Por Sergio Segura – @comunhc
Colombia vivirá el domingo una de las elecciones más enigmáticas de su historia. Cinco candidatos se disputan el próximo gobierno en un contexto de polarización, de denuncias por un eventual fraude y con profundas cicatrices de un conflicto armado que toma diferentes rumbos. De llegar a darse balotaje se realizaría el 15 de junio.
La ley colombiana establece desde la Constitución de 1991 que quien obtenga la mitad más uno de los votos es el próximo presidente de la República. La única persona que desde entonces ha logrado ganar los comicios en primera vuelta ha sido Álvaro Uribe, en dos oportunidades. Por estos días, todas las encuestas están encabezadas por Iván Duque con un 45 por ciento, lo que indica que habría balotaje el 15 de junio con quien llegue al segundo lugar.
Duque es el candidato de la ultraderecha por el partido Centro Democrático, manejado por el senador Álvaro Uribe y fieles detractores de los procesos de paz. Con el candidato Germán Vargas Lleras, también de derecha, representan a las élites políticas y económicas.
Los medios de comunicación alineados con grandes conglomerados financieros se han encargado de posicionar a Vargas Lleras en las últimas semanas, un candidato que viene del partido Cambio Radical, colectividad que -al igual que el Centro Democrático- tiene una parte importante de sus integrantes en prisión o bajo investigaciones por corrupción y vínculos con el paramilitarismo. Vargas Lleras tiene una amplia experiencia como funcionario en anteriores gobiernos y se quedó con el apoyo del “santismo” y los sectores conservadores que no están alineados con el uribismo. Como vicepresidente de Juan Manuel Santos, se apropió de proyectos de infraestructura y de planes para entregar “casas gratis”. Cada una de estas apuestas estuvo permeada por conocidas irregularidades, pero igualmente han sido sus principales derroteros de campaña.
La Coalición Colombia integrada por la Alianza Verde y el Polo Democrático Alternativo eligió a Sergio Fajardo como candidato presidencial y a Claudia López como vice de la fórmula. Este autodenominado “centro” cada día se aleja más de los sectores democráticos en aras de los cálculos electorales, lo cual denota que cada día es más distante una de las exigencias ciudadanas que se han venido planteando para sobreponerse a la derecha en estas elecciones: la posible alianza entre Gustavo Petro, Fajardo y Humberto De la Calle (candidato del Partido Liberal y ex jefe del gabinete del gobierno en los diálogos de paz en Cuba con las FARC-EP).
Este domingo se decide el futuro político, social y económico de Colombia. Si gana la derecha, que es la que lleva dos siglos gobernando y alrededor de 70 años impidiendo una democracia plena, se continuará con la postura lacaya hacia los Estados Unidos, se profundizará el modelo neoliberal basado en la extracción indiscriminada de riquezas naturales y se afianzará el modelo de seguridad del enemigo interno, aun con la inexistencia de las FARC como insurgencia. Si gana Fajardo hay incertidumbre, pues la tibieza y falta de posiciones claras no permiten una lectura de lo que se puede esperar, aunque sus conexiones políticas y el desprecio a la izquierda contradice su supuesta “neutralidad”.
Petro, quien tiene el apoyo de la mayoría de sectores progresistas, de la izquierda y de las bases liberales, ha despertado un respaldo popular reflejado no solo en las redes sociales sino en plazas públicas abarrotadas de manifestantes que ven en el proyecto de la “Colombia Humana” una esperanza de cambio para el país y una alternativa para que la ultraderecha militarista no se postre en el poder.
Petro incomoda a los sectores más pudientes por sus propuestas en torno al uso de la tierra y del cambio de un modelo extractivista hacia una economía basada en la productividad agrícola. Al haber participado en el Movimiento 19 de Abril (M-19) en su juventud y en partidos de izquierda, ha sido estigmatizado. El mayor ejemplo es acusarlo de querer convertir a Colombia en una segunda Cuba o Venezuela. Es defensor de la solución política al conflicto armado y dentro de su programa sobresalen las reformas que se harían en materia de salud y educación.
Ahora bien, las críticas que desde la izquierda se le tienen a Petro no son pocas. Los últimos posicionamientos frente a Venezuela y la extradición de Jesús Santrich (de la FARC) son elementos para el debate que están consignados en artículos recientes de Miguel Ángel Beltrán, Felipe Polanía, Renán Vega y Pablo Solana; contradicciones y jugadas políticas que aun votando por él no se pueden pasar por alto.
En todo caso, Petro es el candidato de quienes apuestan a la construcción de la paz y la justicia social, y también es el favorito entre los jóvenes. Su postulante vicepresidencial, Ángela María Robledo, es una reconocida defensora de derechos humanos y como senadora cumplió un papel importante de denuncia y gestión pública. En sus propuestas de gobierno son los más cercanos a la promoción de derechos y la esperada apertura democrática. No obstante, las complicaciones para que logre llegar a segunda vuelta son claras.
Aunque las encuestas siempre lo han tenido en los primeros tres lugares de favorabilidad, hay que recordar que en Colombia ningún presidente ha llegado a serlo por los sondeos de opinión o por sus cualidades humanas; por el contrario, lo que predomina es la maquinaria electoral, las prebendas a cambio de votos y puestos burocráticos en el Estado, la eliminación física y moral del adversario político, entre otros elementos en los que las derechas son expertas.
Este domingo el debate es sobre la continuidad de un modelo de país que no tiene otro destino que el abismo, o sobre cómo se edifica un bloque alternativo que sea capaz de frenar a la clase política más sanguinaria del continente.
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*Publicado inicialmente en La tinta.