Multitudes en cuarentena. Un 30 de mayo, hace 11 años, fue el último recital de Los Piojos. Un fulbito sin final. Los jugadores con los que pegaron onda a lo largo de su carrera y una crónica familiar. Envido y truco del tiempo para los amigos, hermanos del alma, compañeros de emoción.
Por Lucas Jiménez*
“Y la champaña que descorchan hoy, guarden los corchos para un bote hacer que viene el río del hambre y la sed, y ya no hay goles que den de morfar”- Los Piojos-Maradó
“Media caña en el colchón, pata dura y corazón”. Así amanecí un 30 de mayo de 2009. Me levanté como un día más de ritual, había visto muchos en distintas ciudades. Todavía no lograba entender ese aroma a despedida. La música es el enganche del fútbol. Las melodías pueden sonar en tu cabeza sin necesidad de imágenes. Así los sonidos y las letras trascienden la vida de sus autores. Lo mismo pasa con los números 10. Siguen jugando en la imaginación de la gente; es como si nunca se retiraran. Lo opuesto pasa con los goleadores. Necesitan del vivo y de la imagen para confirmar su vigencia. Los recitales en vivo son un goleador. Su esencia es difícil de explicar sin mostrar cómo eran, y así y todo a veces ni alcanza. El goleador es el brazo ejecutor de la imaginación del 10, así como el recital en vivo es la extensión del sonido grabado.
Ese 30 de mayo de 2009, era el partido despedida de Los Piojos como banda goleadora de estadios. Debe ser la banda argentina que tocó en más canchas de fútbol. Acá va la lista: General Paz Juniors, Ferro, Atlanta, Andes Talleres, All Boys, Vélez, River, Boca, Huracán y el Único de La Plata. También podemos sumar los microestadios de clubes: Argentino de Quilmes, Racing, Newell´s y Gimnasia de La Plata.
Cuando se cumplieron 6 años de ese final de mayo frío y cruel, escribí una publicación de Facebook donde contaba que mi primer recital de Los Piojos y el último fueron en el mismo lugar: la cancha de River (2003 y 2009). El querido Fede Coguzza me firmó que mi inicio fue su despedida. “Yo los vi por primera vez en Obras, apenas salido Tercer Arco. Y el último que vi fue un River feo… creo que el de Máquina de Sangre, del que hablás. Me quedo con los Obras que pude ver y sobre todo con la presentación de Azul en All Boys… impresionante”, fueron sus palabras.
Eso me hizo entender, en plan periodístico de categorizar al público de Los Piojos, que ese 2003-2009 engloba una etapa. Que ese River fue un click. La etapa anterior a la mía, la que disfrutó Coguzza, es la que va del 96, que empezó con la presentación en Obras de Tercer Arco, al 2002, que a su vez es precedida por la inicial del 88 al 95, marcada por los shows en el Teatro Arpegios. Esto a grandes rasgos entre el público piojoso, hay gente que cruzó las tres o 2 etapas y otra no entrará en ninguna categoría.
Vals inicial
Empecé a escuchar la banda en 1999. Tenía 11 años. Los sábados a la mañana mi mamá limpiaba la casa y la música iba subiendo a medida que avanzaba su disco de cabecera: Ay Ay Ay. Con “Arco, despacio tiro” empezaba la barrida. Ya para la parte de encerar íbamos por “Fumigator” y se olvidaba que yo dormía. Su mente se iba a otro lado y ponía el volumen al taco.
“Muy Despacito” era mi tema de inicio del día. Con las cucarachas bailando abría los ojos y me terminaba de levantar de la cama con los “jardines de calma feroz”. En 8° grado una profesora del secundario pidió que llevemos la letra de una canción para analizar y llevé esa. Cuando me compré una armónica para intentar aprender a tocar fue la primera que probé sacar.
