Por Redacción Marcha
En tiempos electorales, los candidatos y las candidatas asumen estrategias de prensa para la captación y fidelización de votantes, casi como una campaña de marketing, en la mayoría de los casos. De cara a estas ejecutivas y como en los ciclos eleccionarios anteriores, la seguridad y el bolsillo fueron banderas. Pero, ¿qué hay de la cultura?, ¿qué dicen y que hacen sobre el tema los candidatos al sillón de Rivadavia?
Macri: la máquina de clausurar
La estadía de Mauricio Macri y equipo al frente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires dejó la pauta de cuál es su definición de “cultura”. Mientras en las calles había espectáculos organizados por la comuna, muchas veces con artistas consagrados y mediáticos por varios miles, decenas de centros culturales considerados unders o independientes eran medidos con una vara que, de tan exigente, terminaba con la mayoría cerrados. Y obligaba a sus dueños a iniciar el derrotero de la burocracia para responder a las exigencias de las habilitaciones. Hasta con una ley que los protege, en 2015 varios espacios tuvieron que lidiar con la faja de clausura.
Si bien fue una tónica que arrastró desde su primera gestión, en 2014 los centros que fueron obligados a suspender su actividad fueron 65, lo que quita la posibilidad de una bajada azarosa de la política pública. La Agencia Gubernamental de Control fue el brazo ejecutor de la movida, que buscaba en espacios que tenían convocatoria si las puertas de salida estaban abiertas y señalizadas, si la instalación correcta era la adecuada, si el material era ignífugo, si las consolas estaban en condiciones o la capacidad de personas no se había superado, todas marcas que dejó Cromañón. Sin embargo, hay quienes denunciaron que la baja de la persiana fue dictada pese a que estaba todo en regla. Cayeron hasta los más grandes, como el Konex, en Balvanera, o Makena Cantina Club, en Palermo.
¿Qué será de los espacios barriales que florecen en la periferia Conurbana o de otros polos del país si Macri exporta su AGC a nivel nacional? A principio de mes, la organización de centros culturales autogestivos logró movilizar la aprobación de la Ley de Centros Culturales, que impide las “clausuras arbitrarias”. En el espíritu del proyecto, que en la Ciudad fue defendido por el Frente para la Victoria, es promover la “pluralidad”. No obstante, hay una etapa anterior: los mismos protagonistas señalan que la proliferación de este tipo de espacios se debió a la expulsión de miradas alternativas de la cultura “oficial”.
Durante la campaña, lo que se escuchó desde Cambiemos sobre la cuestión cultural es cambiarle el nombre al Centro Cultural Kirchner.
Un eje del buen pensar
Durante la gestión sciolista en la provincia, existieron certámenes provinciales de fomento a nuevos artistas, pero no una política establecida de promoción de espacios populares culturales. Los autogestivos tuvieron que sobrevivir merced a su propia capacidad de generar ingresos y, en algunos casos, de dar con funcionarios municipales que aporten docentes de las escuelas artísticas distritales, para aumentar el abanico de ofertas. Sin embargo, en el discurso del ex motonauta la cultura y el deporte siempre tuvieron un lugar, asociado al bienestar, la vida saludable y el fomento de los valores.
De hecho, el candidato del Frente para la Victoria es el único que empleó actos de campaña en la recta final para nombrar propuestas en la materia que cumpliría si alcanzara la presidencia: “unificar criterios” para otorgar becas, fomentar foros de debate y pensamiento sobre la cultura nacional, y generar industrias de alcance federal. También, tal como expuso en la reciente entrega de los premios Rockear, contemplar el arte como un trabajo y velar por que los artistas cumplan su tarea “en condiciones dignas”.
A juzgar por recientes manifestaciones, tendrá que empezar por casa. En agosto último, 300 trabajadores y trabajadoras del Teatro Argentino de La Plata realizaron una movilización y abrazo simbólico a la Gobernación para reclamar mejoras salariales, del ambiente de trabajo y de la programación del centro. Funciona “más como un teatro de alquiler que de producción”, denunciaron entonces representantes de ATE ante medios platenses. Según esa mirada, no se respetaría la Ley 12.268, que establece que las dependencias artísticas que dependen del Instituto Cultural de la Provincia deben tener contenido acorde a la difusión del quehacer artístico regional.
Derecho a la cultura y la diversión
Desde el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), la campaña tampoco se concentró en el eje artístico, pero sí dedicó el séptimo de los diez puntos centrales que aspira a concretar Nicolás Del Caño si llega a presidente. Según entienden, se debe defender “el derecho a la educación, el trabajo, la diversión y la cultura”, sobre todo entre los y las jóvenes. En el mismo eje reclaman el “fin de la criminalización” de las nuevas generaciones, pero no especifican una política concreta que organice el presupuesto nacional para lograr el objetivo.
