Por Cezary Novek y Stefanía Cieslack. Originales e inclasificables, Los Nietos de Borges es una banda que lleva cuatro años de actividad ininterrumpida. Marcha entrevistó al cantante y fundador.
Un león, un médico, un mimo y una suerte de Mozart verdoso integran la formación. Sin embargo, Mozart cuenta que no hay una intención de tomarse muy en serio. Vio que muchos grupos se vestían igual y decidió hacer lo contrario.
Mozart es Félix Torre. El líder y cantante. Por sus venas corre la causa que explica el nombre de la banda “Mis abuelos fueron Norah Borges -hermana de Jorge Luis- y Guillermo Torre -ensayista y poeta español de la generación del ’27-. A él no lo conocí, murió joven. Ella vivió con nosotros hasta su muerte. La disfruté mucho”.
Hablando de música, desnuda el proyecto calificándolo como “un diálogo sin forma entre ciertos esqueletos o canciones. Es contar una visión en cada canción -que expresa un mundo-, una atmósfera. Y cantarla es habitarla y profundizar en el significado. Creo que hay una esencial impronta de la interpretación, de la performance, por eso a veces hay gente que escucha sólo el disco nuestro y no le pasa nada ¡es porque el disco es una verga! (mentira)”.
Antes de meterse de lleno en la música, Félix se dedicaba a la actuación y a la escritura. No obstante, nunca abandonó las otras actividades: “a mí me gusta mucho el clown y no hubo paso de una actividad a otra. Estoy en el medio de las dos cosas. El gran paso fue aceptar que no debía hacer una decisión sino encontrar mi propio lenguaje”.
Respecto del género y las posibles influencias de la música balcánica, el tango o el rock fusión rioplatense al estilo Pequeña Orquesta Reincidentes, zanja la cuestión de forma simple: “usar muchos géneros no es nada nuevo… prácticamente no tiene mérito. Yo, en lo secreto, me jacto de saber improvisar y eso tiene la banda, que es capaz de quebrar cierto previsible en la construcción de sentido. Creo que ese es el brote de humor muchas veces. Salirse de la tangente es hermoso y nos hace sentir bien. Frank Zappa tenía eso como motor y Woody Allen también”.
No hay un origen espontáneo que pueda mitificarse, ya que según Félix “Un amigo me dijo que escuchaba mis canciones y le parecía que yo era el sonido del zapping. Luego, yo los fui reclutando”. Tampoco reconoce una influencia puntual, más allá de lo dicho sobre Zappa: “yo creo que los que vinieron antes de nosotros, nos ayudan a tomarnos licencias. Gente llena de corazón e ideas hubo siempre. Todos los hombres de la tierra soñamos con la libertad, así que hay mucha data por todos lados. Hay que abrir los ojos y olvidarse de pegarla. No sé si Mozart estaría preocupado en pegarla. Creo que es una construcción simbólica”.
-¿Qué relación encontrás entre abordar la escritura de un libro o la composición de una canción?
-Hice un libro por año desde hace cuatro años. Exploté, fue como un descubrimiento. Los primeros tres son unos brainstorming. El cuarto tiene más sólida construcción, es una nouvelle. Encarar un libro para mí es lo mismo que encarar una canción. Soy el yo literario, bajo las reglas y las posibilidades de la literatura. Es un yo mío pero deformado. Mis lecturas favoritas son Borges, Pessoa, Hesse, Bukowski, Proust.
-¿Proyectos a corto plazo?
-Tenemos un disco editado y el DVD que sale el año que viene. Hay muchas ganas de viajar, giras cortas: un fin de semana en Rosario, otro en La Plata. Vamos y volvemos. Los últimos tres veranos fuimos a Uruguay. Fue muy lindo. Te imaginarás la reacción de la gente… más que está de vacaciones y generábamos un efecto de sentido, así que muy lindo. Estamos armando el croquis para el año q viene. El proyecto final sería tomar el poder, derrocar algún gobierno, algo así… (risas)
–¿Viven de la música?
-El batero se dedica al diseño. Juli, el mimo, da clases de trompeta y toca en diez bandas más, es del palo del jazz. Alf, el león, da clases de bajo y tiene muchos proyectos. Yo doy clase de teatro dos veces por semana y eso me paga todo mi tiempo. Con Juli estuvimos dando un taller de improvisación vocal. Es un placer hacerlo, más porque con él tenemos un dúo (Vainilla y chocolate) con el que improvisamos de todo, sin pautas, una linda locura.
