La explosión en Misiones marca el primer episodio de desborde social frente al ajuste. El “programa” de Milei va encontrando de a poco su límite y la calle comienza a dar cuenta.
Por Pablo Nolasco Flores // Foto David Fefo
El ajuste tuvo su primer sacudón social, explotó la provincia de Misiones. Docentes, médicos estatales, yerbateros y hasta policías se sumaron a las movilizaciones y cortes de ruta porque la plata no alcanza. Lo que se inició como un reclamo sectorial en el marco de un paro por aumentos de salarios, decantó en una radicalización del conflicto que nos recuerda a las enormes puebladas que las provincias del interior han llevado a cabo en la historia de nuestro país.
Las raíces del conflicto hay que buscarlas en el superávit fiscal ficticio celebrado por el gobierno. Si no pagás, te sobra plata. Pero si no pagas, los conflictos también van a sobrar. La obsesión por los números y el ajuste brutal produce explosiones cuando de lo que se trata es sostener la vida material.
Cuando la crisis es larga los tiempos se acortan
Hace unas semanas Milei inauguró un busto de Carlos Saúl Menem. Entre lágrimas y anécdotas sobre valoradas, el presidente reivindicó la gestión del riojano calificandolo como el mejor gobierno de la historia. El dogmatismo y fundamentalismo de Milei pasa por alto que el programa económico aplicado en los años noventa en nuestro país explotó socialmente en diciembre del 2001. También pasa por alto el primer acontecimiento social de impugnación a ese programa: en diciembre de 1993 la Provincia de Santiago del Estero se subleva contra la clase política ante la falta de pago de sueldos a empleados públicos, de sanidad, municipales y docentes. Tuvieron que pasar cuatro años para que el ajuste fiscal que se venía desarrollando explotara. Dicha explosión se produjo en una provincia del interior.
En los últimos años, Argentina viene atravesando lo que denominamos como el ajuste permanente o la sociedad ajustada. En ese proceso las personas tienen que aprender a convivir con el ajuste e inventan formas para llegar a fin de mes: posponer pagos, comprar de a poco, financiarizar su vida cotidiana, etc. Sin embargo, el gobierno de Javier Milei, aprovechando esa subjetividad instalada en una sociedad que naturaliza el ajuste, aplicó su programa para disminuir el déficit fiscal: el Estado nacional no iba a transferir dinero a las provincias. En un proceso de alta inflación, al congelar presupuestos o no enviar dinero, los ingresos de las provincias y, sobre todo, los salarios, se licuan. Si antes del shock las personas hacían malabares, con los salarios licuados ni siquiera existe la posibilidad de organizarse. Si no hay plata, hay explosión.
A diferencia del santiagueñazo, la sublevación de Misiones se produce a los seis meses de iniciado el gobierno de Milei. Por si no queda claro, en seis meses le estalló la primera provincia a este programa de ajuste nacional. Para una sociedad que ya se viene aguantando el ajuste en sus vidas cotidianas los tiempos son más cortos. Ante el shock, la respuesta es más rápida.
Lo económico, lo social y lo político
Como ya lo venimos sosteniendo, otro de los fundamentalismos de Javier Milei es la teoría económica que sostiene su programa (¿hay programa?) de gobierno. En este sentido, ya nos habíamos preguntado por la línea que separa lo objetivo y lo subjetivo en el marco del ajuste. Es evidente que esa línea es cada vez más fina. Y si lo social le pone un freno a lo económico, lo político podría empezar a resquebrajarse.
La sostenibilidad de un gobierno radica en estos tres pilares. Lo económico implica que los números cierren, es decir, que los precios y las variables de la economía se estabilicen: precios de bienes y servicios, salarios y el dólar, entre otros. Lo social está determinado por la capacidad de aguante o resistencia cuando la estabilización de la economía trae consecuencias en la vida de las personas. Y, finalmente, el elemento político es aquel que intenta arbitrar el equilibrio entre lo económico y lo social.
En un escenario de estallido social producto de la falta de fondos para hacer frente a los pedidos de aumentos de salarios en una provincia del interior la política debería intervenir para encontrar una salida. Si esa salida es la liberación de fondos por parte del Estado nacional para hacer frente a esas demandas, los números del programa de ajuste empezarían a desequilibrarse. Si el Gobierno decide soltar plata a una provincia, ¿cómo van a actuar el resto de las gobernaciones? Pero además, ¿cómo van a actuar el resto de los trabajadores en otras provincias?
Del mismo modo, hay que tener en cuenta que los senadores de la provincia de Misiones son aliados al gobierno nacional en el marco de la discusión por la Ley de Bases. Con una provincia en llamas y ante un gobierno nacional que no da respuestas, ¿los senadores misioneros acompañaran al oficialismo en la votación?
Si nos guíamos por el dogmatismo del Gobierno nacional, suponemos que no estarían dispuestos a enviar fondos para resolver el problema salarial de la provincia de Misiones. Entonces, si no hay política es probable que la conflictividad social siga en aumento y la delgada línea entre los objetivo y subjetivo se tensen tanto generando nuevos escenarios similares al de Misiones.
Hacer la experiencia y encontrar los fundamentos de lo que explota
¿Por qué no explota esto? ¿Hasta cuándo le van a dar tiempo? Estas fueron las primeras preguntas que nos hicimos cuando se comenzó a aplicar el brutal ajuste de Milei. Pasábamos de la bronca al enojo por la falta de reacción de la gente. Además, nos revoleaban por la cabeza con encuestas que sostenían que Milei tenía una imagen positiva a pesar del ajuste. Pero como las dinámicas sociales, la contradicciones y la complejidad de las sensaciones muchas veces no pueden ser medidas y cuantificadas pueden darse casos como el de Misiones. En esa provincia, el gobierno nacional superó el 70% de los votos y hoy es la primera en estallar producto del programa de ajuste de escala nacional.
Sin embargo, la existencia de un conflicto social con esas características, donde se incluyen paros, movilizaciones, cortes de ruta y hasta enfrentamientos con las fuerzas represivas, no puede ser leído automáticamente como un proceso de ruptura de toda una población que apoyó en las últimas elecciones al Gobierno nacional. De hecho, algunos no vinculan el conflicto provincial con el ajuste a nivel nacional. Esta realidad es común en los procesos de lucha. El desafío que se nos presenta es que los sujetos que se incorporan al conflicto puedan hacer la experiencia, porque son ellos quienes le van a dar cuerpo a la resistencia y a la lucha. Pero además, poder reflexionar sobre la situación concreta y material que los impulsa. Ahí está nuestra función política y pedagógica de cargar de sentido al conflicto para que todos podamos entender por qué esto explota.