Se hace justicia al andar
Por Claudia Korol (*) Fotografía: Maia Alcitre. Con un relato en primera persona nos acercamos al cotidiano de las mujeres organizadas en Resistencia, Chaco, sede del XXXII Encuentro Nacional de Mujeres. Mientras que el gobierno provincial se presenta como aliado de las luchas de las mujeres, legitima la violencia mediante la complicidad de la justicia patriarcal.
El próximo Encuentro Nacional de Mujeres se realizará en Resistencia, Chaco. Mientras en todo el país comenzamos a prepararnos en los movimientos de mujeres para la travesía, el gobierno provincial de Domingo Peppo hace declaraciones en las que busca presentarse con apertura a dicho movimiento. El pasado 8 de marzo, el gobernador -llegado con el apoyo de Capitanich y de Aníbal Fernandez-, expresó que ese día era “una oportunidad para reafirmar las responsabilidades que nos tocan, frente a la función pública, y comprometernos a garantizar igualdad de género, y prevenir todos los tipos de violencia”. Ajá… Lejos del discurso, muchas mujeres deambulan por los tribunales, las comisarías, los centros de atención a las víctimas de la violencia de género, suplicando por un apoyo que nunca llega. Sobre todo cuando los implicados o acusados, tienen relaciones con los centros del poder político provincial.
Feminismos Populares sembrando rebeldías
En el espacio de las Mujeres Clasistas y Combativas (MCC), convocada por ellas y por las Mujeres del Frente 20 de Diciembre, realizamos un diálogo extenso, que partiendo de la presentación del libro “Somos tierra, semilla y rebeldía”, aterrizó pronto en las distintas violencias que cada día sufren las mujeres del pueblo. Una a una, las mujeres fueron explicando las consecuencias del machismo en su vida cotidiana, los impactos de la violencia institucional. Junto a ello hablamos de la invisibilización de su trabajo, las dificultades para acceder a los derechos laborales, sociales, económicos, las luchas por la vivienda, la salud, la educación, los modos en que la violencia de los narcos ocupa territorios y vidas, las amenazas sistemáticas de las redes de trata y prostitución, que las desaparecen y las trasladan a otras provincias o países, las disciplinan mediante la droga y la violencia sexual, las descartan.
Los tribunales de la injusticia
El recorrido por las comisarías y tribunales de esta provincia cuyos jefes políticos dicen luchar contra la violencia de género, es un auténtico calvario. En ese marco, Ofelia Romano pasó años escondida en su casa, para huir de las amenazas, golpes, e incendio de su vivienda, realizados por Juan Carlos Centurión, cuando ella decidió romper su relación, cansada precisamente de sufrir su violencia. Dicen sus compañeras que Centurión está en el mundillo de la política oficialista, que tiene familiares que son parte de esas instituciones, y que por eso es impune. Muestran un video en el que se lo ve saliendo a pura risa y saludos, del primer juicio que le hicieron por intento de asesinato de Ofelia, en el que la jueza María Virginia Ise “salvó” a Centurión con un juicio abreviado por “lesiones leves”. Se ve también la enorme movilización de las MCC, recibiendo en un abrazo a Ofelia.
Ofelia siente miedo. Ella relata: “Él me decía que nunca lo deje, porque si lo hacía me iba a matar.” Cuenta que Centurión la amenazaba a ella y a sus hijos. “Gorda, si me dejás te meto en la combi, te voy a cortar en pedacitos, te voy a poner en una bolsa negra y te voy a meter en el freezer. Te voy a matar”. Ésas eran algunas de las amenazas que la aterrorizaban. Ella le preguntaba por qué quería hacerle eso si ella era buena. Él le respondía: “Justamente por eso. Porque vos sos especial. Si no sos mía no vas a ser de nadie”.
Una historia repetida tantas veces. La perversidad, la propiedad, el sentirse con derecho para matar. Las mujeres chantajeadas hasta el terror. Centurión le decía que no le cuente eso a sus hijos porque él los mataría también. Todas esas amenazas están en el juzgado, los mensajes enviados por wathsapp, los certificados de la atención recibida en el Sanatorio Chaco, donde tuvo que ser internada. Nada fue suficiente para una justicia entrenada en servir al poder patriarcal y misógino.
