Por Ricardo Frascara. En una noche extraña, un San Lorenzo extraño desperdició más de 30 posibilidades de inclinar a su favor el partido por la tercera fecha del campeonato frente a San Martín de San Juan, un equipo formado por 11 pesadillas para el Ciclón.
El equipo histórico que ganó la última Copa Libertadores, luego perdió la Recopa, inmediatamente empezó el campeonato de 30 equipos con dos victorias, acaba de recibir una dura derrota. No por el resultado en sí (1-2), tampoco por la humildad del rival (San Martín de San Juan, recién ascendido), sino por el desconcierto propio. A San Lorenzo lo veo siempre en un banco de pruebas; me da la impresión de que en el vestuario se cambiaran las caras. Como aquél cuento de chicos sobre por qué en cada encuentro los perros se huelen la cola. Fue porque hace muchísimos siglos, en los bailes dejaban la cola en el guardarropa; una noche cayó una redada y los perros salieron disparados agarrando la primera cola que pudieron, y desde entonces cada uno busca la suya. Bueno, eso. O en los vestuarios no hay espejos, y cada uno se pone la cara de cualquiera, o el Patón Bauza está ensayando una nueva alquimia secreta.
El caso es que, jueguen mal o jueguen bien, de acuerdo con la opinión de la tribuna, a los pocos minutos uno no sabe quién es quién. Emanuel Más es mejor puntero izquierdo que marcador; Mauro Matos se transforma de goleador espectacular, salvador de partidos perdidos, en un cazador de mariposas; Mauro Cetto pierde marcas, pero anota goles; Martín Cauteruccio es un caso especial: desde que volvió de la operación no encuentra su cara; se la probó un minuto en la segunda fecha, pero ni antes ni después logra reconocerse –ni yo tampoco– y cada pelota que agarra la transforma en intrascendente o es un cohetazo a la luna. Me paso los partidos gritando: “¡Pero si ese gol lo hago yo!”. Y yo ya no estoy para eso. Yo quiero tomar mi whisky tranquilo frente al televisor, y este pibe hace que los cubitos me temblequeen dentro del vaso cada vez que entra en juego. Yo decía: “Habrá perdido la cara al dejarse crecer la barba”; pero no, el sábado apareció afeitado e igual no se reconoció. Yo que Bauza pondría al lado de los espejos una foto de cada uno con su nombre. A ver si eligen bien al salir a la cancha. Y como la excepción consolida la regla, hay uno que sale siempre con la misma cara aburrida: el indolente y desteñido Pablo Barrientos. Ni la mete, ni la pasa, ¡ni le pegaaaaa!
Bauza también está despistado con ellos. El Ciclón sopló al principio del partido con todo, los jugadores se encontraban se cruzaban, atacaban, pero cuando perdieron 4 (lo pongo con números para visualizarlo mejor) goles en un par de minutos, me dije: “Viene de sufrimiento”. Poco después mi mujer me preguntó: “Y, ¿cómo van?”. Le contesté: “Es entretenido el partido… pierden 0-1 con los sanjuaninos”. Y era así nomás. Después, para ver si al fin descubrían dónde estaba el arco, Bauza fue sacando tipos y puso, ya que estaban siempre con la pelota (al pedo, pero la tenían), a todos los atacantes que tiene: Matos, Cauteruccio, Verón, Villalba… ¡¡y perdieron 4 goles hechos más!!
No la voy a hacer más larga, creo que el lector ya entendió. Agrego sólo un dato revelador de tanto desacierto: San Lorenzo el sábado, frente a un equipo que se jugó la vida toda la noche, y dio 2 estocadas fatales, que tranquilamente pudieron ser 3; San Lorenzo, digo, erró 15 goles cantados, a los que se sumaron 16 córners, sin ningún efecto sobre el arco excelentemente defendido por Luis Ardente. Todo un récord de ineficacia, que revela la impericia individual de sus jugadores, lo que puede hacer fracasar el plan de cualquier técnico. Entonces, no le echemos la culpa al palo, sino a las astillas.