Por Agustín Bontempo y Gerardo Szalkowicz
A pocos días de cumplirse 10 años del NO al ALCA, los gobiernos del Mercosur (a excepción de Venezuela) avanzan en las negociaciones para firmar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con la Unión Europea. Julio Gambina, profesor de economía política e integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), analiza las consecuencias que tendrá para los países suramericanos.
En esta entrevista con el programa “Al sur del Río Bravo” que se trasmite por Radionauta FM, Gambina asegura que la firma del acuerdo va a exacerbar la dependencia económica. También sostiene que “los que se benefician son claramente las corporaciones transnacionales” y que los “trabajadores y trabajadoras serán los principales afectados”.
-¿Cuáles son los puntos centrales del Tratado de Libre Comercio que vienen negociando los países del Mercosur con la Unión Europea? ¿Quiénes serán los principales favorecidos?
-Este TLC es una vieja aspiración, en primer lugar de la Unión Europea, como parte del capitalismo desarrollado que intenta fortalecer relaciones con distintos países del mundo para favorecer la liberalización del comercio, de la circulación de capital, de mercancías, de servicios. Un tema que venía fuertemente desarrollado desde las negociaciones por el ALCA entre Latinoamérica y Estados Unidos y que también se vincula con el recientemente firmado Acuerdo Transpacífico conocido como TPP.
Hay una intencionalidad de los países capitalistas desarrollados por lograr acuerdos llamados comerciales que van sobre el tema de inversiones, de patentes, sobre el conjunto de los aspectos económicos, para generar negocios que favorezcan la apertura de las economías. Y en ese marco, obviamente tienen ventajas de competitividad los capitales más concentrados, que precisamente no están en los países del Mercosur sino en los países europeos, especialmente los más desarrollados. Se busca entonces esas ventajas para favorecer la colocación de sus productos y disputar, vía inversiones externas, procesos de privatizaciones, proceso de enajenación del capital público e incluso del capital privado. La lógica es que los capitales de los países desarrollados puedan desplazar de cierta posición de dominación o hegemónica que puedan tener algunas empresas medianas o grandes en los países de la región. Los que se benefician son claramente las corporaciones transnacionales de allá y de acá.
Digamos que también es de interés en estas negociaciones los propios capitales más concentrados de los países de la región, del Mercosur en este caso. Hay que considerar que en los últimos años, las llamadas translatinas, grandes empresas -brasileñas principalmente- han generado una expansión de su presencia en América Latina y necesitan consolidarse con expansión a otros lugares del mundo. Por lo tanto, también les interesa recibir un trato preferencial por parte de la Unión Europea.
Entonces, no sólo grandes empresas de Europa están interesadas en la liberalización de nuestros pises. También grandes empresas que tienen origen y actúan en nuestros países están interesadas en ganar mercados e incluso competir en licitaciones públicas en los piases capitalistas desarrollados. Digamos que la gran atracción es para los grandes capitales transnacionales, tengan el origen que tengan. Y es por los Estados, tanto los europeos como latinoamericanos, protagonizan este debate en representación de esos grandes capitales.
Pero en la medida en que se generalizan los proceso de apertura y liberalización de las economías, se deterioran las potencialidades del capital público en nuestros países, se deteriora la capacidad de disputa de ingresos de los trabajadores y hay un serio peligro de que avance el proceso de saqueo sobre los bienes comunes, que es una de las características del modelo económico, productivo y de desarrollo de estos tiempos en nuestros países.
¿Cuáles serán las consecuencias especialmente para el pueblo trabajador en nuestros países?
-La firma de estos acuerdos potencian y profundizan la inserción subordinada del capitalismo local en el capitalismo mundial. Exacerba la dependencia económica. Y, como consecuencia, el efecto principal está sobre los trabajadores o los que viven de ingresos fijos en primer lugar, porque todo proceso de liberalización de la economía requiere disminución de salarios y, por ende, los trabajadores y trabajadoras serán los principales afectados. Y todos aquellos sectores del empresariado que ligan su perspectiva económica a la capacidad de compra de los salarios y los sectores de ingresos fijos.
También se van ver perjudicados aquellos pequeños y medianos, tanto industriales, comerciantes, productores, que están asociados a la evolución del mercado interno de nuestros países. Y no hay ninguna duda de que la liberalización de la economía supone potenciar el modelo extractivista, de saqueo de los bienes comunes y, como tal, afecta a las poblaciones que están asentadas en los territorios que son objeto del saqueo. Con lo cual no sólo hay consecuencias económicas para la mayoría de la población, sino que afecta a la propia dimensión cultural por el tipo de patrón de consumo que genera este fenómeno de la libre competencia dominada por las transnacionales. Con lo cual, la mayoría de la población aparece afectada por este tipo de negociaciones.
-Se están por cumplir 10 años del NO al ALCA. ¿Qué líneas de similitud encontrás entre aquella iniciativa de dominación impulsada por Estados Unidos y este TLC con la Unión Europea?
-Hay grandes similitudes porque esencialmente ambos apuntan a la liberalización de la economía. La diferencia está en que la dinámica de resistencia popular al ALCA fue lo que hizo derrumbar hace 10 años aquel tratado de libre comercio. Pero EE.UU. le ha encontrado la vuelta y ha ido por tratados bilaterales. Digamos que el ALCA no murió en su esencia y EE.UU. ha sacado mucha ventaja en ese aspecto. Creo que la diferencia entonces es el nivel de resistencia popular que se generó hacia el 2005 con el proceso de cambio político en la región nuestroamericana. Y ahora el desafío está en poner en evidencia el tema y generar una batalla ideológica, política y cultural para que el tema aparezca y el movimiento popular no baje la guardia de la peligrosidad que tienen estos proyectos de libre comercio, aunque tengan menos visibilidad que el que empujó EE.UU. hace 10 años.