Por Juan Matías Gil. El conflicto entre Sudán y Sur Sudán dio un paso en pos de una solución. Al menos temporal, se llegó a un primer acuerdo sobre el principal problema entre ambos países: la extracción y exportación de petróleo.
Este ritmo se internaliza en la sangre africana que fluye instantáneamente por las venas de cada hombre y mujer de color. Sus cuerpos se mueven rítmica y armónicamente con una gracia envidiable para todo mortal.
Pero el ritmo político y diplomático no acompañan al de las necesidades de los civiles ni generan envidia alguna. Más bien las acciones siguen la velocidad del ritmo africano tradicional. El tiempo no es un problema, no existen urgencias ni apuros.
Ni siquiera la fuerza del látigo, tortura, castigo y muerte en manos de aquellos primeros colonizadores, en nombre de la triple C, Civilización, Cristianismo y Comercio, alteraron la velocidad cotidiana de los pobladores originales. Discutibles los exposición de Joseph Conrad en el Corazón de las Tinieblas acerca del origen y las externalidades de la corrupción moral.
Sur Sudan cerró las canillas de petróleo dirigidas a Puerto Sudan en el Mar Rojo vía los oleoductos sudaneses el pasado enero, alegando una apropiación ilegal de su vecino país del Norte. Desde entonces, guerra y negociaciones diplomáticas han alternado en las portadas de los medios locales e internacionales. Ambas economías dependen exclusivamente de ese recurso tan preciado cuyos pozos se encuentran en el Sur pero las refinerías en el Norte.
Mientras tanto, realidades miserables a cada lado de las fronteras. No cesan los enfrentamientos de antaño en Darfur, demostraciones y represión en Jartum, devaluación de la moneda, inflación y pobreza en Sudan. Movimientos inéditos y forzados de refugiados hacia el Sur, tasas catastróficas de mortalidad infantil ligada a la desnutrición severa, inundaciones anegando campos de refugiados desbordados, insuficiencia de agua potable en ellos. Los actores humanitarios no dan abasto prestando servicios básicos, inaceptables tasas de mortalidad ligadas tan solo a la malaria en la temporada de lluvias. Si el personaje de Vargas Llosa, Roger Casement en el Sueño del Celta, sobreviviera a la horca, se encontraría con similar infraestructura a la encontrada en su experiencia por Congo todo un siglo atrás.
Aparentemente el primer paso hacia una conciliación se ha dado hace dos semanas en Addis Abeba. Sur Sudan y Sudan han firmado un acuerdo preliminar respecto a las tarifas de transito del crudo, algo menos de 10 dólares por barril. Sudan había iniciado las negociaciones meses atrás con 36 dólares pero Sur Sudan ofrecía tan solo 1 dólar. Contrato valido por tres años y medio, durante el cual Sur Sudan pretendería construir un oleoducto alternativo vía Kenya y Djibuti.
Otras cuestiones aun quedan irresueltas, como la delimitación fronteriza en South Kordofán, Western Bahr el Ghazal y Upper Nile, principales zonas de explotación y exploración del crudo. También el prorrateo de la deuda externa previa a la secesión.
Es hora que los dirigentes de ambos países honren a los representados bailando al acelerado ritmo de los tambores civiles, dirigiendo sus recursos a atacar las imperantes e impostergables necesidades de estos pueblos.