Por Lucas Abbruzzese
La escuela es el lugar-institución de formación social por excelencia. Su universalidad, obligatoriedad y masividad así lo hacen. Será tema de otra nota si ha caducado su sistema o las formas para llevarlo adelante. Acá se abundará sobre los clubes de barrio, ese espacio tan concurrido como desviado hace tiempo de lo que debería ser su gran función.
La mayoría, en la Argentina, nació a principios del siglo pasado. De la mano del peronismo y el mensaje social y político, explotaron y se expandieron hacia fines de los 40 y principios de los 50. “Si sos buen jugador, te quiero; si no, no”, es un lema que ronda entre los chicos, quizás no tanto por culpa de ellos sino por un mundo que se mueve al compás del exitismo, resultadismo y la cultura del envase. Ellos y ellas, los pibes y las pibas, procesan toda la información, escuchan todo, desde un entrenador y sus padres hasta las barbaridades de los shows televisivos.
¿Cuánto debería influir en la verdadera inclusión de alguien que se destaque en el deporte que vaya a practicar? Aquí, el primer gran conflicto: cómo no hacer sentir a ese chico o chica que sea importante a pesar de no contar con la habilidad suficiente. ¿Y si de repente no existiesen más las tablas y toda esa maquinaria de puntos que sólo perjudica en el hecho lúdico? ¿Les interesa realmente a los entrenadores (potencialmente formadores) acabar con esto?
Pareciera que se ha perdido ese espacio de debate y formación de personas (al menos en la Ciudad de Buenos Aires); padres que se involucren o instituciones que abran sus puertas e inciten al diálogo. Desde una pequeña isla de una calle de un barrio se podrían abrir infinidad de aristas: fiestas, inclusión social, discutir problemas barriales, proyectos populares, apoyo escolar, guardias de emergencias…Es un combo que necesita desde directivos hasta la pata del Estado.
Allí, en el Estado, un tema fundamental. ¿Cómo tolerar y hacerle frente a los aumentos insensibles de los servicios? ¿Cuándo habrá un proyecto serio de cooperar con los clubes de barrio? Después de la escuela, tal vez sea el principal lugar en el que se encuentran y se interrelacionan los jóvenes, la familia y, por qué no, el alcance de un Gobierno. Es todo una declaración ideológica el trato o maltrato hacia estas entidades.
Pensar, o repensar, a los clubes y su función social. ¿Es la misma la calle de ahora que la que nos cuentan nuestros padres? ¿Qué lugar ocupa la lucha contra la droga? Enorme. Es un espacio enorme de contacto permanente con problemáticas callejeras. Ante esto, ¿cuánto puede penetrar una institución a lo que haga o deje de hacer un chico o una chica cuando se va del club? Trabajar sobre la consciencia, sacarlos de la lógica de este sistema de explotación del hombre por el hombre.
Inclusión, formación, drogas, debates. Al fin y al cabo, ¿qué tan importante es que un pibe o piba juegue bien al deporte que va a practicar? Desde Marcha dejamos y abrimos el debate. Porque los clubes de barrio son ese lugar de construcción de infancia y amistad irresistible para no pocos y pocas.