Además de ese disco de Los Piojos, en casa estaba Tercer Arco, Azul y Ritual (todos originales). En mayo de 2001 me gasté mis ahorros y le regalé a mi mamá para su cumpleaños Verde Paisaje del Infierno. “Tomá Ma, el que te faltaba”. Por aquellos años previos a internet, desconocía la existencia de Chac Tu Chac. De hecho, me gustaba “Cruel”, que escuchaba en Ritual porque pensaba que era un tema inédito. Toda la ternura y agradecimiento a mi madre por inculcarme el gusto por Los Piojos se desvaneció en el momento en que me fui de casa para convivir y me llevé casi todos los discos originales de la banda, incluido el que le había regalado para su cumpleaños. Digo casi porque le dejé Ay Ay Ay. Imagino que en la República de Laprida y Boquerón en Lomas de Zamora sigue sonando a toda mostaza los sábados a la mañana.
Con mi vieja y con mi prima fui a ver a Los Piojos una vez nada más: Vélez 2004. El recital del martes 25 mayo que iba a ser el domingo 23 pero se suspendió por una “pesada lluvia de invierno”. Recuerdo que apenas entré al campo y vi las tribunas con mucha gente lo primero que pensé fue: “qué presión deben sentir los futbolistas”. Al otro día fui al colegio y le conté eso a mis compañeros acompañado de un “no me gustaría ser Jonás Gutiérrez”, jugador de Vélez de esos años.
Ese recital conocí “Los Mocosos”. Me acuerdo de que le dije: “Ma, este tema no lo tenemos en casa”. Ya sin un peso para comprar discos originales, un compañero de laburo de ella nos grabó Chac Tu Chac, Huracanes en Luna Plateada, Máquina de sangre, y recitales en Obras y Arpegios. De Vélez tengo la imagen de la retirada por pensar que el show había terminado. Estar cruzando el puente para salir del estadio, que arranque “Vete bobo, vete bobo” y las “miles de almas en un ritual sin calma” nos metan de nuevo adentro. Cuando hoy en día mi vieja mi dice que le tiene pánico a las multitudes, lo primero que pienso es en ese momento.
Tercer arco
Los Piojos no solo fueron música y recitales para mí. No solo fueron enganche y goleador en mi vida. También me acercaron al periodismo y me enseñaron la figura de Maradona. Por ejemplo, escuché primero la voz de Diego regándole a Ciro los últimos botines que usó como futbolista antes de Maradó en Ritual, antes de haber visto el gol a los ingleses. Por esa canción pregunté por el Diez y me grabaron en VHS la película Héroes sobre el Mundial 86. En aquel Vélez de 2004 esperaba que se desplegara una bandera grande de “Fiorito” con la cara de Diego y el logo de Los Piojos, era la única manera de poder llegar adelante por mi altura y contextura.
Lo del periodismo viene por el lado de que en septiembre de 2000 mi vieja compró la Rolling Stone porque la nota de tapa eran Los Piojos. Ahí leí una crónica fabulosa titulada “El planeta de Los Piojos” que jugaba con frases de El Eternauta. Entonces me topé con el texto escrito contando historias. Yo ya era un apasionado del fútbol y resultaba ser que descubría que la única banda que escuchaba a mis 12 años también.
El bajista Micky Rodríguez había jugado en Ferro y Chacarita y hablaba del sueño cumplido de conocer a Diego Armando Maradona. “Cuando lo abracé se me vino la imagen de mi viejo y no lo podía soltar… Se me caían las lágrimas. Fue una de las cosas más grosas que me pasaron en la vida, conocer a ese tipo”. Casi 10 años después Micky compartiría cancha con Diego en un partido a beneficio de la Fundación PUPI en cancha de Boca. De hecho, el músico entró por Messi en lo que era la única vez que había jugado en la Bombonera hasta el partido con Perú en 2017 por las Eliminatorias.
En la entrevista de la Rolling Stone, Tavo cuenta que fue al Mundial 98 a ver los partidos de Argentina y que se coló en la final Francia-Brasil. “Chamuyé a un negro que estaba en la puerta y, después de casi dos horas de dar vueltas y esperar, me dejó pasar. Fue increíble. Cuando terminó el partido, salí de la cancha corriendo y desde un teléfono público llamé a mi casa para contarlo. Nadie me quería creer”.
Después de esa nota fui a leer los libritos de los CD que tenía en casa. Ahí entendí todo. La descripción de Tercer Arco hace referencia a que encontraron en la música una pasión paralela a su locura por el fútbol. “Un día llovió y la cancha se tapó y volvimos a los instrumentos y dijimos: ‘esto suena’, así que nos agrandamos, concentramos y pusimos en cada tema todo lo que teníamos para dar: Sangre, sudor lágrimas y rocanrol. Fue así como descubrimos que existía un 3er Arco”, reza el texto acompañado al costado por una foto de Micky pateando una pelota.