La fuerza acompañó los reclamos de los centros culturales autogestivos que fueron clausurados en la Ciudad de Buenos Aires, e incluso durante la represión a instituciones que albergan en su seno expresiones del arte de los márgenes, como el Borda.
La cultura Progresista
“Entendemos la cultura como una creación colectiva, dialéctica e histórica, de los pueblos que se convierte en capacidad de producción de símbolos, representaciones, lenguajes, procedimientos, ideas, teorías, imaginarios sociales en el marco de las dimensiones que dan sentido a su mundo en tiempos y espacios que los constituyen. La cultura se convierte en una práctica personal y colectiva que transforma, da sentido a la vida y es eje y estructura de la historia”. Así engloba el equipo de Margarita Stolbizer la idea de la cultura, una que se hace entre todos y todas, la que te identifica y diferencia. Pero, ¿qué hay de concreto?, ¿qué puede lograrse frente a los problemas reales?, ¿importa la cultura que se muestra, la de los circuitos comerciales y también se contemplan a los centros culturales independientes o a los y las artistas de la calle?
Para los Progresistas, hablar de cultura parecería ser hablar de la inclusión de prácticas artísticas y oficios en el ámbito educativo, además de hacer de ella una herramienta de transformación y unificación de todo el país, ya que puede leerse entre sus bases la idea de una “construcción estratégica de un proyecto cultural profundamente federal a través de la acción de Gobierno, la creación de leyes y sobre todo el consenso de los ciudadanos de las distintas regiones”.
Sin embargo… concretamente, ¿qué proponen? Proponen la creación de un Sistema de Fábricas Culturales Educativas, lo que uniría oficios, artesanías y diseños con fines lúdicos y educativos para toda la familia, fomentando a cooperativas. Este punto indica también el reconocimiento económico del aporte de trabajadores y trabajadoras de la cultura en todas sus expresiones a través de la jerarquización del arte u oficio realizado.
Otro de los puntos que componen los ocho proyectos culturales a largo alcance propone “Integrar los programas de estímulo y fomento en todas las disciplinas y áreas, con criterios comunes, sin homogeneizar y con una participación conjunta de los organismos autónomos dedicados a los fomentos, a la creación artística, recuperación patrimonial, innovación cultural, sostenimiento de Bibliotecas Populares, etc.”. Puede haber aquí algún guiño hacia la cultura popular, hacia la cultura independiente, cuestión que se nombra en varios puntos, aunque nada se dice de la cultura en las calles, no de la organizada mediante un festival oficialista o alguna organización, sino aquella cultura de las y los trabajadores de la calle, de las y los artistas a la gorra.
Arte para fomentar el ocio
“Hay que mirar lo que pasa en el mundo con la industria cultural. El hombre tiene tiempo libre que quiere disfrutar y hay que ver cuáles son nuestras herramientas para acercarle al ciudadano el tiempo de ocio. Si lo pensamos sólo como una herramienta del Estado, no es la manera correcta de trabajar porque el artista no tiene que esperar a la voluntad de ellos”. Esto decía el candidato por el Frente Renovador, Sergio Massa, durante un discurso en el Teatro Sha, de la Ciudad de Buenos Aires, ante personalidades del mundo del espectáculo.
Su caballito de batalla es la reapertura de teatros en Tigre, los talleres artísticos, la conformación de orquestas juveniles, entre otras medidas. Y las propuestas son cinco: la ley del artista, que contiene a actores, músicos, y su jubilación a través del establecimiento e un “régimen especial” que no sea “contraproducente a la industria cultural”. Dar figura jurídica al sostén de la creación para proteger al autor. Incentivar a las actividades culturales; incluir contenidos artísticos en colegios y una última, referente a la liberación de las restricciones impositivas a los bienes culturales.
Analizando el discurso Massista, la cultura es una “industria” ligada al ocio, esa que cuida más al espectador que paga una entrada que al artista que se expresa, que crea. El artista es una mercancía más. Todo está pensado en términos económicos.
Sobre el arte callejero, se hace mención a la existencia del Fondo Municipal de las Artes a artistas callejeros, en Tigre, aunque se trata de un estímulo económico a aquellos proyectos que integran el Fondo Municipal. ¿Qué pasa con aquellos que libremente se paran en una esquina a expresarse? Una vez más, nada se dice de ello.