Pasados más de 100 diás de su desaparición, fue identificado el cuerpo de Facundo Castro Astudillo. Una reflexion desde el dolor compartido.
Por Claudia Korol Imagen: Ivan Martin Barrera
Dicen que sí, dicen que no. Dicen que es Facundo. Dicen que no es.
Yo digo que no es Facundo, si no tiene en su rostro dibujada la sonrisa. Que no es Facundo si no tiene la piel para acariciar a su amor. Que no es Facundo si no están sus brazos para envolver con ellos a Cristina, su mamá guerrera. No puede ser Facundo, aunque sean sus huesos, aunque sea su zapatilla, aunque sea su bichito de la suerte.
Facundo desparramado no es Facundo, digo. Tendremos ahora la tarea de juntar su memoria, eso que no nos pueden quitar ni con las bravuconadas policiales, ni con el bernivirus, ni con noticieros mentirosos que desinforman y mienten.
Aprendimos de tanto dolor. Facundo ahora también late en nuestros corazones, con Santiago, con Julio, con Rafita, con Diana, con Cecilia, con Mayra, con Johana, con Ramona, con Kevin, con las, les, los 30 mil. Facundo late fuerte como un grito de dolor, pero también con esa sonrisa que nos anima a la esperanza.
Los criminales no tienen límites para el despojo. Nos quieren decir que esa zapatilla es Facundo. Que esos huesos son Facundo. Que el informe forense nos confirma que lo encontramos. Está bien el informe, es necesario para acercarnos a la verdad. Pero esos huesos, creo, no son a quien buscamos. No está su mirada. No está su palabra. Facundo tiene rostro de niño travieso, tiene corazón inquieto.
A Facundo lo fuimos apareciendo cuando lo desaparecieron. Lo fuimos conociendo y queriendo. Escuchando la voz de Cristina, que no necesitó peritajes para adivinar quién era.
Digan lo que digan, Cristina, nunca vamos a dejar de buscar íntegro a Facundo. No dejaremos de traerlo a nuestras luchas como fue, como es, con su sonrisa hermosa, con su mirada traviesa, saliendo a la ruta enamorado.