Por Pablo Tano. Antonio Roma, uno de los arqueros más importantes del fútbol argentino, falleció a los 80 años. Jugó en Ferro y en Boca, donde pasó a la historia por el penal que le atajó a Delem en 1962.
“Bueno, yo hacía tiempo que ya venía observando los penales de River Plate y de este muchacho, Delem. Yo lo venía observando domingo a domingo cómo él tiraba los penales. Y este domingo me tocó a mí. Fui con todo sabiendo que él tira con la derecha y a la derecha y fuerte del arquero”. El relato épico nace del mítico arquero de Boca Antonio Roma, luego de atajarle un penal decisivo al brasileño, a sólo diez minutos para el final, en una Bombonera repleta, el 9 de diciembre de 1962. El vital triunfo le permitió al equipo xeneize, en la fecha siguiente, alcanzar un nuevo título nacional.
El Tano, que antes de ayer dejó inmortalizada su figura atlética en las canchas argentinas, murió a los 80 años. Su gastado corazón dijo basta pero sus recordadas voladas permanecerán sobrevolando, principalmente, el barrio de La Boca y las estrellas del firmamento boquense tendrán un integrante de lujo más.
Una de las últimas apariciones públicas fue ante un grupo de alumnos de DeporTEA, a fines del año pasado, con motivo de cumplirse 50 años de aquella histórica definición. Así también recordaba Roma ese momento histórico: “Son segundos especiales, donde esto -señala su cabeza con el dedo índice derecho- te trabaja a dos mil por hora. Encima, yo tenía a mi señora y mis hijos en aquellos palcos. Pero sinceramente estaba con una tranquilidad pasmosa. Venía uno y te decía tirate para acá, venía otro y te decía tirate para allá… Y yo le decía, andá, andá. Me fui contra el palo izquierdo, me puse en cuclillas, levanté un pedazo de césped e hice una promesa… Si tengo la suerte de atajarlo me voy a Luján a cumplir con la Virgen porque soy devoto de la Virgen de Luján. Y bueno, lo cumplí”.
La sorprendente carrera ascendente de Tarzán, como lo apodaban en el medio, comenzó cuando debutó en la Primera de Ferro a los 23 años. En el Verdolaga jugó entre 1955 a 1959 y luego pasó a Boca, junto con su compañero Silvio Marzolini. De 1960 a 1972 estuvo ligado a la entidad de la Ribera, donde se retiró.
“Yo no jugaba al fútbol y un día fuimos a jugar a un potrerito cerca de Luján. Jugamos contra los chicos de un pueblo, les ganamos, nos sacaron corriendo y tuvimos que salir en un camión en el que habíamos ido. Después me cambié con ropa particular y entré a la iglesia. Increíble, a partir de ahí, empecé a jugar al fútbol con 18 años y no paré más. Fueron 21 años en Primera, dos Mundiales, más de 40 partidos internacionales y 13, 14 temporadas en Boca”, repasa con una memoria prodigiosa.
Roma integró una de las defensas menos vencida de la historia de Boca Juniors, conquistó siete nacionales (1962, 1964, 1965, 1969 -1 Copa Argentina- y 1970) y disputó nada menos que 303 partidos. Con la Selección Argentina disputó los Mundiales de Chile 62 e Inglaterra 66 y se consagró campeón de América en Lima 1957. Una carrera intachable.
“Ese día salí de la cancha -continúa el relato de Roma luego de esa noche inolvidable en La Bombonera– disfrazado, a las 20.45 de la noche. Salí en un camión, metido en una caja playa, tirado y tapado con una lona. No se podía andar por la calle, la gente estaba enloquecida. Con los años se le fue dando cada vez más importancia, más color por la rivalidad que existía y la definición del campeonato”.
Roma, un señor dentro y fuera de la cancha. Un ídolo no sólo para el hincha de Boca sino también para el amante del fútbol en general. Una gloria. Una leyenda. Un caballero. Una figura con una estirpe única. Y con la humildad de los grandes.