-¿Podrías hacer un retrato del panorama actual en la movida independiente en Buenos Aires?
-Antes puteaba, pero es lo que hay. Hay lugares, gente. Pero para mí Baires es hermoso, está lleno de locos. Estoy cada vez más organizando más y más cosas. También hago malditos trámites para que te subvencionen o participar de alguna cosa de la ciudad. Igual salen cosas, nos contratan de vez en cuando. Es gigante el asunto acá, mucho barrio. Ahora se están organizando los centros culturales, son como veinte. Son lugares en los que venimos tocando. Se están juntando firmas porque no son “boliches” ni “bares” sino otra cosa, joven y participativa.
-¿Cómo influyó la gestión de Mauricio Macri respecto a lo que contás sobre el circuito?
-Un desastre, claro. El pibe organiza desde otro lugar, quiere escenarios gigantes, artistas de renombre. Además, cierra espacios en lugar de ver cómo funciona el asunto. Le bajan a todos la misma vara como si fueran un boliche bailable, por eso es el tema de la ley.
No entienden qué verga es la cultura de un barrio, así de simple. Pero hay que ser muy grosso para hacer bien las cosas… yo qué sé. En el carnaval, ponele, acá en San Telmo todo el año se toca candombe, todos los domingos. Pero en carnaval, nos traen el corso pedorro, que ya no tiene relación con nada. Es como una idea de antaño que repiten, pero ya no se “celebra” y en vez de ayudar al candombe… eso. Pero bueno, hizo bicisendas. Yo creo que ningún artista que se mueva en mi ámbito quiere a Macri. No sé quién lo quiere.
-Para terminar, me gustaría que recomiendes algún músico o banda reciente que te haya volado la cabeza ¿Algún nombre que se te venga de inmediato a la cabeza?
-Hace dos años conocí al Botis Cromático. Tuvo una banda, La manzana cromática. Es una bestia. Es hermoso. Un gran poeta. Nadie habla de las cosas de las que él habla.
Extraño y novedoso
Los nietos de Borges no son un cuarteto de humor, ni un grupo de improvisadores, tampoco un conjunto musical. Son la suma de todas esas opciones y un poco más.
Extraño, novedoso y por sobre todas las cosas sólidamente armado, el espectáculo que presentan es una demostración de lo que hace el talento cuando se coloca a disposición de la creación sin mezquinar nada. Se conjugan registros vocales de perfecta afinación en los que prevalece el scat apoyando a las voces que cantan o narran esas vicisitudes tiernas algunas veces, procaces otras, graciosas todas que abren un mundo posible en los misteriosos derroteros que tiene la vida de cualquiera de nosotros.
Los Nietos de Borges encuentran en lo cotidiano la inspiración para componer. Las canciones, textos y secuencias que presentan en escena, inspiran ternura, apelan al cinismo y se nutren de cierta acidez. El carisma de Félix Torre es acompañado por Julián López Di Muro en la trompeta, Alfonso Ollúa en el bajo e Ignacio Guerineau en la percusión.
Los Nietos de Borges mixturan y combinan géneros e instrumentos para que cada tema sea una historia de vida, de esas que le ocurren a cualquiera, historias mínimas que se vuelven máximas, porque el sujeto que las narra las padece pero al mismo tiempo hace un guiño humorístico sobre ellas. Combinan música, ingenio, instrumentos convencionales -y no tanto- ejecutados por músicos de sólida formación.
Félix Torres compone un personaje para cada canción con una rapidez asombrosa, mostrando lo que ocurre cuando la técnica actoral se pone al servicio de la música. Así, canta e interpreta acompañado por la trompeta asordinada de Julián López Di Muro que lleva adelante su construcción de mimo lánguido y a veces torpe pero siempre efectivo en el uso de los distintos instrumentos artesanales, con buena destreza corporal y manejo de la voz cuando está a cargo de un tema.
Alfonso Ollúa en el bajo e Ignacio Guerineau en la percusión completan y afirman la tarea de hacer música con historias, o historias con música, y aportan además del soporte melódico intervenciones efectivas, que completan un cuadro visual tan heterogéneo como los géneros y temas que se abordan. Pero para saber de qué se trata hay que verlos. Cualquier nota que se escriba no puede reponer la contundencia del humor de Los Nietos.