Por Ezequiel Ganem. Las acciones y declaraciones de la ACTC desde la muerte de Falaschi, como el retiro de la licencia de 9 pilotos, son coherentes con su teoría de que en Balcarce no falló nada. Los corredores están en la mira.
La Comisión Asesora y Fiscalizadora (CAF) de la ACTC –una especie de Tribunal de Disciplina de la AFA– le retiró la licencia en forma preventiva a 9 pilotos, todos ellos involucrados en algún accidente durante el desarrollo de la 15ª fecha del Turismo Carretera en Balcarce. Esto quiere decir que los corredores deberán someterse a una revisación médica para recuperar su licencia deportiva. Dicha medida, lógica para un deporte de alta competencia, ha sido “noticia” sólo por el hecho que la CAF se preocupó en difundirla, ya que se trata de un formalismo que, salvo en caso de accidentes importantes, no suele tomar estado público.
La intención es clara: mostrar que la ACTC está “trabajando” para mejorar la seguridad en el automovilismo. Sin embargo, una lectura más profunda de las acciones y declaraciones que el ente fiscalizador o personas vinculadas a él han efectuado desde la tragedia que le costó la vida a Guido Falaschi permite entender un poco mejor qué escenario busca instalar la ACTC de cara a la opinión pública.
Primero, repasemos algunos hechos. En la conferencia de prensa que brindó la semana pasada, Oscar Aventin aseguró que no había fallado nada pero aseveró que lo que “desencadenó la tragedia fue el despiste de (Leonel) Larrauri” quien, según el presidente de la ACTC, “se despistó en el peor momento: cuando vienen los punteros”. En esa misma conferencia, Carlos Álvarez, titular de la CAF, señaló: “Los pilotos tienen que tener una dosis de responsabilidad ante una emergencia. (N. de la R.: en alusión a aquellos que no desaceleran cuando hay una nube de tierra que impide la visión o un accidente o ambos). En esto vamos a hacer hincapié, primero en la investigación, después en las sanciones que correspondieran y además en la parte docente”.
El martes 22, con la comparecencia de 14 pilotos para declarar ante la CAF (todos involucrados en el accidente de Falaschi), se avanzó en los dos primeros puntos (y aún no hubo resoluciones al respecto); de la docencia, aún no hubo novedades… La única medida concreta que tomó la ACTC para mejorar la seguridad fue la creación de una comisión que hará de enlace entre los pilotos y los dirigentes. La encabezará Eduardo Ramos, quien dejó de correr en 2008 pero que –a juzgar por sus declaraciones– está más cerca de los dirigentes que de los pilotos.
“En Balcarce se puede correr normalmente, esta es la primera víctima. ¿Por qué no vamos a las estadísticas antes de hablar al pedo? Acá el problema fue que Larrauri salió de los boxes a no sé qué y complicó todo, fue negligencia de él, no hay que echarle la culpa a otra cosa”, opinó “Lalo”, en clara consonancia con la ACTC.
Por último, el mismo miércoles 23 tres pilotos inspeccionaron el Autódromo de Buenos Aires, escenario de la próxima fecha del TC, acompañados por Fernando Miori, gerente general de la ACTC. O sea, el ente fiscalizador le pidió a tres corredores que aportaran sus observaciones sobre las condiciones de seguridad del circuito pero no llevó a ningún especialista en la materia.
De Roberto Argento, el responsable de supervisar los circuitos del TC, no se sabe nada desde la muerte de Falaschi (se dijo que estaba de viaje en el exterior) pero resulta inconcebible que la ACTC no cuente con otra persona capacitada en seguridad para concertar con los pilotos modificaciones o mejoras a llevar a cabo.
Por todo lo expuesto, no sólo en las palabras sino también en los hechos, la ACTC parece dispuesta a transferirle a los pilotos toda la carga (y las culpas) respecto de la seguridad. Esta maniobra del ente fiscalizador no exime de responsabilidades a los corredores, que han mostrado desinterés por su propia vida (al no preocuparse por la seguridad de los circuitos) y la del prójimo (al no desacelerar ante accidentes o peligrosas situaciones de carrera). Sin embargo, está claro que la ACTC está dispuesta a sostener la teoría del “no falló nada” con la misma perseverancia con la que los diferentes gobiernos de turno sostuvieron al frente de la AFA a Julio Grondona (un ejemplo para los dirigentes del TC, según sus propias palabras).