Por Pedro Perucca. A partir de la lamentable noticia de la muerte de Sergio Bellotti, el pasado 20 de octubre, recorremos su producción filmográfica, rescatamos su participación en la vanguardia teatral en épocas de dictadura y hablamos con Pablo Navarro Espejo, quien lo recuerda y anticipa que su próximo proyecto documental, “Los provocados”, estará dedicado a su memoria.
Las noticias de la reciente muerte del director Sergio Bellotti por una insuficiencia hepática, a los 57 años de edad, ocuparon relativamente poco espacio en los medios gráficos y digitales. Más o menos todos decían lo mismo, señalaban su lugar como parte del Nuevo Cine Argentino y hacían un recorrido por su filmografía, que no fue muy extensa aunque sí intensa.
Además de algunos documentales (entre ellos el recientemente conocido “100 pájaros” (2009), sobre una gira de Los Rodríguez grabada 15 años antes, “El cumpleaños dela mamá Carabajal” (2002) o “Las memorias del señor Alzheimer” (2004), con el escritor Jorge Di Paola como protagonista) dirigió tres largos: Tesoro mío (1999), inspirado en la famosa historia de Fendrich, aquél empleado bancario que se alzó con tres millones de pesos de la institución donde trabajaba; Sudeste (2002), basado en la novela homónima de Haroldo Conti, y “La vida por Perón” (2004), una comedia negrísima en torno al plan alocado de un grupo militante de secuestrar el cadáver del General. Respecto de ésta, Belloti supo decir que “Se trató de una metaforización de lo que fue la militancia en los años 70. Creo que hay que mostrar todo el delirio que existía en esa época teñida por la violencia, pero en la cual había mucho compromiso y se discutía seriamente la política”.
Sin embargo, había otra parte de la historia de Bellotti que queríamos recordar desde Marcha, más allá de la recomendación de su siempre interesante producción filmográfica. Esa otra parte tiene que ver con su participación juvenil en lo que luego se llamó Taller de Investigaciones Teatrales (TIT, a partir del que luego se conformaran también un TIC y un TIM, para investigaciones en el terreno del cine y de la música, respectivamente).
Para ahondar en la participación de Bellotti en esa legendaria vanguardia teatral, charlamos telefónicamente con Pablo Navarro también ex miembro del TIT y director de, entre otros documentales, “El Provocador, primeiro filme en portuñol” (2011), película centrada en el personaje de Juan Uviedo, quien en los primeros años de la dictadura argentina dirigió aquellos Talleres de Investigaciones desde Buenos Aires y luego hizo lo propio con parte del grupo en Sao Paulo, para finalmente reinventarse como chamán para sostener y dirigir una colonia para chicos de la calle en la montaña de São Thomé das Letras, Minas Gerais.
Resumidamente, la historia del TIT es la siguiente: Allá por los difíciles años de comienzos de la dictadura militar, varios jóvenes con distintos grados de relación con el trotskista Partido Socialista de los Trabajadores, de Nahuel Moreno, que ya se encontraba en la clandestinidad, adoptan el mundo teatral como “tarea de superficie” buscando allí conjugar sus búsquedas de libertades políticas y artísticas. El TIT nacerá del encuentro de este puñado de jóvenes socialistas con la provocadora figura de Juan Uviedo, un actor y director santafecino, mayor que ellos, que además de haber sido parte de la vanguardia del Di Tella también sumaba influencias de Peter Brook y Eugenio Barba, entre otros.
El TIT nacerá entonces como un espacio de vanguardia y experimentación estética radicales, que pretendía hacer arte y política pero alejados del realismo y de cualquier intención moralizante y didáctica alla Brecht. Sus propuestas, hechos teatrales más que obras, representaciones muchas veces concebidas más como happenings que como piezas destinadas a su reproducción en el escenario, se caracterizaron por un surrealismo que, logrando desconcertar a los censores culturales, no dejaba de transmitir mensajes de resistencia y oposición a la dictadura.
