Álvaro Uribe (izquierda) y Juan Manuel Santos (derecha)
Por Gabriela Gurvich. Una serie de hechos consecutivos en Colombia vuelven a poner al país sudamericano en el centro de la escena continental. La figura de Álvaro Uribe emerge tenebrosa de los escombros del atentado del martes en Bogotá.
En sólo una semana Salvatore Mancuso, jefe paramilitar extraditado a Estados Unidos, afirmó que tuvo un encuentro con el ex presidente Álvaro Uribe Vélez y que las organizaciones paramilitares financiaron sus dos campañas presidenciales. Seguidamente comenzaron los preparativos para la liberación de Romeo Langlois, periodista francés que cayó en poder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). El martes entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos, se esperaba la presencia del presidente Juan Manuel Santos en el acto de apertura en la ciudad de Cartagena de Indias, pero debió suspender su participación porque ese mismo día por la mañana un atentado en el centro de Bogotá empañó la jornada. Una bomba colocado por dos motociclistas explotó en un auto en el que se trasladaba el ex ministro de Interior de Uribe, Fernando Londoño. Hubo dos muertos de la escolta del ex funcionario, quien resultó herido junto a otras 47 personas. Ese mismo martes la Cámara de Representantes de Colombia aprobó el Marco Legal para la Paz, un proyecto de ley que buscaría el camino hacia un diálogo interno en el conflicto armado, y que cosechó muchas críticas por parte del uribismo.
Esta serie de hechos encadenados construyen una intrincada red, muy común en la política colombiana, que deja al desnudo lo más nefasto de una política de estado en la que finalmente quedan atrapados los colombianos y colombianas.
Acto 1
Las declaraciones de Mancuso que implican al ex presidente Uribe con los paramilitares, no sorprenden a nadie, pero adquieren un mayor peso cuando las afirmaciones parten del máximo líder de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), extraditado a EEUU por el propio gobierno de Uribe. Una de las razones de esta deportación sería evitar que Mancuso hable en Colombia y diga lo que sabe de sus nexos con el ex mandatario.
Hace poco más de una semana la cadena Caracol Radio, la emisora más importante de Colombia con claras tendencias derechistas, entrevistó al paramilitar que se despachó en señalar sus lazos con Uribe. Esto causó la inmediata indignación de éste, que sacó una declaración grabada y publicada en YouTube en la que acusa a Darío Arismendi, jefe informativo de Caracol y quien entrevistó a Mancuso. Además demandó ante la justicia al jefe paramilitar por calumnia.
Acto 2
Sin embargo esta noticia pasó rápidamente a segundo plano este martes, cuando los acontecimientos se sucedieron vertiginosamente. Ese día entró en vigencia el TLC entre Colombia y Estados Unidos. El acuerdo fue firmado en 2006 por los entonces mandatarios Álvaro Uribe y George Bush, pero diversas trabas lo fueron posponiendo. Entre los impedimentos figuraba el señalamiento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre los altos índices de asesinatos de sindicalistas en el país sudamericano y las múltiples manifestaciones del pueblo colombiano en contra del acuerdo.
La explosión a las 11 de la mañana de una bomba en pleno centro bogotano, empañó la fiesta que estaba preparada en Cartagena de Indias para dar inicio al TLC con el envío de un buque cargado de textiles hacia EEUU, ya sin aranceles. Esto sucedió pero ni la prensa lo reflejó como pudiera haber sido, ni el presidente Santos pudo asistir. Recién el miércoles el presidente colombiano se expresó al respecto a través de su cuenta en Twitter: “Hablamos con el expresidente George W. Bush para agradecerle también su apoyo al TLC”, escribió en la red social.
Hacía muchos años que en Colombia no ocurría un atentado en una ciudad, y los hechos conmocionaron el país. Por supuesto que los medios de comunicación, algunos funcionarios y políticos variopintos salieron inmediatamente a señalar a las FARC como supuestos autores del hecho. “A nadie más se le puede atribuir y tenemos los elementos para poder decir lo que estamos diciendo”, afirmó el comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, refiriéndose directamente a la guerrilla.
