por Andrea Sosa Alfonzo
Un Manual que idealiza a las mujeres publicado en Clarín abrió el juego para repensar qué imaginarios instalan los medios, cuáles son los debates que faltan y por qué exigimos tratamientos de contenidos desde la perspectiva de género.
¿Qué significa ser copada?
A las feministas no nos gustan los rótulos, las etiquetas, las mentes cortas. Nos nos gustan las bien pensadas, las grandes opinólogas, los juzgadores. No nos gustan las que reflexionan mucho pero nunca lo aplican a su vida, o peor, resignifican las palabras para que suenen más cool pero siguen naturalizando opresiones.
La semana pasada, Clarín intentó explicarnos qué significa ser “copada” y lo llamó El manual ideal de una mina copada, una nota decálogo de la periodista Magda Tagtachian en una sección denominada “Pasiones argentinas”.
Se trata de una guía que define cómo debe ser –según el medio– una mujer que se las banca todas, que está siempre dispuesta, que no se engancha ni enamora de la persona equivocada; que es “gauchita” y comprensiva, está siempre lista para el sexo y es “un toque feminista”; que es misógina sobre las feministas, pero “copada”.
El texto, que causó revuelo en las redes sociales y en diferentes medios, carece de sentido y es estigmatizador sobre nosotras porque es perpetuador de todas las imposiciones del patriarcado. Para mujeres como Magda, luchar por nuestros derechos –y no nos referimos a los conquistados en los últimos dos siglos, sino a los que todavía no tenemos– es ser intolerante a sus planteos; es no entender su ironía fina.
Magda se sintió “atacada” y la periodista Cristina Pérez la entrevistó en Radio Mitre para aclarar qué quiso decir en su nota. Y yo pensé antes de leerla: “no aclares que oscurece”. Efectivamente, mencionó que “la columna no pretendía ser otra cosa que una reflexión con humor acerca de lo que somos y vivimos las mujeres independientes, coquetas, que buscamos el amor todos los días, que trabajamos, que criamos hijos, familias, que cuidamos a los padres y a los hermanos”. Y sí, me respondí: era obvio que iba a oscurecer. Es decir el modelo de los cuidados familiares feminizado, un estereotipo de belleza de mujer que asiste con maquillaje, pero claro, “copada”. Cristina Pérez le respondió que eso no estaba “en el Código Penal, que ella supiera”. Si esta nota fuera un Manual de periodismo con perspectiva de género, Cristina Pérez me vendrías como el mejor ejemplo de cómo opera la reproducción de un discurso homogeneizante y dominante sobre nuestras cuerpas. No es violencia si no está normativizado por el derecho penal y civil. Pero, claro, las dos son “copadas”. Y reafirmando esta idea, la de la mujer independiente según una porción de la sociedad que escribe, lee y mira la realidad a través de la lupa de Clarín –que también supo decir que hacía periodismo independiente aunque ahora su dependencia se esconda en otros relatos– Magda le responde que no está en el Código Penal “porque es bancarnos la que nos toca y la que elegimos vivir las mujeres independientes”. Y afirmó que tanto rechazo a sus palabras lo único que le dejó en claro es que “las mujeres copadas tenemos mucho que construir”.
Inmediatamente después de la publicación y difusión de este “Manual”, las redes sociales explotaron con repudios de otras mujeres que no se sintieron “copadas” y algunos medios alternativos y autogestivos expresaron también su posición. El portal Cosecha Roja rápidamente salió a contrarrestar con el hashtag #NoSoyCopada e invitó a las lectoras a expresarse. El medio digital señaló:
“¿Una mina copada para quién? ¿Así nos quieren a las mujeres? En Cosecha Roja decimos #NoSoyCopada. No queremos que nos miren de afuera, que opinen cómo hacemos para agradar mejor a los demás. No queremos ser lindas y estar dispuestas para otros. Primero somos para nosotras. Intentamos conocernos, pensarnos, encontrarnos. Desarmarnos de cómo nos enseñaron a ser mujeres desde niñas y reconvertirnos en lo que queremos ser. Nos movemos por el deseo. Luego invitaron a sus lectoras/es a que enviaran un comentario de por qué #nosoycopada. Ese día recibieron miles de mensajes y fueron trendic topic en twitter”.
