointernacional.bligoo.com.ve)