No es la primera vez que actos como estos son endilgados a la guerrilla para luego dejar vislumbrar la posibilidad de que hayan sido grupos derechistas los posibles artífices del atentado. “También hay algunas versiones de que fue la ultraderecha, tanto nacional como internacional, que muchas veces realiza esta clase de prácticas para endurecer a los gobiernos y buscar mayor represión, y por lo tanto incrementar la guerra”, aseguró el martes Ernesto Amezquita, abogado colombiano residente en Venezuela.
Por su parte Juan Alberto Sanchez Marín, un periodista con ojo clínico para analizar la realidad de su país, escribió “apenas se dispara la bala o estalla la bomba, se esparcen conjeturas sobre la sangre y los escombros. Pero no se trata de cualquier tipo de suposiciones. Son acusaciones fríamente calculadas. Tanto, que a veces le hacen a uno pensar que quienes las sueltan con tal desfachatez saben algo más de lo que dicen, o, incluso, que son arte y parte del tenebroso asunto”.
Y es que no habría pocas razones para pensar en esta posibilidad.
Acto 3
Ese mismo día Santos estaba por sacarle rédito político a un tratado acordado por el gobierno de Uribe. Estos dos, otrora amigos y cómplices, se encuentran mediáticamente muy enfrentados. El ex presidente insiste en señalar al gobierno de Santos como débil al momento de enfrentar a la guerrilla, aún cuando la única diferencia sea en lo discursivo, ya que en el práctica la política de Santos hacia las FARC es la continuidad absoluta, siguiendo la llamada “seguridad democrática”.
A pesar de ser esto así, el actual gobierno ha intentado lavarse la cara. Mientras hacia adentro continúa con la misma política criminal, se disfraza de dialoguista y se ha venido acercando al proceso de integración latinoamericana. Un atentado de estas características parece embarrarle la cancha y complicarle su intensión de cambiar la imagen de Colombia hacia el exterior.
Otra de las molestias de Uribe es la buena relación de Santos con el presidente venezolano Hugo Chávez. Si bien no son pocos quienes miran con desconfianza esta repentina amistad entre ambos mandatarios, lo cierto es que a Uribe lo saca de las casillas. Durante el domingo el expresidente se descargó duramente vía Twitter contra Chávez, para luego en una entrevista por skype en la cadena furibúndamente antichavista NTN24, coronó la escalada agresiva contra el presidente venezolano despachándose con sendas críticas y casi rogando a los venezolanos a votar por el candidato de la oposición Henrique Capriles Radonsky. Irónicamente el artefacto explosivo estalló en la esquina de la calle Caracas.
Otras de las políticas que crispa a los uribistas es el Marco Legal para la Paz que el mismo martes se aprobó en la cámara de representantes. No deja de llamar la atención que inmediatamente después del atentado algunos de los diputados del Partido de la U (uribista) pidieron que se postergue la discusión de este proyecto. A pesar de las quejas el Marco se aprobó esa misma noche. Uribe no ahorró palabras para criticar el proyecto que supuestamente allanaría el camino hacia la búsqueda de la paz en Colombia. Según el expresidente esta ley ablandaría la lucha contra la insurgencia.
Fue el propio Uribe quien no tardó en relacionar ambos acontecimientos. Ese mismo día escribió en su cuenta de Twitter: “Bogotá en sangre y el Gobierno clientelista presionando a la Cámara para aprobar la impunidad y elegibilidad de los delitos atroces” y calificó al proyecto como un “marco de impunidad”.
El periodista Sánchez Marín opinó que “el execrable atentado contra Fernando Londoño era para asesinar el Marco Jurídico para la Paz, pero salió herido el ex ministro e ileso el proyecto de Acto Legislativo”. Sin embargo advierte que el tal marco no es ninguna panacea.
De hecho el proyecto establece que cualquier posible proceso de paz que se pretenda poner en marcha, estará sujeto a que primero se dé la liberación de todos retenidos por los rebeldes armados. No parecería ser un buen indicio que las únicas condiciones las ponga el gobierno. En última instancia habrá que esperar que resultados da, sin descartar que pudiera ser un paso importante en la construcción del diálogo entre la guerrilla y el gobierno.
Por lo pronto la cancha está embarrada y las cosas en Colombia parecen empantanarse desde el momento que el mismo Santos parece obligado a posicionarse como una opción a la izquierda de Uribe. Algo huele mal en Colombia.