Por María Paula García. Cerró la 3° jornada del juicio oral contra las hermanas Jara. Un análisis con perspectiva de género de una causa judicial testigo. El debate sobre la democratización de la justicia.
Me dijeron que en el Reino del Revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez
y que dos y dos son tres.
María Elena Walsh
El martes 26 de marzo cerró la tercera sesión del juicio oral contra las hermanas Ailén y Marina Jara. Las sesiones anteriores revelaron las enormes contradicciones existentes desde la instrucción misma, las cuales continuaron en la audiencia de debate. Tanto las declaraciones de Juan Leguizamón, el “supuesto atacado”, como las de los policías Dalmacio González y Ricardo Barrionuevo, mostraron claramente los vericuetos de una causa que fue totalmente armada.
Mientras que la defensa de Ailén y Marina solicitó la absolución alegando, una vez más, que actuaron en defensa propia y remitiéndose a las evidentes inconsistencias que tiene el Tribunal para mantener acusación, el Fiscal Guillermo Altube pidió al Tribunal Oral en lo Criminal 2 de Mercedes que las condene por homicidio simple en grado de tentativa, lesiones graves y uso de arma.
Una vez expuestos los pedidos, dicho Tribunal confirmó al cierre de la jornada que su veredicto se conocerá el martes 9 de abril a las 12, y al mismo tiempo, volvió a denegar la prisión domiciliaria de las hermanas.
Quisimos entrevistar al Fiscal en el programa “Con el Pie Izquierdo” de Radio Sur FM 88.3, pero su secretaria nos respondió que “el señor fiscal no va a hacer declaraciones”. Una verdadera pena. Porque justamente nos interesaba pedirle que nos explique cómo puede ser que dos jóvenes sin antecedentes penales y que hirieron superficialmente a una persona por la espalda con un cuchillo de cocina, estén sufriendo una prisión preventiva desde hace ya dos años y que además estén corriendo el riesgo de ser condenadas a entre 3 y 5 años por un homicidio simple en grado de tentativa y lesiones graves.
Si analizamos los abusos y las violencias que sufrieron y continúan sufriendo Ailén y Marina podemos llegar a identificar un núcleo duro de relaciones de poder en el cual la vida y el cuerpo de las mujeres son territorios arrasados por quienes tienen ese poder. Y también cómo esas relaciones de poder están naturalizadas por la cultura y atraviesan igualmente a los poderes del Estado, quienes en lugar de defender reproducen la violencia hacia las víctimas. Mirar con perspectiva de género todo el desarrollo de la causa de las hermanas Jara puede permitirnos comprender que el Derecho, la Justicia, y el Código Penal en este caso, no son neutros tampoco en lo que hace a la pertenencia de género. Y en qué medida todo esto incide no sólo en la conceptualización legal de las conductas sino también en los procesos de justicia, en los procesos de verdad y en las políticas de reparación.
Cuando dos y dos son tres
Cada vez más gente sabe que no es ninguna casualidad que tanto los asesinos como los golpeadores y abusadores de mujeres insistan en que sus actitudes están basadas en la preocupación por comenzar o querer continuar una “relación amorosa”. Y en este caso Leguizamón también lo ha hecho, diciendo cosas como “desde hace tiempo mantenemos una relación amorosa con Ailén” o “mantuve relaciones sexuales con las dos en forma separada”. Pero que las cosas que dice sean tomadas como ciertas por el hospital que lo atendió y puso en la historia clínica que el paciente ingresó por guardia herido debido a una causa pasional, por el policía que le tomó declaración y por el fiscal de la causa, es algo que sólo tiene explicación en el reino del revés. La causa lo ubica como damnificado y en la instrucción se le creyó a ciegas mientras que se le negó a Ailén y a Marina la mínima posibilidad de contar la verdad.
