Por Leonardo Rossi, desde Río Cuarto. Cuando la agroecología reside en una voluntad familiar más que en una política de alcance nacional nacional. Dialogamos con Claudio Demo, miembro de la Federación Agraria. Dar el salto a la agroecología.
Pertenecer a la Federación Agraria Argentina (FAA) hoy poco tiene que ver con el Grito de Alcorta o con las luchas agrarias de algunas décadas atrás. No obstante todavía existen miembros de esa organización autoproclamados “chacareros pampeanos diversificados, como los de un siglo atrás”.
Claudio Demo es uno de esos personajes que resiste dentro de la Federación. Su campo familiar de 120 hectáreas, ubicado cincuenta kilómetros al sudeste de Río Cuarto ha sido labrado por cuatro generaciones, y casi cien años de trabajo. Cuenta que su chacra es un canto a la diversidad productiva: “Tengo vaca, chancho, gallina, oveja, soja, maní, maíz, trigo, poroto, huerta, frutales.”
Demo es ingeniero agrónomo, docente de Introducción a la Agronomía y Producciones Agropecuarias Alternativas en la Universidad Nacional de Río Cuarto. El hombre tiene una visión técnica, que combina con los saberes de sus ancestros. Lejos de pelear por más facilidades para la agricultura de exportación, Demo proyecta un campo “con pretensión de agroecología”, haciendo uso de las prácticas agrarias que siempre supieron los campesinos y mejorando la eficiencia con sus conocimientos académicos. Aunque este perfil productivo hoy “no tiene oportunidad de venta ni políticas diferenciadas”, para Demo impera “una transición” para que “no haya ciudad de un lado y todo soja con agroquímicos del otro”.
-¿Un chacarero pampeano puede producir por fuera de la agricultura industrial?
-No es fácil, cuando me puse a tratar de trabajar sin agroquímicos hace quince años, uno de los problemas que teníamos era la semilla. Toda la semilla era seleccionada para uso de agroquímicos. Empecé a seleccionar dentro de los híbridos para hacer una variedad y no tener que comprar semilla y que sean adaptadas al no uso de agroquímicos y me llegaron de otros lugares, por ejemplo del INTA de Pergamino. Ahora debo tener diez maíces, entre blanco colorado y pisingallo, unos tres porotos, zanahorias, tomates. Manejaré unas quince semillas.
-¿Qué diferencia tiene lo agroecológico con lo convencional?
-Más allá de lo agroecológico que todavía puede discutirse, quienes entendemos lo que significa la toxicidad de los agroquímicos, sabemos que hay una diferencia de calidad. Hay otro problema bien palpable, demostrable, que tiene que ver con los niveles de proteína. Nuestros productos tienen más vitamina y proteína de más calidad. Cuanto más de vanguardia la tecnología, productos de menor calidad.
-¿Esa calidad se valora a la hora de la venta?
-El problema que tengo con la parte donde no uso agroquímicos es que no hay oportunidad de venta. Un montón de años hice soja no transgénica, y maíz, y al momento de venderlo vale lo mismo que el otro, y tuve un costo más y alguna producción menos. Si hiciera lechuga o zanahoria se vende más fácil. Si hay productores orgánicos de pollo que quieren mi maíz, con el costo de cargarlo en un camión, llevarlo, pagar el IVA, se les hace tan caro que vale una fortuna. No está armado el sistema para eso hoy.
-¿Qué políticas hay para este tipo de producción?
– No hay política diferenciada para el pequeño productor ni para que el que no usa agroquímicos. El precio está dado por el costo tecnológico. Un kilo de maíz vale en base al costo de insumos y mano de obra, pero cuando no usás agroquímicos, tenés más mano de obra. Si salís a competir no podés contra una máquina inmensa, con todos los productos técnicos y el subsidio al petróleo. Lo que te queda es subvalorar tu trabajo o no salir al mercado. Gana el que tiene menos mano de obra, mayor subsidio energético y el que usa más químicos.
-¿Qué aportes ecológicos tiene la producción que está buscando implementar?
-La siembra directa pura, por más que hagas rotación maíz soja, no tiene recuperación de suelo. La forma de recuperar es hacer rotación, incluir pastura, y el herbívoro, que es el que te permite el ciclo de los nutrientes, la aparición de organismos.
-¿Se considera un ejemplo de la transición a la agroecología?
-Yo investigo en cómo disminuir hasta no usar más agroquímicos, creo en las zonas de transición, en zonas de amortiguamiento. No creo en que tenga que haber ciudad de un lado y soja con todos los agroquímicos del otro. Entre medio tiene que haber dos o tres áreas, forestales, pastoriles, orgánicas y otras con uso correcto de agroquímicos. No es que liberamos mil metros de agroquímicos y después de ahí se hace lo que se le cante a cada uno. Los agroquímicos son sumamente peligrosos siempre. Creo que si avanzáramos en las buenas prácticas agrícolas sería un adelanto inmenso.
-‘Las buenas prácticas’ es un slogan que las grandes multinacionales químicas
-Comparto que el discurso de las buenas prácticas lo usan algunos para hacer como que hacen. Creo que debemos acordar un protocolo y que el Estado debe controlar que se cumpla. Aquel que no cumpla, comete un delito como el de Ituzaingó Anexo.
-¿El Estado puede controlar la aplicación de 400 millones de litros de agroquímicos anuales?
-El Estado no tiene capacidad porque es cómplice del mal uso de agroquímicos. Creo que si hay una ley, están claros los castigos y hay vecinos conscientes que denuncian, todos esos casos tienen que desembocar en casos como el de Ituzaingó, que es un modelo.