Por Ulises Bosia, desde Trelew. Marcela Santucho, una de las hijas de Mario Roberto Santucho y de Ana María Villareal, fue una de las oradoras del acto de conmemoración de la masacre de Trelew el domingo pasado. Al finalizar, Marcha dialogó con ella.
Marcela Santucho es la segunda hija de Mario Roberto Santucho y de Ana María Villareal, el “Robi” y la “Sayo”. Ella fue fusilada en la base aeronaval Almirante Zar en la masacre de Trelew junto a 18 compañeros. Él, que en ese momento había logrado escapar, fue acribillado por las fuerzas armadas en julio de 1976, ya durante la dictadura. Hasta hoy su cuerpo nunca fue encontrado.
La última vez que Marcela había llegado a Trelew había sido en 1972, con sólo nueve años, para visitar a sus padres en el penal de Rawson. No sorprende para nada entonces que nos contara que la recordaba como “una ciudad tétrica”, si bien su memoria se perdía en sus primeros años. Marcela fue una de las oradoras del acto que recordó los fusilamientos en su cuarenta aniversario, en el Centro Cultural de la Memoria. El espacio surgió como un reciclado del predio del viejo aeropuerto desde el que su padre junto con cinco dirigentes de tres organizaciones guerrilleras escapó de su encierro hacia Chile y después a Cuba. Junto con un compañero del portal ANRed, también presente en el acto de conmemoración, pudimos entrevistarla.
-¿Qué significado tiene para vos estar acá en Trelew, en este acto?
Venir acá es como una deuda que tenía, con mi madre sobre todo. Porque mi padre es mucho más conocido como dirigente. Los dos libros que yo escribí empiezan con el nombre de él, entonces mi madre quedó un poco en su sombra, si bien ella no era una dirigente como él. Pero digamos que para mí es muy importante venir acá por ella, a pesar de que los dos estuvieron aquí, presos en el penal. Y de que yo venía a visitarlos en aquella época a los dos. La verdad que yo no me acordaba de nada, porque era muy chica. Ahora vine en bus y es todo muy nuevo para mí. Siempre se me hacía una ciudad tétrica y como es más al sur, y yo soy de Santiago del Estero y conozco el norte del país, no me atraía. Pero vine ahora por los 40 años y como una deuda pendiente que estoy saldando, me parece que tenía que venir.
-¿Te acordás cómo se enteraron de la masacre?
Sí, desgraciadamente estábamos en Buenos Aires, mi familia se enteró, en realidad ya sabían que algo estaba pasando, pero como no había muchas novedades estábamos en alerta. Cuando se enteran de la masacre no se animan a decirnos, y lo escuchamos finalmente en la televisión, cuando empezaron a decir los nombres. Así que fue bastante feo como experiencia escucharlo por la televisión.
-¿Cómo recordás la militancia de tus padres en aquellos tiempos?
De chica ya nos explicaron todo. La primera vez, yo era muy chica, hubo un allanamiento (no hubo nada más porque eran recién los comienzos) de los libros, de material, en la casa, hubo todo un desorden. Y ya ahí nos empezaron a explicar lo que estaban haciendo ellos, que estaban luchando, que estaban militando. Para nosotros fue todo muy normal siempre, el hecho de entrar en la clandestinidad, de que mi papá era buscado, todo lo fuimos entendiendo así sin cuestionar nada. Y después íbamos a verlos en la cárcel, pero nosotros entendíamos el punto de vista de ellos. Y después cuando mi padre se fuga a Chile y se entera de la masacre, él llama por teléfono cuando le permiten, porque allí él también estaba aislado, no podía salir. Y cuando le autorizan a hablar por teléfono a Argentina, trata de hablar con cada una de nosotras como para contarnos de nuestra madre y nos dice que cuando pueda va a venir y que nos va a ver pronto. Nosotros estábamos viviendo con nuestros abuelos paternos, contenidas por nuestra familia. Después él entró en el país clandestinamente a fines del 72 y nos mandó a Cuba seis meses por cuestiones de seguridad a estudiar. Pero no nos gustó y como él vivía y estaba con todos los compañeros, le dijimos que queríamos vivir con él y ahí decidió que no quería que viviéramos con su madre, porque decía que nos daba una educación católica pequeño burguesa. Y dijo: “No, miren, van a venir a vivir con nosotros en las casas operativas”. Ya éramos un poquito más grandes. Para mí esa fue la mejor decisión que pudo tomar, y fueron los mejores años de mi vida, que habrán sido dos como mucho. Ahí fue que conocí a todos los compañeros. Nos mudábamos, no era una vida estable por supuesto, nos cambiábamos de escuela. Pero fue muy enriquecedor en cuanto al ambiente. Un ambiente juvenil, entre ellos se llevaban muy bien, tenían muchas ganas de hacer lo que estaban haciendo, de militar, de un cambio, de mejorar cada día. Se reunían, trabajaban mucho, estudiaban, iban al monte. Era mucho sacrificio, pero había una atmósfera de felicidad en cierta forma de lo que estaban haciendo. Hasta fines de 75 estuvimos con él, cuando nos detienen. Pero nos largan rápido porque éramos todos menores y una tía que no tenía nada que ver, a cuyo marido lo habían matado tiempo atrás en el monte. Y como ella no sabía nada de nada, la sueltan finalmente. Nos sueltan en realidad como carnada pero a nosotros nos informan que nos teníamos que ir a la embajada de Cuba. Que ya no teníamos seguridad con ellos y que nos fuéramos a la embajada. Ya había sido Monte Chingolo, se venía el golpe. Y nos fuimos a la embajada directo, o sea que ahí ya no lo vimos más a mi padre, y él muere seis meses después, en julio. Estuve en Cuba varios años y después mi abuela consiguió asilo político en Suiza y yo me fui a Ginebra, y de ahí volví a Argentina recién en 2008.
-¿Cómo ves actualmente la mirada social sobre los años setenta?
Yo veo que ahora la juventud se concientiza cada vez más con la lucha de los setenta, y me parece muy positivo que haya libertad de expresión. Que se pueda hablar de todo este tema, porque durante muchos años, muchas décadas, no se podía. En la de Menem, por ejemplo, no se podía reivindicar a los compañeros. Y me parece que va por buen camino todo el ejemplo que ellos han dejado pero yo tengo el sentimiento, políticamente hablando, de que hay que empezar todo de nuevo. Como que ellos, mis padres y sus compañeros, llegaron a cierta concientización política y a cierto camino y de que hoy en día hay que empezar de nuevo con esa concientización, a pesar de todos los problemas sociales que hay. Y que está más difícil porque el capitalismo ha cambiado, ha buscado otros medios para seguir. Pero yo veo que la juventud se interesa, y eso es muy importante porque esto está en manos de los jóvenes.