Uno de los hechos teatrales más representativos de la vocación políticamente provocadora del TIT va a ser el llamado “Lágrimas fúnebres, pompas de sangre”, basada en una obra de Genet, que el 25 de mayo de 1981 iba a estrenarse en el teatro El Picadero y que por su prohibición se transformó en una movilización callejera con el público que resultó en una valiente y novedosa ocupación del espacio público para llamar la atención sobre los desaparecidos en dictadura. El otro gran hecho provocador del TIT fue en Brasil, con buena parte del grupo ya instalado en una relativamente menos represiva Sao Paulo, luego de la fuga de Uviedo de una cárcel santafecina. Allí, en el marco del festival “Anti Pro Arte. Alterarte II”, montaron una acción libremente basada en “La Peste” de Camus, donde actores mezclados con el público fingían una misteriosa enfermedad contagiosa. La obra, que pretendía denunciar lateralmente las consecuencias del Proceso argentino, se transformó en algo más allá de lo esperado cuando la gente que veía al contingente argentino enfermarse y vomitar en la concurrida Praça da Republica, comenzó a destrozar los carritos de comida, atribuyendo todo a una intoxicación. La obra concluyó, como no podía ser de otra manera, con la intervención de la policía paulista y el traslado de los actores que se mantenían firmes en su papel al hospital para su posterior detención y deportación. Así se cumplía con creces con una de las directivas de Uviedo para el TIT, la de salir en los diarios “pero no en la sección de espectáculos sino en la de policiales”. Ambos hechos quedaron registrados por la cámara inquieta de Sergio Bellotti.
En San Pablo también fundaron una desmesurado Movimiento Surrealista Internacional, en alguno de cuyos textos, firmado por Bellotti, se plantea: “Defender al Surrealismo no ha sido más que aniquilar las ideas de ‘familia, patria y religión’. Desayunar en nuestra familia con nuestros padres siempre fue un asco, desayunar con cínicos, siempre fue un asco. El Surrealismo sobrevivirá a pesar de la mala cosecha de maní. La justicia es soja. Es tarde para arrepentirse de la limitación del arte”.
Pablo Navarro Espejo nos cuenta, finalmente, que durante el rodaje de “El provocador” grabaron más de dos horas de entrevistas con Bellotti y que van a usar bastante de ese material (“para que los amigos lo vean y lo recuerden cuando estaba bien”) en su próximo proyecto, “Los provocados”, que continúa con la investigación sobre el TIT y que será dedicado a la memoria de Sergio.
En una de las cadenas de mails que circularon con motivo de su muerte, otro compañero recordaba que una de las frases con las que Sergio reivindicaba su pasado militante era: Yo en el trotskismo aprendí a leer el diario. Lo cual no es poca cosa en esta época de mentiras mediáticas descaradas. Espejo también rescató el paso de Bellotti por aquél PST de la clandestinidad y recordó afectuosamente que “también era muy borracho y drogón, como todos. Sergio era un tipo muy creativo, aunque medio insoportable en las reuniones… era de poco escuchar y mucho decir… aunque siempre tuvo esa cosa de grupo, de rodearse de gente creativa”.
“Si yo tuviera que escribir algo sobre Sergio, usaría dos frases que nos dijo Juan en la película -concluye Espejo-: Una es esa de que ‘se está muriendo gente que no se había muerto nunca’. Y la otra es: ‘En este juego el que se muere, pierde’. Así que no hay que morirse”, recomienda para terminar.
Más allá de atesorar la siempre saludable sugerencia de Espejo, queríamos recordar a Sergio Belloti, enfocándonos en ese aspecto no tan conocido de un director argentino que siempre, ya sea desde un surrealismo juvenil desenfrenado o desde una crítica irónica y actual a las taras de la militancia setentista, siempre reivindicó su compromiso de izquierda y siguió apostando a la provocación como modus vivendi, es decir, al sacudón, al desquicio de lo viejo y al pensamiento original que puede nacer de esos quiebres, de esos momentos maravillosos en que el arte destroza lo aparentemente “natural” y abre las puertas de lo nuevo de par en par.