Por Orlando Agüero
El presidente Mauricio Macri parece haberse cansado de encontrar sólo reproches cada vez que tocaba la puerta de alguna casa de familia en sus conocidos timbreos. Esta vez fue a lo seguro: tocar el timbre de los cuarteles el mismo día que en el país se celebra el día del Ejército.
El 29 de Mayo es un día emblemático para la historia de los argentinos y las argentinas. En primer lugar, la clase trabajadora recuerda “El Cordobazo”. Una impresionante gesta de lucha del pueblo cordobés que determinó la caída de la dictadura militar encabezada por el General Onganía en el año 1969. Esta lucha fue referenciada por el legendario gremialista del clasismo Agustín Tosco, Secretario General del Sindicato Luz y Fuerza. También la fecha, en términos populares, refiere a los “ñoquis”. Es el día en que la tradición eurocéntrica en nuestro país disfruta de esta rica comida, con el aditamento de esperar fortuna poniendo un billete bajo el plato.
Esta tradición derivó en denominar así a los trabajadores y trabajadoras del Estado (sobre todo) que solo aparecían en sus lugares de trabajo el día que recibían su cobro mensual, debido a que ese puesto era el resultado de alguna clase de acomodo patronal o como pago político.
Sin embargo, el presidente Mauricio Macri eligió esta fecha para otra cosa. Saludó a las Fuerzas Armadas. Es que el 29 de Mayo de 1810 la Primera Junta de Gobierno Patrio creó el Ejército Argentino. Claro que en ese momento era una necesidad para luchar contra la colonización y enfrentar los desafíos de la construcción del Estado Nación. En esta oportunidad, el gobierno nacional, a través de su presidente, realizó un llamamiento a las tres fuerzas para que salgan de los cuarteles y cumplan funciones en la seguridad interior, un objetivo diametralmente opuesto al objetivo trazado por aquellos primeros patriotas.
Algo casi improbable
Da la sensación de ser algo casi imposible que esto pueda pasar en la Argentina. El ejército y el resto de las fuerzas no cuentan con ninguna clase de popularidad. Además hay una clara prohibición a la actuación militar en cuestiones internas, perfectamente clarificadas en la Ley de Seguridad Interior sancionada por el Congreso Nacional en el año 1988 durante la presidencia de Raúl Alfonsín. En esta ley queda absolutamente prohibida la intervención en la seguridad interna de nuestro país por parte de las FF.AA. Hace dos años, Macri derogó un decreto de necesidad y urgencia (DNU) de Alfonsín (lógicamente, también por decreto) que se refería a ascensos y mayores atribuciones al Estado Mayor Conjunto por sobre el comandante de cada fuerza. De todos modos, en el día del Ejército Macri aprovechó para decir: “Necesitamos que se adapten a las amenazas del siglo XXI”.
Cuáles son esas nuevas amenazas
Históricamente, en el marco de que las FFAA tenían a su cargo la defensa de la soberanía nacional, todos los años emitían una hipótesis de conflicto externo. Casi siempre esa probabilidad de confrontación armada estaba encabezada por la posibilidad de guerra contra Chile. En la actualidad no están demasiado claras esas hipótesis. Lo que sí está más claro es que tanto el Ejército como la Armada o la Aeronáutica, no están en condiciones para enfrentar a ninguna de las posibles hipótesis que ellos mismos analizan en el plano exterior.
Es por eso que cuando el presidente les habla de las nuevas amenazas del siglo, apunta a la cuestión interna. A Mauricio Macri y a su gabinete les parece que no alcanzan las policías provinciales y la fuerzas de seguridad nacionales como controladoras de la seguridad interior.
Es que seguramente estén observando un posible horizonte de conflicto en términos sociales debido al ajuste en la economía, llevado a cabo por este gobierno que impulsa los aumentos en las tarifas, la devaluación de la moneda, los despidos, desapariciones y asesinatos, la doctrina Chocobar, el deterioro de la industria nacional, el aumento estrepitoso del dólar, la caída del poder adquisitivo, las negociaciones paritarias a la baja, la inflación que se espera en un piso del 30% en el año, los vencimientos periódicos de las Lebac, la negociación para un crédito con el Fondo Monetario Internacional, la entrega de los recursos estratégicos y la sumisión ante las grandes potencias mundiales. Todo esto anuncia un escenario de conflicto que el gobierno intenta superar a base de uniformes y represión.
Es decir que las nuevas amenazas del siglo veintiuno tienen nombre y apellido para el gobierno y se llaman Pueblo Trabajador. Las multitudinarias marchas que a diario protestan en contra del gobierno no frenan el ajuste aún pero sin dudas incomodan la libre acumulación de capitales que desean los actuales dueños de la Casa Rosada. Incluso en un par de oportunidades algunos sacaron los pies fuera del plato. Es decir que la revuelta popular del 18 de diciembre pasado durante el tratamiento de la Reforma Previsional, los sorpresivos acampes en el Obelisco y la lucha de los trabajadores y trabajadoras del subte, le encendieron una lucecita “led” de alarma a Mauricio y fue entonces a tocarle el timbre a los militares.
Antecedentes
Cada vez que la oligarquía golpeó la puerta de los cuarteles estos respondieron con golpes militares instaurando procesos dictatoriales. Esto es así desde 1930. La más reciente dejó un saldo de treinta mil personas desaparecidas, presos y presas por razones políticas y millares de personas exiliadas. Una guerra contra Inglaterra, como manotazo de ahogados, para mantenerse en el poder, que dejó más muertos entre los conscriptos que entre la oficialidad dirigente de los comandos de las fuerzas. Además de un endeudamiento económico y financiero descomunal que hasta el día de hoy los millones de argentinos y argentinas seguimos pagando a la banca financiera internacional. Con estos antecedentes parece difícil que el gobierno pueda cambiar las leyes que prohíben que los militares salgan a las calles a controlar la sociedad. Aunque el alerta social debe permanecer encendido si deseamos un verdadero Nunca Más.