Seguí investigando los discos y vi que en los agradecimientos de Azul aparecía el Rifle Pandolfi por haber hecho los coros en “El rey del blues”. Pero la relación entre Los Piojos y Vélez arrancó por otro futbolista: Marcelo Gómez. “El manager Pocho Rocca era hincha de Vélez y un día saliendo de un partido, el Negro Gómez lo vio con una remera de Los Piojos y empezaron a hablar. La onda se dio rápido. Vinieron a vernos jugar y nosotros fuimos a la sala de ensayo”, contó el Lobo Cordone en Mavirock.
El rubio delantero solía festejar sus goles mostrando remeras de bandas, ritual que arrancó con una de Los Piojos después de un gol a River en Liniers. En el programa “Tocala” de TyC Sports contó el trasfondo de ese festejo. “Justo los habíamos invitado a los chicos de Los Piojos y tres son de River (Tavo, Micky y Piti). Le habíamos dado platea. Les había dicho que les iba a hacer un gol y se los iba a gritar para ellos.” (https://www.youtube.com/watch?v=_Yv375g7WW4).
El Negro Gómez en Somos Vélez blanqueó una canción de la banda que nació por él. “En El Gráfico hicieron una serie de notas entre futbolistas y músicos y la que me hicieron a mí fue con Los Piojos. Durante la nota empezaron a zapar un ritmo, una melodía y Andrés cantaba de fondo: Go Negro Go, con el tiempo esa melodía se transformó en la canción que salió en el disco Azul”, recordó el ex volante central.
Por su parte, el Rifle no solo iba a los ensayos a boludear sino que Tavo lo llamaba para que fuera a guiarlos con las voces cuando no podía ir Ciro. En 2002, cansado del ambiente del fútbol, dio una nota al diario Olé donde anunciaba su retiro. Al otro día se subió al escenario del Luna Park invitado por Los Piojos para tocar la guitarra en el clásico de Chuck Berry, “Around & Around”.
Pero no sería el único futbolista en grabar con la banda de El Palomar porque en agosto de 2003, tras ganar la Copa Libertadores con Boca, Nicolás Burdisso hizo los coros en “No pares” del disco Máquina de Sangre. Un reciente campeón entonaba: “Los que ganan te la cuentan como la única verdad pero vos nunca te olvides que hay otra campana atrás. Una campana más rica y que tiene otro color”.
Burdisso y Ciro también coincidirían en el mundial Alemania 2006. El defensor llevó la guitarra a la concentración argentina para hacer sonar temas de Los Piojos y el cantante fue como comentarista de partidos para la Rock and Pop. De esa experiencia surgió la canción “Unbekannt”, desconocido en alemán, por sus caminatas por las calles sin que lo reconozcan (“heavy faso en Sankt Pauli”). En un Luna Park los pibes de Lugano Piojoso le regalaron una remera de Alemania con la 87 y el Unbekannt atrás.
En una entrevista a un medio de Misiones, en 2009, Tavo Kupinski (quien falleció en 2011) habló de fútbol. Contó que era muy fanático y socio de River pero que la actualidad lo encontraba siendo más hincha del Inter por su amistad con el Pupi Zanetti. Le pidieron que armara su selección y formó una defensa con todos futbolistas piojosos: Zanetti, Burdisso, Demichelis y Placente. Demichelis, en 2014, le regaló entradas a Ciro para que fuera con Los Persas y el resto del staff a ver la final del mundo con Brasil. El puente conector de Placente con la banda es Pablito Aimar, que solía ir a los ensayos antes de irse a jugar al Valencia.
Todos los futbolistas nombrados y algunos más, como Hernán Crespo, el Turu Flores o el Gallego Méndez, son los que les entregaron las camisetas del fútbol europeo a los músicos de la banda que exhibieron en distintos recitales. Remeras del Newcastle, Chelsea, Bayern Munich, La Coruña, Valencia, Inter, Celta de Vigo y varias de la selección con la 8 de Zanetti.
