Por Sebastián Tafuro. Tal como sucede desde Alemania 74, la Selección Argentina estará presente en la máxima cita del fútbol mundial. En una costumbre que cumplirá 40 años ininterrumpidos, alrededor del conjunto albiceleste se empezarán a construir múltiples expectativas, de las cuales la gran mayoría concluye de una única forma: con la obtención de la Copa del Mundo.
El escenario de festejo nacional -que se ha dado en dos oportunidades- aparece bastante alejado en el tiempo. El mejor Maradona de la historia en México ‘86 o las manos de Goycochea en Italia ‘90 (que no alcanzaron para el título) son escenas que ya un par de generaciones no vivenciaron de forma directa. Tras aquel “me cortaron las piernas” en EE.UU. ‘94, el techo del seleccionado es los cuartos de final, instancia a la cual llegó 3 veces, sin poder quebrar esa barrera. ¿Qué tiene el equipo de Sabella para ilusionarse con, de mínima, mejorar esas últimas actuaciones y, como ideal, soñar con llegar a lo más alto?
Estas Eliminatorias, que aún no han terminado, ofrecían a la Argentina un terreno ampliamente favorable para una clasificación cómoda. La ausencia de Brasil por ser el organizador de la próxima Copa y el hecho de que el subcontinente mantuviera las 4 plazas y media sobre 9 participantes no dejaban lugar a dudas sobre lo allanado del camino. Sólo se trata de mirar las formas en que se logra ese pase y si es factible generarse una ilusión con los aciertos del recorrido.
El comienzo fue bastante flojo allá por fines de 2011. Tras la goleada ante Chile en el Monumental, la primera caída de la historia ante Venezuela y un pobre empate de local ante Bolivia volvían a generar esa sensación de amargura que viene persiguiendo hace rato al seleccionado. Tras el inexplicable paso del “Checho” Batista en la dirección técnica, la determinación de elegir a Alejandro Sabella aparecía como un acierto sólo si se procedía a la comparación de ambos. Messi todavía era sometido a discusión (¿cómo olvidarse de que fue silbado en Santa Fe en el duelo con Colombia por Copa América unos meses antes?), la defensa aún hacía agua –un problema que el nuevo entrenador acomodaría, más allá de que aún sigue en tratamiento- y el famoso espíritu colectivo que hay que tener para triunfar aparecía en cuentagotas.
La tarde del 15 de noviembre de 2011 en Barranquilla hubo un antes y un después para varios en la Selección. Pero sobre todo para Sabella y para Messi, que desde entonces no dejaría ningún resquicio para dudar de sus crecientes semejanzas con “el del Barcelona”, además de incorporar una faceta de liderazgo no tan pulida hasta el momento. Tras un primer tiempo que se fue con injusta derrota pero que no había tenido una buena actuación, el DT y los jugadores quemaron las naves y con goles de Lionel y el Kun Agüero a poco del final, se consiguió un triunfo fundamental ante un rival que, casi dos años después, se ha recuperado tanto como Argentina y acaricia la clasificación.
Cuatro goleadas al hilo como local y positivas actuaciones como visitante configuraron un escenario donde las dudas del principio quedaron disipadas hasta llegar a la goleada en Asunción que clasificó al seleccionado en el primer puesto dos fechas antes. En ese camino, algunas certezas y un par de dudas apuntando a Brasil.
Los Cuatro Fantásticos de arriba meten miedo a cualquiera. Comandados por un Messi al que se lo rodeó mejor que nunca y se convirtió en el líder del equipo, Agüero, Higuaín y Di María constituyen la mejor carta de la Argentina, esa que en buenas noches alcanza y sobra para tapar horrores defensivos. El Kun es el que mejor se lleva con Lionel, el que lo secunda casi a la perfección, en una amistad trasladada al verde césped de manera virtuosa. Lo de Di María es fundamental a partir de la verticalidad que impone en el carril izquierdo, con una velocidad quiebra defensas, una extraña pero indescifrable habilidad además del recorrido “defensivo” con el que supo deslumbrar en las alturas de La Paz y Quito. ¿Qué decir del Pipa? Salvo contadas excepciones, un equipo no puede prescindir de un 9 clásico. E Higuaín lo es, al tiempo que también le aporta una dosis de talento. Pero el cabezazo, su ubicación, su potencia y su olfato es lo que lo vuelven un elemento central en el esquema de Sabella. El único problema ahí es que no tiene un reemplazante natural y su ausencia obliga a un volantazo táctico, no necesariamente negativo, pero con jugadores que hoy lejos están de brillar como el Top 4 (Lavezzi o Palacio).
En el medio, el doble 5 constituido por Mascherano y Gago (los que hoy, se supone, serán los titulares en el debut mundialista) no parece tener grandes fisuras. Las funciones son claras: uno está obligado a deslomarse contando con la ayuda de Di María, mientras que el otro cumple con ser ese primer pase que necesita Messi para arrancar a toda máquina.
Gago merece un párrafo aparte. Es un jugador de una categoría notable, difícil encontrar alguien en el fútbol argentino (y un poco más allá también) con semejante claridad y categoría para jugar. Le hace muy bien a la Selección y a Lionel que, hoy, son sinónimos.
La defensa y el arquero son los elementos más dudosos y los que colocan a Argentina por detrás de otros países como Alemania o España. Punto para Sabella en la idea de consolidar 4 jugadores que se conozcan, se fogueen y a base de ensayo y error (algo que sólo se puede hacer en estas Eliminatorias o en amistosos) mejoren. El punto es doble sobre todo para la zaga central constituida por Federico Fernández y Ezequiel Garay que, lejos de ser Passarella o Ruggeri, han cumplido mejor de lo esperado en una zona donde no son demasiadas las variantes. Zabaleta no aparece con mucha competencia y aprueba mientras que el lateral izquierdo todavía sigue siendo una incógnita dadas las bajísimas actuaciones de Marcos Rojo, el pobre nivel de Clemente Rodríguez y nuevamente lo mismo que con los centrales: la ausencia de alternativas medianamente serias allí.
El arco de la Selección es gigante. Son pocos los que lo han podido defender a lo grande. Sergio Romero, por ahora, no es uno de ellos. Vienen confiando en él hace tiempo porque le ven presencia, es buen atajador bajo los 3 palos, pero no parece ofrecer las garantías que ese puesto necesita. ¿Quién puede ser? Andújar aparece expectante porque encima es del riñón de Sabella, pero tampoco deslumbra. Saltando a Orion, dos arqueros podrían aspirar a una oportunidad: Saja de excelente nivel en Racing hace tiempo y “Trapito” Barovero que hoy se ha convertido en figura de River.
En síntesis, lograr el equilibrio entre la magia de los Fantásticos y una defensa que ha mejorado pero aún no da las garantías suficientes frente a posibles rivales de fuste es el gran desafío del entrenador en estos 9 meses. Un parto que podría poner a Argentina como un candidato más serio de lo que es hoy en día o relegarlo al lugar de sorpresa frente a otros favoritos.