Mientras que todo el mundo sabe también que en las periferias urbanas las fuerzas de seguridad le proveen logística y protección a los vendedores de droga para que se hagan fuertes en los territorios, al Tribunal no le llama para nada la atención que Leguizamón, reconocido vendedor de drogas del barrio, sea el supuesto damnificado en una causa cuyas protagonistas son dos jóvenes mujeres.
El Tribunal y el Fiscal no quieren ver este elemento, y al no contemplar el pedido del Defensor del Pueblo de la Pcia. de Bs. As., Carlos Bonicatto, de que se integre la perspectiva de género en el análisis de lo acontecido, hablan de ataque a Leguizamón y no de defensa propia, considerando la reacción de las chicas como un hecho aislado e invisibilizando el contexto de violencia que padecían desde hace tiempo.
Pero el desarrollo del caso de Ailén y Marina hace agua también por otros lados. Se desoye a la Defensoría del Pueblo y también se desconoce la opinión de organismos internacionales. Por ejemplo, la de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que viene advirtiendo que en los casos de mujeres víctimas de violencia que son imputadas de delitos contra personas -ya sea porque asesinan o agreden a sus acosadores o golpeadores, o resultan imputadas por lesiones que les provocaron- la mirada discriminatoria de la justicia es evidente. Este organismo identifica asimismo a la instancia de investigación como una etapa crucial. Muchas pruebas vitales para Ailén y Marina “se perdieron”. Y al mantener la acusación del ataque en lugar de una defensa en un contexto de violencia de género, el Tribunal y el Fiscal no verán jamás la necesidad de considerar pruebas más allá de las constancias médicas de lesiones físicas, y mucho menos la importancia de la prueba testimonial para fundamentar un caso como este. Todo lo contrario: el testimonio de Ailén y Marina no es escuchado, se descree de su relato.
No hay democratización sin despatriarcalización
En los últimos años se han sancionado leyes que representan un avance en el reconocimiento de los derechos específicos de las mujeres. La Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales es una de ellas, ya que contempla, además de las múltiples formas en las cuales se manifiesta la violencia, la posibilidad de un abordaje justamente integral a la problemática. La gran pregunta es, ¿aportan estas leyes una nueva forma de comprender cómo las mujeres pueden concretamente ejercer esos derechos? No. Aún no. Y el accionar de la Justicia en el caso de las hermanas Jara es un buen ejemplo de lo que aún no se ha logrado.
El debate que se ha abierto sobre la democratización de la Justicia es una buena oportunidad para profundizar la reflexión y avanzar en las reformas necesarias. Y decimos necesarias cuando en realidad son urgentes.
No se puede reducir la cuestión al pedido de que haya más mujeres en lugares de decisión del Poder Judicial. Es necesario denunciar a la justicia por machista y por sexista, pero también es necesario disputar desde adentro con más profesionales capacitados en la materia e inseparablemente desde afuera, apostando a la construcción de alternativas de lucha contra las injusticias al tiempo que empoderan a las mujeres en el ejercicio de sus derechos y en la obtención de los que aún faltan.
Comenzar ya es vital. Para las mujeres acusadas de cometer delitos, una historia de violencia puede resultar relevante para su defensa. Y en este contexto, la minimización de la violencia como antecedente, el desconocimiento de las particularidades del fenómeno de la violencia en el marco de fuertes relaciones de dominación en el ámbito intrafamiliar o social más cercano, sumado a los prejuicios que definen y refuerzan el problema de la discriminación, operan como verdaderas desventajas para las mujeres que se enfrentan al sistema de justicia penal en calidad de imputadas, sobre todo las de menores recursos. Los defensores, fiscales o jueces no consideran estos rasgos, propios de la violencia de género, como elementos que impacten el caso, ya sea en forma de atenuantes o eximentes.
No hay democratización posible de la Justicia sin la incorporación de la perspectiva de género y la puesta en cuestión de su carácter patriarcal. La democratización será también en estos aspectos o no será.
Esperamos que el próximo 9 de abril nos traiga buenas noticias. Mientras Ailén y Marina Jara estén presas, permanecemos presas todas y todos.