Por su parte, la Agencia Paco Urondo reflexionó en torno del estereotipo de “ser copada”:
“A la suma de responsabilidades que tenemos las mujeres por nuestros mandatos sociales y culturales, también tenemos que sumarle el de ser “copadas”. Porque parece que ser copada está “bueno”. Y remarcan: “si hay algo que las mujeres no debemos, es hacer silencio. Menos llorar, porque seguramente nuestras lágrimas no sean por el “abandono” de un hombre, sino porque nos hemos enterado que una mujer más murió víctima de la violencia machista en nuestro país, como pasa cada casi 24 horas”. Y en twitter también se hicieron presentes los comentarios y repudios.
¿Cómo se adecua la “copada” a un mundo que no está hecho para nosotras?
La imagen aggiornada y homogénea que referencia a una mujer liberada en un formato funcional a la opresión machista, a la que nos invita Magda
Tagtachian, es coherente con las mismas operaciones de violencia simbólica, cultural y mediática a la que nos exponen los medios, tanto delante de cámaras, como detrás de los micrófonos y los escritorios de prensa. Por eso rechazamos la idea de esa “copada”.
Las mujeres somos cosificadas en los medios, ya sea que nos muestren cuerpas sin vida etiquetadas, nos rotulen en Informes periodísticos sobre violencia de género que no hacen más que naturalizar la criminalización de la víctima, nos muestren determinadas por el patriarcado en sillones de belleza o en mesadas de cocina, o nos relaten diciendo que para no ser todo eso, seamos “copadas”. Copadas con el mandato, copadas con el intento de saturar nuestras luchas liberadoras en las calles, copadas con someternos a otro tipo de violencia que es definirnos en una versión berreta y posmoderna. El problema de Magda no es su intento, es su esencia. Decimos que faltan voces en los medios porque los contenidos con perspectiva de género son muy limitados y ella da cuenta de eso. Magda habla de liberación pero no de las que mueren en el intento, porque habla de migración pero no de talleres clandestinos, habla de salud pero no de soberanía sobre nuestros cuerpos y decisiones. Habla de mujeres y no de género autopercibido. Porque habla de decisión y no de que No, es no, habla de fantasear pero no de liberación en la cama.
Es la misma que habla de ser potra u esposa, la Magda “copada”. En una nota de septiembre dice que “Potra sale a la calle sin maquillaje y resulta apetecible. Esposa sale a la calle sin maquillaje y resulta invisible. Potra aparece con escote nuevo y levanta miradas. Esposa aparece con escote nuevo y esposo averigua en qué anda. Potra espera al candidato con velas y sahumerio. Esposa al esposo, con milanesas y noticiero. Potra no sabe cocinar. Esposa es experta. Potra se acerca a la barra y ordena margarita. Esposa toma lo que esposo ordena y se queda dormida”.
Sí Magda, sos re copada. Se sintió tan acosada que nos respondió al feminismo para Mirarnos en el espejo y aceptarnos. ¿Nos querías decir que tenemos que aceptarnos tal cual somos, así, sometidas al esposo o al mercado? ¿Nos decís que para mirarse hay que ser valientes y compasivos? Nosotras te respondemos que dime dime espejito nos dice al feminismo que #VivasNosQueremos, nos dice que nosotras ya hicimos un debate más profundo y por eso el movimiento de mujeres plantea la sororidad para lucharnos, liberarnos y empoderarnos cuando el Estado no se hace responsable, que por eso llevamos debates y proyectos al Congreso de la Nación para protegernos, que por eso denunciamos la complicidad de todos las fuerzas de seguridad, de la justicia y de los funcionarios políticos cuando decimos #NiUnaMenos.
En este mundo feminista, hecho a nuestra medida, ésa que sólo es hija de las decisiones individuales y de la sororidad, ésa que se quiere libre hoy y siempre, no caben las copadas.