Por Francisco Longa.
El rumbo del escenario político continúa vertiginoso y cambiante. Massa, que en noviembre encabezaba, hoy está detrás de Macri y Scioli. El kirchnerismo, que comenzó el año con el revés Nisman, parece emerger nuevamente. Macri avanza sobre lo que UNEN dejó. ¿Asoma la izquierda?
Es un lugar común a esta altura decir que nada está dicho en la campaña hasta que no se cuenten los votos de octubre. Así como dar por muerto o por triunfador a un candidato antes de tiempo. Los cambios en el escenario político, las operaciones de prensa y la “guerra de encuestas” son capaces de modificar intenciones de votos que parecían cristalizadas e inamovibles. Hoy, el escenario, parece reacomodarse.
El imposible hombre impasible
Daniel Scioli sigue haciendo de hombre impasible. Esa condición aparecerá para algunos como tibieza, aunque hacia otros como mesura; valioso o deleznable, según el prisma subjetivo con el cual se lo mire. Lo cierto es que tras el cimbronazo de la muerte del fiscal Alberto Nisman y la denuncia a la presidenta Cristina Fernández por el encubrimiento de Irán, todas las encuestadoras coinciden en que Daniel Scioli no perdió votos. Hay matices entre quienes indican que tal vez ganó algunos puntos y quienes sostienen que está estancado, pero nadie supone que venga en baja.
Con el escenario hacia fuera en relativa calma, el gobernador sigue entonces construyendo hacia dentro, recogiendo lo que deja un massismo en retroceso: Sandro Guzmán, de Escobar, y Martín Insaurralde, de Lomas de Zamora, son dos de las figuras que Scioli incorporó en la semana que pasó. La primera dejó el Frente Renovador y la segunda, luego de muchos coqueteos con Massa, se definió por el sciolismo.
No obstante, la falta de definición de CFK le impide a Scioli alzarse con un apoyo que sería un parte-aguas para su candidatura, aunque por otro lado, esta carencia no le impide seguir acumulando en nombre de un proyecto que aún lo reconoce. Al interior del kirchnerismo duro algunos se entusiasman con que el silencio de Cristina es una señal en contra del ex motonauta. Tanto es así, que en estos días se agitan dos posibilidades que gustarían a los ultra k: un vice de paladar negro para Scioli (que podría ser algún encumbrado Ministro nacional) o una definición abrupta de Cristina fustigando a Scioli y apostando todas sus fichas a un candidato propio. En este último escenario, Florencio Randazzo cobra centralidad. El debate acerca de “ganar con un candidato incómodo” o “perder con un candidato propio” sigue sin ser resuelto en las bases del kirchnerismo; en unos meses sabremos si la dirección del proyecto lo resuelve por ellas.
La derecha en crecimiento
Mauricio Macri es el candidato predilecto del establishment. Luego de su rapidez de reflejos para instalarse en el affaire Nisman y de haber sumado figuras de peso para el gusto conservador –como el que fuera gobernador de Santa Fe, Carlos Reutemann–, un breve repaso por la línea editorial de los medios masivos de comunicación confirma que los grupos concentrados ya eligieron. Esta predilección le está permitiendo a Macri crecer en las encuestas, casi a pesar de sí mismo.
Si no fuera por el blindaje mediático que ostenta, los bluff que comete el ingeniero desestabilizarían cualquier campaña electoral. Solo por citar dos casos, Macri declaró que a partir del día que asuma la presidencia dejaría sin efecto el cepo cambiario. Semejante ridiculez tuvo sus réplicas incluso desde las filas del PRO: Carlos Melconian, economista de Mauricio, dijo que no se podía aventurar una medida económica de tal magnitud a tanta distancia de diciembre. En segundo lugar, fue asombroso el silencio –con gusto a complicidad– de Macri tras el Spot publicitario de su candidato en Santa Fe, Miguel del Sel, donde este último le preguntaba risueño a unos obreros: “¿Qué quieren, que venga con putas también?”. Pero ni la misoginia ni la ignorancia económica del PRO se cuelan en los medios de comunicación que ya ungieron a Macri como candidato, y que buscan un 2015 sin atisbos de kirchnerismo.
Massa no leva
La figura de Sergio Massa fungió en 2013 como un freno para las apetencias de hegemonía legislativa del kirchnerismo. De allí su buena elección en la provincia de Buenos Aires. No obstante, de allí a promoverse como alternativa de gobierno nacional hay un trecho muy largo. Esto ya le había sido advertido al propio Massa por su asesor, el peruano Sergio Bendixen, en 2014, consejo que el tigrense desoyó. A diferencia de sus dos principales opositores (que vienen gobernando distritos de varios millones de habitantes), los supuestos méritos de Massa se circunscriben a una gestión en un distrito mediano del gran Buenos Aires, y ahora a su paso no muy célebre por el Congreso nacional. Esas circunstancias y un prolongado período de especulaciones en torno a posibles integrantes del Frente Renovador han generado un escenario decepcionante para quienes apostaron por Massa.
Salidas, acusaciones y aprietes son la moneda corriente que circula hoy por las filas massistas. Mónica López amenazó con irse si no la dejan presentar candidatura a la gobernación. Lo mismo hicieron Felipe Solá y Darío Giustozzi. Todos ellos están dolidos por la predilección de Massa hacia Francisco De Narváez para ocupar la oficina en La Plata. El sábado pasado, en el cónclave de Villa Ballester, Massa buscó juntar a la tropa y dar una señal de unidad. Es evidente que la foto forzada de la unidad es más una muestra del descalabro interno de las filas, que una señal de cohesión. El debate es claro: Massa no quiere más de dos o tres candidatos para gobernar Buenos Aires, mientras que todos sus pre candidatos quieren seguir en la carrera. Es de esperar que este debate se dirima a partir de fórmulas mixtas, donde gobernador y vice sinteticen anteriores formulas independientes, o que varios se vayan del espacio.
Otros que asoman
La descomposición del UNEN sigue teniendo repercusiones. La candidatura de Margarita Stolbizer no supera el 4% de los votos y se encamina a ser un fracaso electoral. Con números similares, pero que tienen otro sabor, se encuentra el Frente de Izquierda. La mayoría de las encuestas lo sitúan como cuarta fuerza electoral, atrás de los tres candidatos ya repasados. Esto no es poco para los comandados por Altamira, si tenemos en cuenta que se trata de una elección presidencial –siempre esquiva para la izquierda–, y que refiere a un espacio político con escasa cobertura de los medios comerciales. Lejos de la posibilidad de alzarse con el sillón de Rivadavia, las fuerzas de izquierda podrán, tal vez, a partir de la agenda social y sindical que vienen construyendo, reforzar su presencia en los distintos espacios legislativos nacionales y provinciales. La reciente incorporación al Frente de Izquierda de organizaciones y movimientos sociales que eran renuentes a la participación electoral, es posible que contribuya en este sentido.
En suma, en las grandes ligas, los próximos meses serán centrales para conocer el mapa de navegación del tramo final de la campaña. Sean quienes fueran los nombres finales que pueblen las listas, la elección promete ser la más costosa de la historia electoral argentina. Ese costo estará dado en función del gasto en campaña electoral, aunque también puede terminar aludiendo al costo político de un recambio de ciclo en forma traumática.