Hoy parecen normales ciertos signos patrióticos como la camiseta de la selección o el himno. Pero no era tan así cuando Ciro lo empezó a hacer. En una nota en la Rolling Stone, en 2007, le preguntaron sobre los signos a los que apelaron que antes estaban pegados a los militares. Su pensamiento era “¿por qué tiene que pertenecer esto a los militares, si el país es nuestro? No es de los militares genocidas, esto es de la gente”. El tarareo del himno, que es un hit argentino en los mundiales, nació primero en los recitales de Los Piojos con el himno tocado en armónica por Andrés Ciro Martínez.
Una noche cruel
Hace 11 años me juntaba en Constitución con mis amigos, alguna que otra puteada con el público de La Renga que se tomaba el tren a La Plata, en el recital que Chizzo agigantó la grieta que tanto hizo por achicar en aquel show en Atlanta 98. Hace 11 años llovía y hacía mucho frío. Tengo el recuerdo de un fernet tirado en el ingreso al subte por pedido de un policía y una previa larga en Libertador.
Aproveché para recordar mi anécdota futbolera de cabecera en recitales. En la previa de un Quilmes Rock que cerraban Los Piojos, me encontré con el por entonces arquero de Arsenal Cristian Campestrini. Bajo los efectos del Vin-Up le pegué un abrazo y le dije: “te sigo desde Almirante, sos un arquerazo, te tengo en el Gran Dt, cambien a los defensores porque me sumas siempre negativo”. A eso le siguieron risas, apretón de vamos y un “vamos Los Piojos” de su lado.
Del recital rescato unas palabras de mi compañera de facultad, Micaela Giacona: “El frío, las pies mojados, la confusión”. Ya estaba todo muy podrido en la banda, venían de un parate hacía muy poquito. La salida de Piti Fernández había sido un golpe demoledor. En una entrevista a Soy meses después del show contó que lo llamaron para que fuera a tocar a las 7 de la tarde del mismo sábado. Lo tomó como una falta de respeto y se quedó en su casa de Caseros viendo Lanús-San Lorenzo.
Más allá del clima y de la emotividad, esa noche en River hubo dos bandas en una, ni se miraban entre ellos. Un amigo que estuvo adelante me dijo que Ciro se quebró en “Pacífico”. Un piojoso leyó una emocionante carta y tituló en tono ricotero “las despedidas son esos dolores dulces”. El recital fue muy largo. La banda estaba cerrando en la Gira Civilización con “Buenos Días Palomar” en vez de “Finale”. El 30 de mayo de 2009 tocaron ambas, leyeron las banderas y después tocaron cuatro temas más. El último fue “Muévelo”.
Salí del estadio y solo recuerdo los largos silencios que marcaron la vuelta. Fuimos hasta Ciudad Universitaria a tomar el 160. Cuando ya estaba arriba del bondi, me acordé de que mi vieja y mi prima habían ido por su cuenta. Hoy, que hace más de 2 meses que no las veo, me doy cuenta de que encontrar a alguien entre 70 mil personas es casi como una cuarentena de distancia. Pero ese día las vi. Yo ya estaba arriba del bondi y ellas recién llegaban para armar una nueva fila porque el mío estaba arrancando ultra lleno.
Quizás la confusión de la que habla Micaela me impidió bajar. Me hubiera gustado compartir el silencio con ellas. Quizás romper el hielo bardeando las vueltas que da el 160. Un bondi que es como un wing gambeteador que nunca termina de tirar el centro. Cruzar Pompeya. “Mirar el paisaje y seguir”. Igual qué fácil que es volver de Núñez a Lomas de Zamora con este bondi. Ahora “¿alguna de las 2 se acuerda cómo hicimos para volver de la cancha de Vélez un miércoles a la 1 de la madrugada?”.
“Salimos por fin del estadio. Casi todos, quien más, quien menos, miramos hacia atrás. Hacia las altas tribunas. Durante horas interminables aquellas moles de cemento nos habían protegido del ataque de los lanzarrayos: abandonarlas producía en todos una curiosa sensación de desnudez”
El Eternauta- Héctor G. Oesterheld y Francis Solano López
- Nota publicada en Lástima a nadie, maestro