Continúa Ofelia: “Lo denuncié cuando me golpeó tanto que casi me mata. Estuve internada tres días en el sanatorio Chaco con politraumatismo de cráneo y lesiones por todos lados. Todavía se ven los golpes. Como tengo obra social las mismas mujeres de violencia de género que intervinieron pidieron una ambulancia, me trasladaron a la clínica, porque yo no me podía ni mover. Ese caso lo cerraron con un juicio abreviado, en donde la jueza puso: lesiones leves. Yo vivía solita en la casa, y tenía miedo después que salí de la clínica. Además me enfermé. Él sabía todos los pasos que yo daba. Me mandaba mensajes. ‘Yo sé dónde estás. A qué hora dormís. Yo sé todo’. Todos esos mensajes que mandó al celular, los presenté a derechos humanos. El violó no sé cuántas veces la restricción. No le importó nada. En el juzgado miraron todos los mensajes y los copiaron, pero dijeron que no tiene validez, porque no dice “Soy Juan Carlos Centurión…”.
Una noche ella estaba en la casa con un compañero que se quedó cuidándola. “En la madrugada yo sentía que mi perro ladraba mucho. Tiraron un bidón con nafta. Quemó al perro y se quemó una parte de la casa. Esa es la segunda causa, que está en otro juzgado. Los policías apagaron el fuego. Si explotaba el auto éramos varios vecinos los que moríamos. Pero en el juzgado dijeron que no se podía comprobar que era él quien lo hubiera hecho. Tiraron un bidón. La policía llevó una parte de la manija del bidón. Por qué no sacaron huellas de ahí? No se investigó nada. ¿Sabe por qué? Porque él tiene relaciones políticas”.
La historia no termina ahí. “La tercera causa es porque él volvió a violar la restricción, y se paraba en la esquina de mi casa y ahí esperaba. Yo no salía de mi casa. Yo vivía presa en mi casa. El estacionaba el auto frente a mi casa y hacía señales con las luces. Las prendía y apagaba. Yo me quedaba encerrada en casa asustadísima. Yo les estoy pidiendo que unifiquen las causas, porque si no él va a quedar impune, como en el primer juicio. Yo les pregunto a los jueces. ¿Qué es lo que esperan? ¡Tres años tardaron en darme el botón antipánico!. Lo pedí en todos lados. Si no se hubiera hecho la movilización de las MCC no me lo daban”. Ofelia concluye: “Por eso yo tengo bronca contra el Estado. No quiero que ninguna otra mujer pase por lo que estoy pasando. Tres años estuve presa en mi casa mientras el señor paseaba por ahí tranquilo. Me dejaron a la deriva. Después se vino mi hija de Rosario a vivir conmigo. Yo no sabía qué hacer. Con miedo. Un día me puse a buscar en esas redes que dicen Ni Una Menos. Le dije a mi hija: Vamos a buscar en esas redes. A lo mejor nos pueden orientar a ver qué podemos hacer. Salió publicado en una página de internet. Ahí las mujeres del MCC se comunicaron conmigo y les estoy muy agradecida. Desde entonces tengo fuerzas para luchar porque no siga pasando con otras mujeres”.
El lugar de las mujeres del MCC, acompañando a Ofelia, es central en la posibilidad de que ella pueda defenderse, cuidarse, no vivir encerrada en su casa. Otro tanto sucede con Paola, víctima de violencia de género por parte de su ex pareja, Pablo Nicolás López, que está siendo acompañada por las Mujeres del Movimiento 20 de Diciembre. Paola fue agredida, golpeada, encerrada en una habitación. Realizó siete denuncias contra López. Al tipo lo detenían. Entraba por una puerta y salía por la otra. Las mujeres del Movimiento 20 de diciembre se pronunciaron: “Denunciamos que el Estado es responsable por todo lo que no se hizo hasta el momento, para resguardar la vida de Paola, como así también es responsable de todo lo que pueda ocurrirle a la víctima. Es responsable de que nosotras debamos deambular por comisarías y juzgados para garantizar nuestra integridad física y psicológica. Exigimos cárcel inmediata al violento Pablo Nicolás López, para que Paola pueda volver a llevar una vida en paz”.
