Por Laura Cabrera – @LauCab
Resurrección, último largo del director Gonzalo Calzada, propone terror gótico y ofrece una historia bien ambientada y con un cuestionamiento de fondo: ¿qué pasa con el sistema de creencias cuando la muerte y el caos se apodera de la situación?
El miedo paraliza. La muerte y la ausencia de una solución también. Dicen que todo tiene solución menos la muerte, y es justo de esto que está llena Resurrección, dirigida por Gonzalo Calzada, quien se sumergió una vez más en el terror que no toca ni por casualidad la actividad paranormal, los sonidos fuertes o los asesinatos espantosos y, por el contrario, entiende el terror desde la desesperación, desde la no solución de situaciones límite y la falta de explicación a aquello que se le escapa de las manos a sus personajes principales. Es ese terror que quizá pone en jaque al espectador desde la posibilidad de pensar en lo que sucedería cuando llegue el momento de lo inevitable.
Con buenas escenografías y ambientación, la historia transcurre en la Buenos Aires de 1871, pleno brote de la fiebre amarilla que causó abandono y muerte. En ese contexto, un cura cordobés (Martín Slipak) decide viajar a la capital del país para asistir a los infectados, sin saber que terminaría en su propia casa, visitando a su familia, víctima del brote. Un hermano médico infectado (Adrián Navarro), una cuñada (Ana Fontán) y una sobrina que por alguna razón están encerradas en una iglesia, un criado que cuida de la familia (Patricio Contreras) y un curandero correntino (Vando Villamil) que asegura tener la cura, son los personajes que dan vida a esta historia.
Así, el misterio se apodera de este relato que toca la ciencia y el sistema de creencias y la curandería, ambas cuestiones depositadas en la fe. El juego no se desata por la fiebre amarilla o por una ausencia de cura, sino que lo hace por lo inevitable: la muerte, la desesperación por sobrevivir, la compasión de un cura que quiere rescatar a otros de la muerte, siempre viéndola en otros, desde lejos, pero escapando a la idea de que “a todos les llega” y no hay escapatoria.
Con una estética interesante y bastante oscura en su paleta, Resurrección propone un poco de aire fresco al género, contando la historia en tres capítulos que se desarrollan en Semana Santa, con sucesos extraños que ubican a la vida por sobre todas las cosas y a cualquier costo, quebrando las creencias y aceptando lo pagano, discusión filosófica que parecería partir del “Dios ha muerto”, que predica Zaratustra, del sentirse abandonado de aquello que “salva”, y de la necesidad de refugiarse en algo más.
La película atrapa por las características de sus personajes, de los cuales el guionista decidió decir poco desde lo concreto y bastante más desde las insinuaciones sobre pasados ocultos. También lo hace por la ruptura de la creencia y su papel en el desarrollo de la historia, pero por sobre todo por el concepto de “terror” en donde no abunda la sangre ni los juegos psicológicos (otro recurso muy utilizado en otros tiempos) sino más bien por los cuestionamientos sobre miedos cotidianos, la muerte del cuerpo y la fe, justo cuando el caos y el fin se apodera de todo.
Para quienes vean la película pensando en el terror como actualmente se ve (uno más sanguinario y vinculado a las “apariciones” y la actividad paranormal), la película puede resultar poco atractiva. Para quienes deseen experimentar en las nuevas y clásicas formas del género (que de poco vuelve a ser lo que era), es un film interesante, bien trabajado desde lo histórico, lo que se refleja muy bien en la pantalla que se apodera de una época oscura de la historia argentina.
Sin lugar a dudas es una propuesta distinta que invita no solo a la apreciación sobre el cómo está contada la historia sino que además propone pensar en temas más filosóficos luego de verla. Podría decirse que es una película que deja al espectador con algo para pensar sobre temas cotidianos y discusiones poco comunes.