Por Francisco Farina y Jonathan Vera*.
A 41 años del golpe de Estado en Chile, el último discurso pronunciado por Salvador Allende sirve como guía para desmenuzar los años de gobierno de la Unidad Popular, primera experiencia de la vía democrática al socialismo.
1.
“Seguramente ésta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron”
Así comienza el célebre último discurso pronunciado por Salvador Allende desde el Palacio de La Moneda. Allí donde se resguardaba de los bombardeos de varias horas y del avance de las fuerzas reaccionarias y traidoras. Allí donde resistiría y daría una demostración de coraje, entereza y compromiso con su pueblo.
Aquel día, las comunicaciones con el pueblo comenzaban a las 7.55 AM. El mismo Allende irá dando los partes de la situación del golpe. Durante las cinco intervenciones radiales, insta a los trabajadores a mantener la calma, no entrar en provocaciones y estar alertas. Pero la situación es cada vez más vertiginosa y compleja.
2.
“Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar! Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”
El golpe había tenido un antecedente en julio del mismo 1973 con una sublevación militar conocida como el Tanquetazo que, sumada a la nueva ley de control de armas -concesión realizada por el presidente tras el paro patronal de camioneros y empresarios en octubre de 1972-, dieron el impulso para que los intereses extranjeros y oligárquicos se impusieran a la voluntad del pueblo chileno. Un pueblo que había tenido el atrevimiento de votar por primera vez en el continente la vía democrática al socialismo.
Allende le habló a las mujeres, a la juventud y al “hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente”, dando las gracias por la confianza de millares, de los nadies, de los olvidados que durante el gobierno de la Unidad Popular se sintieron por primera vez protagonistas: en las Juntas de Abastecimiento combatiendo el boicot, en los cordones industriales, en los comandos comunales y en los sindicatos campesinos impulsando la Reforma Agraria.
Pero también intuyó cómo sería la venganza de la oligarquía chilena, al igual que Víctor Jara, quien meses antes cantaba en su Manifiesto: “Del que morirá cantando, las verdades verdaderas, una cruel vil y rastrera, que cobró la vida de miles y dejó al pueblo chileno, en las poblaciones y campos, con los ojos mojados y el llanto desconsolado”.
3.
La persistencia de Allende fue un factor clave en la construcción de la opción socialista en Chile: “Al frente de esta quimera estaba un médico forense, que iba al combate vestido de lord inglés y contaba en sus discursos poemas entrañables sin proponérselo”, según lo graficó Gabriel García Márquez. El gobierno de la UP, desde sus inicios en noviembre de 1970, logró mejorar la situación de los sectores populares, subiendo los salarios y logrando en el primer año que la participación de los trabajadores en la economía llegara al 45%.
Impulsó la educación a través de la imprenta estatal Quimantú, convirtiendo a Chile en el país con mayor cantidad de libros per cápita de mundo, y entregaba medio litro de leche diaria a cada niño en escuelas y hospitales. Pero lo que más irritó a la oligarquía chilena fue la nacionalización del cobre en 1971 (con acuerdo de todos los sectores políticos, sin pago de indemnización), el aceleramiento de la reforma agraria y la creación del área social de la economía, desde donde se procedió a estatizar numerosas industrias claves poniéndolas bajo el control del gobierno.
Quizá una de las riquezas del proceso de aquellos años en Chile tenga que ver con que muchas veces el gobierno se vio sobrepasado por la fuerza de los trabajadores, quienes buscaban acelerar estas victorias con sus propias manos. De ahí que Allende se despidiera del pueblo chileno teniendo certeza de que se esforzó por cumplir el programa de la UP, respetando la Constitución y las leyes, aunque sus opositores aseguraban lo contrario desde el Congreso, mientras que sectores de la misma izquierda, como el MIR, pidieran que se confiara en el pueblo y en su fuerza más que en la legalidad burguesa: “Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria. El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse”.
Combatió, pese que a siempre fue un político más que un guerrillero. Defendió el proceso revolucionario hasta el último instante con el fusil que le obsequio Fidel. Hizo un llamado al futuro, a la clase trabajadora, a no dejarse a humillar. Los invitó a abrir las grandes alamedas, esas que tantas veces se repletaron para mostrar su apoyo. Los llamó a seguir luchando por construir una sociedad mejor: “Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.
4.
Allende es el reflejo de un pueblo que creyó en el sueño de una sociedad más justa, democrática y tolerante, con pan y trabajo para todos. Muchos en los cordones industriales, en las fábricas, en los comandos comunales siguieron esperando que Allende tomara la iniciativa, cerrara el congreso y pasara a la ofensiva. Pero Allende, fiel a sus convicciones políticas, buscó hasta el final la salida pacífica y democrática. Un plebiscito vinculante sobre el destino del gobierno sería anunciado el 12 de septiembre, pero la CIA, los reaccionarios y los militares golpistas no iban a tolerar otra derrota en las urnas.
“¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano”
Fueron las últimas palabras públicas de un revolucionario, militante popular de toda la vida, ejemplo de lucha y convicción. Escuchadas en todos los rincones de Chile, de América Latina y el mundo, mostraron la moral revolucionaria dispuesta a defender con la vida la voluntad soberana de un pueblo que había escogido dictar su propio destino. “El metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo”: así invitaba a los pueblos de Nuestra América a seguir luchando por construir un mañana justo para los hijos de esta tierra.
*Militante del Colectivo Poder Popular de Chile.