Mientras realizábamos la presentación del libro, recibimos la noticia que el violento había sido detenido nuevamente. Las compañeras de los dos movimientos lo celebraron. La presión del movimiento de mujeres actuó como freno a la impunidad. “Si tocan a una respondemos todas”, fue concretado como acto pero también como sentimiento, una vez más.
Las cosas del poder
Cuando hablamos de violencias contra las mujeres, de golpes, de maltrato, no alcanza con hacer discursos desde el poder para el 8 de marzo. Ni siquiera alcanza con declarar de interés provincial o municipal al Encuentro Nacional de Mujeres. Es necesario, imprescindible, tomar medidas profundas para desmontar las instituciones patriarcales, racistas, burguesas, que victimizan a las mujeres pobres, y más aún si son de pueblos originarios, o de países vecinos. En estos casos la ley ni siquiera existe.
Es necesario, imprescindible, desmontar las redes de prostitución, que tienen fuertes lazos con los poderes políticos.
Es necesario, imprescindible, desmontar las fuerzas policiales, la Gendarmería, las FFAA y de Seguridad, formadas para garantizar la impunidad y la inseguridad de los sectores populares, y especialmente de las mujeres. No alcanza con cursitos de derechos humanos o de género, dados por caritativas ONGs., fuertemente financiadas, para maquillar las políticas de muerte del Estado.
El feminismo popular y el Ni Una Menos
Mientras tanto, qué pasa mientras tanto. Es la pregunta del millón que nos hacemos quienes entusiasmadas por las nuevas posibilidades abiertas por los masivos Ni Una Menos, y los Paros de Mujeres, catalizadores de décadas de luchas del feminismos y del movimiento de mujeres, nos damos cuenta al mismo tiempo, el riesgo de que la respuesta violenta patriarcal a nuestras iniciativas, no sea respondida con eficacia por un movimiento de mujeres que se expandió rápidamente más allá de las fronteras históricas de nuestros feminismos.
Es por eso que en el mientras tanto, y también estratégicamente, lo que tenemos por delante es hacer lo que las mujeres del MCC y las mujeres del Movimiento 20 de diciembre hacen, lo que otros movimientos de mujeres van practicando en todo el país. Acompañar a cada mujer que sufre la violencia machista. Hacer que el Ni Una Menos tenga prácticas concretas, solidarias, en las que las mujeres nos reconocemos y crecemos, caminando, gritando, pero también abrazadas a la hora de denunciar las amenazas, los golpes, todas las agresiones.
Ni una menos, no significa solamente “ni una mujer menos asesinada”. Significa también ni una mujer golpeada, ni una mujer viviendo con pánico en su casa vuelta prisión, ni una menos sufriendo la indiferencia de jueces y juezas formados para servir al poder, garantizando la impunidad de sus agentes. Ni una menos es también controlar las fronteras por las que llevan y traen a nuestras pibas, secuestradas, desaparecidas, prostituidas, y descartadas.
Ni una menos es saltar las fronteras impuestas, y recrear las prácticas solidarias contra todas las violencias. Es, como hacen también las MCC y las Mujeres del 20 de diciembre: levantar casas con sus propias manos, sembrar huertas comunitarias, pensar la salud en clave colectiva. Hacer prácticas de autonomía.
En Octubre nos encontraremos en Resistencia. Nuestras palabras volverán a nombrar nuestros derechos. Nuestras pintadas deberán marcar a los violentos, a los femicidas, a los violadores, a quienes los amparan en los tribunales, las iglesias, los partidos, los parlamentos. Resistencia será una nueva cita con las Ofelias, con las Paolas, con todas las que se atrevieron a denunciar, y a quienes todavía no se atreven. El feminismo popular hace Ni Una Menos acompañando el andar.
(*) Integrante del Equipo de Educación Popular Pañuelos En Rebeldía