Por Mariano Pacheco*. En las elecciones del domingo en Bolivia se espera un triunfo arrollador de Evo Morales. La necesidad de que los movimientos sociales recuperen protagonismo y el desafío de pensar lo conquistado como transición hacia una nueva política emancipatoria.
Entre todos y en el mejor de los casos, los candidatos Samuel Doria Medina (Unidad Demócrata), Jorge Tuto Quiroga (Partido Demócrata Cristiano), Juan Del Granado (Movimiento Sin Miedo) y Fernando Vargas (Partido Verde), no llegan a reunir el 39% de intención de voto. En el mejor de los casos, ya que la última encuesta difundida otorgó a Medina cinco puntos más de los que venía midiendo en sondeos anteriores. Por el contrario, la fórmula Evo Morales-Álvaro García Linera, tras casi una década al frente del gobierno, ronda el 60%.
Todo indica que el triunfo electoral del Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP) será arrollador. Además de presidente y vicepresidente, se elegirán diputados y senadores. También “parlamentarios supranacionales”. Si bien no formarán parte de la Asamblea Plurinacional, los 18 parlamentarios supranacionales (nueve titulares y nueve suplentes), serán elegidos a través del voto directo para representar a Bolivia, por un período de cinco años, ante organismos parlamentarios supraestatales como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), el Parlamento Andino, el Parlamento Latinoamericano, Amazónico, Indígena, la Unión Interparlamentaria (UI) y el Mercado Común del Sur (Mercosur).
Así como puede ser una tarea central y de primer orden para el movimiento popular boliviano, en la coyuntura actual, garantizar el triunfo de Evo Morales para este tercer período presidencial, no menos central y prioritaria parece ser la tarea de los movimientos sociales de cara a tensionar su vínculo creativo con un gobierno que vino a intentar expresar en el Estado las convulsionadas confrontaciones sociales que lo precedieron.
Alguna vez, el fotógrafo francés Henry Cartier Bressón afirmó que todo el secreto de la fotografía consistía en capturar “el instante decisivo” (o algo así). Sin lugar a dudas, este cronista piensa que en 2005 los movimientos sociales bolivianos, aquellos que libraron importantes batallas contra el modelo neoliberal, se encontraron ante un “instante decisivo” de la política nacional y, por qué no decir también, de la política popular Latinoamericana.
Luego de un período de significativas luchas (2000-2005), entre las que se destacaron las ya legendarias “Guerra del Agua” (2000) y “Guerra del Gas” (2003), y tras la renuncia de dos presidentes (Jorge Quiroga Ramírez en 2002 y González Sánchez de Losada en 2003), Evo Morales se transformó en el primer presidente indígena del mundo.
Desde entonces, Bolivia se transformó en Estado Plurinacional -proceso constituyente mediante- y logró el reconocimiento constitucional de los derechos de la Pachamama. También, a través de la nacionalización de los hidrocarburos, implementó una serie de políticas redistributivas. En clara sintonía con el ideario de la Revolución Cubana, conquistó ser declarado país libre de analfabetismo. Para el próximo período, el desafío del gobierno está planteado: avanzar con la “Agenda Patriótica” para terminar con la pobreza extrema y avanzar en aspectos centrales de soberanía financiera.
El denominado “Buen Vivir”, de todos modos, corre el riesgo de circunscribirse a una “política de Estado”. La posibilidad de recuperar protagonismo, y esbozar elementos que ayuden a pensar-desarrollar una nueva política, por parte de los movimientos sociales, es un desafío presente tanto dentro de la “Revolución Democrático-Cultural” como en el resto del continente, al fin y al cabo, el territorio más interesante para repensar las coordenadas de una nueva política emancipatoria para el siglo XXI.
Si el primer ciclo de luchas desarrollado por los pueblos latinoamericanos durante los últimos años del siglo pasado y los primeros del actual –centralmente las resistencias antineoliberales–, introdujo una serie de novedades políticas respecto de las perspectivas transformadoras que las antecedieron (en medio de la “revancha conservadora” mundial que se vanagloriaba de un supuesto “fin de la historia”), y el segundo ciclo permitió ensayar en algunos países –casi exclusivamente en Bolivia y en Venezuela, con la Revolución Bolivariana encabezada por Hugo Chávez– un vínculo tenso y conflictivo entre auto-organización popular y gestión estatal, en la actualidad nos encontramos a las puertas de un nuevo ciclo. Los anteriores ya mostraron sus límites. Queda por verse, para los pueblos, cuánto podrán o no avanzar en desplegar sus potencias creativas. Y reinstalar un nuevo horizonte emancipatorio.
*Nota elaborada para el periódico mensual “Me contó el Viejo Antonio”, del Centro Cultural Somos Viento, San Francisco-Córdoba, y para el Portal de Noticias Marcha