Por Hernán Alvaredo
En esta tercera entrega de #ElPartidoDeMiVida, recordamos aquel 26 de marzo de 1994 que sería un día histórico para el Club Atlético Chacarita: animador del torneo de la Primera B Metropolitana de aquel año, que acabaría por ganar, ese día jugaría con las camisetas de sus propios hinchas y daría nacimiento a lo que hasta hoy se celebra todos los años como el día del hincha funebrero.
Aquel sábado 26 de marzo de 1994 pintaba como un día más para los hinchas de Chaca. El fixture señalaba partido en Villa Maipú, frente a Almagro y por la fecha 11º del campeonato de la B metro de la temporada 93-94 que tenía al Funebrero como gran animador. De hecho, un par de meses después, aquel equipo del Viejo Guerra y el Gato Leeb daría la vuelta olímpica en el Monumental tras ganarle las dos finales al Tigre de Mario Rizzi. Pero esa es otra historia. Decía que aquel 26 de marzo pintaba para un día más… pero no lo sería: maldición, fue un día hermoso. Es que aquello de pedirle a nuestros representantes en el verde césped que jugasen como hinchas, esa tarde se cumpliría como nunca. Tan irrepetible fue aquel momento que, con el correr de los años, el 26 de marzo se instauraría como el Día del hincha de Chacarita.
Cuenta la historia que esa tarde de marzo, Chacarita y Almagro estrenaban la misma marca de ropa, la firma brasilera Penalty. Pero sólo habían entregado las camisetas alternativas y ambas se confundían: no olvidar el detalle que ambos equipos usan camisetas tricolores y comparten el blanco y el negro. Razón por la cual el árbitro Gustavo De Gennaro resolvió postergar el inicio del partido mientras se solucionaba el problema. Entonces, mientras los jugadores de Chaca volvían a los vestuarios, desde la voz del estadio y a través de allegados empezaría la recolección de camisetas en las tribunas. Una tarea nada fácil teniendo en cuenta que por aquel entonces se iba menos con la casaca a la cancha y no todas tenían su número impreso en la espalda.
Había que juntar 14 camisetas: 10 titulares y 4 suplentes de campo. En los primeros minutos se consiguieron la mayoría de los números, pero sobraban las 10 y las 9, por ejemplo. Y costaba encontrar la 13 y la 16: no sólo porque eran casacas menos buscadas; es que algunos, lógicamente, dudaban en entregar la camiseta sabiendo lo difícil que iba a ser recuperarla después. No, no te daban un ticket. Y sí, a la salida había 200 tipos pidiendo “sus remeras”. Sin embargo, unos 20 minutos más tarde terminaron de aparecer todas y, cosa de locos, el equipo del Viejo Guerra salió al campo del Templo vistiendo nuestras camisetas. Y qué mejor que aquellos jugadores que jugaban como hinchas para usarlas: Arrabal, De Bonis, Nicastro, Pagés, Trucido, De Lucca, Checchia, Bonomi, Gnoffo, Leani y el Gato Leeb, entre otros.
Como no podía ser de otra manera, aquella demostración de amor y segundeo a los colores se vería recompensada con una victoria por 3 a 2, con el festejo loco del Pueblo Funebrero en su viejo estadio de tablones. Y para rematar una tarde redonda y de locos, al finalizar el cotejo las autoridades de la firma Penalty le dieron la copa al fin al vencedor: vencedor que no lucía la casaca Penalty, sino la Taiyo, que era la empresa anterior. De aquella tarde pasaron ya 23 años. Y desde entonces, fieles a nuestra historia real, despareja y descontrolada, tuvimos buenas y malas. Ascensos y descensos. Polvos y palos. Lo que no cambió es lo que demostramos en ese día y cada día: somos un público respetable. Que está en todas y nunca dejó caminar solo al equipo. Amos de resacas, surfeamos avalanchas y sabemos que la vida es corta como para no estar al lado de nuestro Funebrero querido.